El muro y la palestinización mexicana
Maciek Wisniewski *
La Jornada 24 de Febrero de 2017
Mientras la mayoría de voces en torno al escandaloso tuit de
Benjamín Netanyahu en el que aplaudía a Donald Trump por querer
construir-expandir el muro en la frontera con México [El presidente Trump tiene
razón. Construí un muro en la frontera sur de Israel. Detuvo la migración
ilegal. Gran éxito. Gran idea (@netanyahu, 28/1/17)] se centraban en lo ofensivo
que resultaba para los mexicanos o en las características de los muros en
cuestión –más allá de la casuística, ninguno de los dos muros israelíes se
salva: el de Cisjordania (ilegal a la luz del derecho internacional) no es por seguridad sino
por colonialismo-despojo de tierras, y el de Egipto no es por migración sino
por racismo (972 Magazine, 3/2/17)–, desapercibida quedaba la
manera en que este gesto, lejos de ser un accidente, se inscribía en una
oscura constelación de ideas compartida por ambos políticos, que
revela y confirma a la vez:
• perturbadoras afinidades ideológicas
entre ellos y sus campos (con viejos antecedentes);
• similares patrones de racismo y
xenofobia (en las que México y Palestina se vuelven intercambiables);
• y preocupantes mutaciones ideológicas
por las que pasa EU (emulando a Israel).
Primero: es un hecho que trumpismo y
sionismo comparten hoy las mismas tendencias tribales, exclusivistas, racistas
y supremacistas, estando en la vanguardia mundial de erigir los
muros. Aunque la simultánea presencia en la administración de Trump de sectores
antisemitas (Bannon) y pro sionistas (Kushner/Friedman) puede parecer
sorprendente, no es ninguna contradicción (Forward, 19/2/17). Históricamente
ambas ideologías compartían fines, enemigos, criterios políticos y odios
comunes [concentración de judíos en un solo lugar (Israel);
izquierda-comunismo; etnonacionalismo; diversidad]. Ambas tienen una larga
–previa al Holocausto– historia de colaboración [el sionismo revisionista de Zeev Jabotinsky
(1880-1940), tachado por comunistas judíos, bundistas y la izquierda sionista
de fascista (¡sic!) y del cual Likud, el partido de Netanyahu –cuyo
padre fue secretario de Jabotinsky– se dice heredero, flirteaba con
fascistas polacos, italianos y con los propios nazis (Lenni Brenner, Zionism
in the age of dictators, 1983, 334 pp.)]. Richard Spencer, líder de la alt-right y
gran fan del muro, admira al sionismo por su afán de “mantener
la ‘homogeneidad racial’ y la mayoría blanca” y apunta a las políticas racistas
del Estado de Israel como el ejemplo de una necesaria limpieza racial en
EU (CNN, 6/12/16) y la creación un etno-Estado (Forward, 7/12/16).
Segundo: el uso de la figura de un mexicano por
Trump desde luego evoca el clásico truco fascista de culpar de las
enfermedades en la sociedad a un agente externo y ofrecer una rápida
solución sanativa: su expulsión-exterminación. Pero hoy ya no es el judío quien
funge de sistémico chivo expiatorio, sino un musulmán. La judeofobia ya
fue sustituida sistémicamente por la islamofobia y ésta es el verdadero
antisemitismo de Trump, por lo que los mexicanos no son sus judíos, sino sus
musulmanes. Así se percibe mejor la dimensión de la palestinización de
México, reflejada en: a) reiteradas alabanzas de Trump al muro israelí, una
solución que funciona [¡sic!] y es reproducible acá ( Página/ 12,
8/2/17; The Guardian, 26/9/16); b) la manera en que un
“migrante/delincuente/ narco” resulta intercambiable con un terrorista y
un indocumentado (mexicano) representa la misma amenaza que
un refugiado (palestino); y c) la medida en que todos estos muros –más
allá de sus fines prácticos– responden a las mismas ansiedades de las
sociedades de sus países. Dichas analogías no son ajenas al propio Netanyahu,
que desde un ángulo muy diferente y desde hace tiempo viene asegurando que los
palestinos son para los israelíes lo que los mexicanos para los estadunidenses [una
bomba demográfica a desmantelar], paralelo que (ab)usaba para torpedear la
creación de un Estado palestino arguyendo que “si surgía uno en Cisjordania,
los mexicanos iban a querer un ‘segundo México’ al sur de EU” [¡sic!] (véase su
libro: Durable peace, 2000, p. 164-165), destapándose así
ya no solo como islamófobo, sino también como mexicanófobo que odia a
todos los morenos que quieren convertir a los blancos en una minoría, sea en
Galilea o Texas ( 972 Magazine, 27/11/14).
Tercero: el reverso natural de la palestinización
de México es la israelización de EU (reflejada en el muro mismo
planeado con empresas israelíes), un buen término para hablar de los cambios
bajo Trump, que alude al proceso de degeneración política por el que desde hace
tiempo pasa Israel, que abarca fundamentalización (S. Sand), fascización (M.
Warschawski) y Gleichschaltung (U. Avnery) [y eso sin hablar
del colonialismo, racismo institucional, apartheid de facto y
medidas antimigratorias mucho más severas que las de Trump –véase: The
Independent, 30/1/17–, que curiosamente nunca han preocupado ni indignado tanto
al mainstream liberal como el tuit sobre
México].
El Muro de Hierro es una
clásica figura del pensamiento sionista. Acuñada por Jabotinsky (1923), nació
como una estrategia negociadora.
Según él, los árabes no iban a permitir
así no más la erección de un Estado judío en Palestina, así que había que
construir primero un considerable poderío militar (fase I) y solo después
–desde la posición de fuerza– hablar con ellos (fase II).
Resulta paradójico que es la
ultraderecha israelí la que bastardeó la fórmula de su principal
ideólogo.
Ariel Sharon, edificando el muro en
Cisjordania, convirtió la metáfora en una triste realidad (véase: Avi Shlaim, Israel
and Palestine, 2009, p. 291), y Netanyahu –que de su homólogo estadunidense
recibe lo que quiere: mano libre en expandir los asentamientos ilegales y
marcha atrás a la solución de dos estados (Electronic Intifada,
15/2/17)– nunca tuvo la voluntad de moverse hacia la fase II.
Según algunos el muro de Trump –alias
el Negociator (Slim dixit)– es pensado como un
argumento de fuerza para las futuras negociaciones con México (TLCAN).
Lo más probable, sin embargo, es que el
muro, o incluso –si nunca llega a concretarse– su solo espectro, le servirá
(igual que el suyo le sirve a Netanyahu) para ir alargando ad infinitum la fase
I, alimentando el conflicto permanente.
*Periodista polaco
Twitter: @MaciekWizz
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