Obama, Hillary Clinton, los neoconservadores, los liberales
intervencionistas, las agencias de inteligencia y seguridad y el Pentágono
insisten en “cobrarle” a Vladimir Putin, no esa supuesta “intervención” en las
elecciones presidenciales de este año en los Estados Unidos –eso sólo es el
pretexto- sino la dolorosísima derrota de la estrategia del “caos deliberado”
en Medio Oriente, sufrida en Alepo, a manos del ejército sirio, Rusia, Irán y
Hezbollah (ya de salida Obama cierra instituciones ligadas a Rusia en
territorio estadounidense y expulsa a 35 diplomáticos).
Durante 5 años Washington y sus aliados israelíes, árabes
(sauditas y del Consejo de Cooperación del Golfo), Gran Bretaña, Francia,
Egipto, Jordania y hasta hace unos meses Turquía, gastaron miles de millones de
dólares, aportaron armas, logística y fomentaron una campaña propagandística
histérica con objeto de que diversos grupos de terroristas y mercenarios
derrocaran al presidente Bashar Al Assad, y de esa forma lograr partir a Siria
en al menos 4 zonas distintas (una mixta, conformada por alawitas, cristianos,
drusos y sunitas en el Oeste; otra de influencia turkmena en el Noroeste, en la
frontera con Turquía; otra conformada por los kurdos en el Noreste; y el resto del
Este del país, por la mayoría de población sunita).
El plan fracasó debido a la resuelta intervención rusa en
favor del gobierno sirio; a las profundas divisiones entre los aliados anti-Assad
(Turquía siempre se ha opuesto a la existencia de una región autónoma kurda adyacente
a su frontera; Estados Unidos peleaba contra el Estado Islámico, de manera no
muy convencida; y a la vez armaba a los mercenarios opositores de Assad; los
propios mercenarios peleaban entre sí y contra el Estado Islámico, etc.); y
finalmente a la derrota de la coalición que favorecía esta estrategia, en las
elecciones presidenciales estadounidenses, y la llegada de otra que no
considera fundamental la caída de Assad, sino la destrucción del Estado
Islámico.
Además, Alepo no es la única derrota de las agencias de
seguridad e inteligencia y del Pentágono ante Rusia. El inestable cese al fuego
entre el régimen golpista y títere de Kiev y las provincias del Este, en
Ucrania; más la anexión rusa de la península de Crimea en 2014, detuvieron la
intención original de los neo-nazis y ultranacionalistas ucranianos de “castigar”
a las provincias de mayoría rusa, después del golpe de Estado contra el presidente
pro ruso Víctor Yanuckovich.
La ayuda de Putin a las provincias de Luhansk y Donetsk,
evitaron una verdadera carnicería que pretendían llevar a cabo los golpistas de
Kiev, incitados y apoyados por los neoconservadores de Washington, Victoria
Nuland, John McCain y Lindsey Graham.
Así que el verdadero odio que destila el gobierno de Obama y
el complejo militar-industrial-de seguridad contra Rusia se deriva, no del
imaginario “hackeo” a las computadoras del Partido Demócrata o a las del jefe de
campaña de Hillary Clinton, sino del hecho de que Moscú ha evitado que la
potencia hegemónica destruya a su más importante aliado en Medio Oriente, como
es el régimen de Damasco; o que convirtiera a Ucrania en una base desde donde
la OTAN pueda mantener amenazada a Rusia, a las puertas mismas de Moscú.
Lo único que ha hecho Putin es evitar que su país caiga
nuevamente bajo el absoluto dominio de Washington, como lo estuvo entre 1991 y
el año 2000, en que lo desgobernó el dipsómano Boris Yeltsin, y fue saqueado
por los oligarcas aliados de Occidente y las propias trasnacionales estadounidenses
y europeas.
Pero para los arrogantes e hipócritas gobernantes de Washington,
todo aquél país que no se dobla ante las órdenes del imperio (excepto Israel,
por supuesto), es un “peligro para la humanidad”, viola “el derecho internacional”
(como si a Estados Unidos le importara un pepino cumplir con las normas internacionales;
sólo lo exige para aquellos que no están dispuestos a ser sus vasallos; en
cambio para sí mismos y sus aliados, no hay exigencia alguna) y por lo tanto,
debe ser “castigado”.
Se ve realmente complicado que el títere de los sionistas y
del lobby pro Israel, Donald Trump, pueda superar todas las minas y trampas que
los neoconservadores y sus aliados han puesto para sabotear una posible
reconciliación entre Moscú y Washington. Más aún si tomamos en cuenta que el
ignorante y manipulable Trump ha comprado la versión sionista de que Irán es el
máximo impulsor del terrorismo en el mundo, y desea dar por terminado el
acuerdo en materia nuclear que negoció el P5+1 con Teherán.
Ello llevará inevitablemente a desencuentros con Putin, ya
que Irán y Rusia se han aliado en el Medio Oriente para detener la estrategia
del caos deliberado, y el presidente ruso no podría quedarse de brazos cruzados
si Trump y Netanyahu (con la ayuda de los vasallos árabes sauditas y los del Consejo
de Cooperación del Golfo) inician un nuevo ciclo de destrucción, ahora dirigido
contra los iraníes.
Así también, al complejo militar-industrial-de seguridad, no
le conviene un acercamiento entre Estados Unidos y Rusia, pues ello disminuiría
las “amenazas” que alimentan los insaciables presupuestos militares, y que el
propio Trump ha prometido aumentar de manera significativa.
De ahí que lo más probable es que la supuesta “luna de miel”
de Trump y Putin dure muy poco, si es que llega a comenzar en algún momento, y
veremos en los siguientes años una desaforada carrera armamentista entre
Estados Unidos, por un lado; y Rusia y China por el otro, habida cuenta de que
Trump y sus asesores ya han manifestado su intención de elevar al máximo las
tensiones con Beijing, tanto en materia comercial, como en lo relativo al Mar
del Sur de China y los casos de Taiwán y Corea del Norte.
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