Iconos

Iconos
Zapata

viernes, 17 de febrero de 2017

LÓPEZ OBRADOR Y LA GRAN BURGUESÍA

Ya se sabe que en las dos anteriores elecciones presidenciales, Andrés Manuel López Obrador enfrentó la oposición rabiosa de la gran burguesía del país, los oligarcas multimillonarios que vieron en el candidato presidencial de la izquierda (entonces aglutinada en el PRD) un “peligro” para sus intereses y su demencial saqueo de los recursos financieros y naturales, y la explotación brutal de la mano de obra mexicana (ahí están las cifras del INEGI que confirman que la mayoría de la población económicamente activa no gana arriba de 5000 pesos al mes, cuando el mínimo ingreso para mantener a una familia de cuatro personas son 11,200 pesos)[1].
Sin embargo, recientemente se ha dado a conocer que el dirigente de MORENA y seguro candidato presidencial por este partido, ha conformado un grupo de cerca de 40 personalidades de diferentes sectores, que le ayudarán a elaborar el proyecto alternativo de nación que pretende presentar en la campaña presidencial del 2018.
Dentro de esas personalidades destacan algunos empresarios, que sin duda representan “puentes” con esa gran burguesía que le ha cerrado las puertas a la presidencia de la República a López Obrador.
Así, está el empresario regiomontano Alfonso Romo Garza, que ya desde la campaña del 2012 estuvo cerca de López Obrador, y que desde 2006 se distanció de la poderosa familia Garza Lagûera de Monterrey, pues su propio suegro Antonio Garza Lagûera promovió su destitución como presidente del Grupo Savia, al culparlo de las “minusvalías” que sufrió la empresa y de comprometer los recursos de la familia en la aventura de convertir dicha empresa en la principal proveedora de semillas y productos genéticamente modificados, en lo que fracasó, por lo que tuvo que vender la empresa a la gigante Monsanto.[2]
Sin embargo, Romo Garza sigue siendo “bien visto” por las cúpulas empresariales del país, no sólo por seguir perteneciendo a una de las familias más ricas y poderosas del Grupo Monterrey, sino porque al estar tan cerca de López Obrador garantiza que las políticas que éste impulse no sean “radicales”, o en todo caso pueda dar el “pitazo” si ese fuera el caso.
Está el que hasta el domingo pasado fue el secretario de Turismo del gobierno de la ciudad de México, Miguel Torruco, quien fue obligado a renunciar a su puesto por el jefe de gobierno, Miguel Angel Mancera, cuando se hizo pública su pertenencia al grupo asesor de López Obrador, lo que para Mancera, otro presidenciable, significaba una especie de “traición”, aunque no lo dijera así públicamente.
Torruco es consuegro del hombre más rico de México, Carlos Slim; siempre ha estado ligado a dicho empresario y también al sector turístico; por lo que Torruco confirma que la relación de uno de los hombres más ricos del mundo con López Obrador se mantiene firme, como lo ha estado desde que el dirigente de MORENA fue jefe de gobierno de la Ciudad de México (2000-2005).
Otro empresario que está en el grupo de asesores es Marcos Fastlicht, suegro del principal accionista de Televisa, Emilio Azcárraga, empresa que ha sido el estandarte del antilopezobradorismo por más de una década y media, y que ahora ha comenzado (o López Obrador lo ha hecho) este acercamiento con el principal contendiente por la presidencia de la República, seguramente con la intención de subirse al que por ahora parece ser el “carro ganador”; y principalmente con la intención de mantener una relación cercana con López Obrador, que le permita mantener a esta empresa su cuasi monopolio en televisión abierta, y su dominancia en televisión de paga.
Además Fastlicht es un puente con la poderosísima comunidad judía del país, que cada vez ocupa más y más posiciones de decisión económica y política y que por lo tanto es un factor indispensable en las alianzas con miras a la sucesión presidencial (otras facciones de esta comunidad están apoyando a Mancera en la ciudad de México y al gobernador “independiente” de Nuevo León, y posible “presidenciable”, Rodríguez Calderón; además de su tradicional presencia en la tecnocracia priísta en las áreas financieras y hacendarias del gobierno).
Y no deja de llamar la atención que el priista Esteban Moctezuma, quien fuera secretario de Gobernación y de Desarrollo Social en el gobierno neoliberal de Ernesto Zedillo, y desde hace años presidente de la Fundación Azteca del principal accionista de TV Azteca (y también por años furibundo antilopezobradorista), Ricardo Salinas Pliego, también forme parte de los asesores.

¿Qué indica este acercamiento con importantes miembros de la oligarquía, que durante años fue señalada por López Obrador, junto con la subclase política corrupta del PRI y PAN, de ser la causante de las desgracias económicas y sociales del país?
Hay varias posibles explicaciones a esto.
Primero, López Obrador, estando en lo correcto que estos individuos son una “mafia” y ellos son los principales causantes de las desventuras del país, ha caído en cuenta que al menos sin la neutralidad (ya no digamos apoyo) de los dueños del gran capital, nunca podrá acceder a la presidencia de la República, por más que las mayorías de mexicanos empobrecidos y clases medias venidas a menos, le den sus votos en las urnas.
Así que parece que está optando por un acuerdo con los oligarcas (o al menos con una parte de ellos), que implicaría no afectar sus negocios en lo fundamental, a cambio de que no obstaculicen determinadas partes de su proyecto de nación, como el combate a la corrupción dentro del gobierno; la depuración y fortalecimiento de los programas sociales en favor de las capas más marginadas de la sociedad; el combate a las asociaciones entre élites políticas (y en alguna medida económicas), con el crimen organizado; y el fomento de una economía más equilibrada entre el mercado interno y el externo (este punto es impulsado por Carlos Slim).
Segundo, las élites económicas no tienen un candidato de suficiente peso y reconocimiento nacional, como para enfrentar exitosamente a López Obrador, y saben que un tercer fraude electoral consecutivo en contra del tabasqueño, en una situación de efervescencia social por el aumento de la inflación, el bajo crecimiento económico, el rampante subempleo, aunado todo ello a entornos políticos y económicos externos desfavorables; podrían generar una disrupción social mayúscula, la posible intervención de las fuerzas armadas y la desestabilización del sistema político.
Prefieren ponerse de acuerdo con López Obrador, antes de enfrentar la posibilidad de un Estado fallido; aunque hay que decir que las facciones más ultraderechistas de las élites económicas estarían muy a gusto con una dictadura (principalmente Monterrey, Guadalajara y el Bajío), antes que aceptar una presidencia de López Obrador.
Tercero, los oligarcas están cada vez más convencidos que la presidencia de Peña ya no les garantiza un aterrizaje suave para el 2018; y por el contrario, temen que los pueda sacrificar en las negociaciones con Trump, a cambio de salvar su pellejo, el de su familia y el de su grupo político, por lo que ahora también desde estas cúpulas se está exigiendo que el gobierno no negocie en lo “oscurito”; lo que obligó a Peña a ir a decir al Consejo Coordinador Empresarial que en las negociaciones económicas con Estados Unidos siempre se defenderá el interés de los “empresarios mexicanos”.
Y por último, ante los crecientes amagos de las cúpulas militares de abandonar al poder civil a su suerte, si no se aprueba la Ley de Seguridad Interior que le dé “cobijo” a las acciones de los militares y marinos en materia de seguridad pública, al menos una parte de los oligarcas prefieren apostar por mantener un gobierno civil, aún con López Obrador a la cabeza, que abrirle la puerta a un gobierno militar, al que posiblemente no podrían controlar.
Enormes riesgos los que corre López Obrador al abandonar su posición inicial de combate a las cúpulas económicas, pues al entrar en ciertos compromisos con ellas, inevitablemente partes importantes del proyecto alternativo de nación de la izquierda deberán ser abandonados, con tal de no afectar las “alianzas” y/o “acuerdos” con esas cúpulas (o parte de ellas), y ello inevitablemente repercutirá en peores condiciones para las clases medias y bajas del país.
¿Hasta dónde estará dispuesto López Obrador de contemporizar con los principales beneficiarios de 35 años de gobiernos depredadores neoliberales, sin que sus bases de apoyo real, es decir, el pueblo se inconforme y hasta le pueda retirar ese apoyo? Ya pronto lo sabremos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario