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Zapata

lunes, 5 de diciembre de 2016

TRUMP ENTRARÁ EN CONFLICTO CON GRAN PARTE DEL MUNDO

Donald Trump y su gabinete conformado por representantes de grandes negocios, de Wall Street y del complejo militar industrial, han demostrado que su arrogancia y desconocimiento de la política internacional, van a provocar conflictos con aliados y enemigos por igual, una vez que el empresario de bienes raíces tome posesión el próximo 20 de enero.
En materia comercial está claro que Trump va a tratar de imponer a México condiciones tan humillantes para “renegociar” el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), incluyendo el pago del muro fronterizo (como ya lo dijo el vicepresidente electo Mike Pence), que lo más probable es que dicho tratado no sobreviva ni los primeros seis meses del próximo año; a menos que el servil, débil y vasallo gobierno de Peña acepte todo lo que se le exija (lo que muy bien puede suceder, considerando que Guajardo en Economía es un empleado de las trasnacionales; Ruiz Massieu es la más inexperta e ineficaz canciller que ha tenido México en décadas; y a Meade y al consejero “áulico” Videgaray, sólo les interesa quedar bien con sus amos de Wall Street, la Reserva Federal y el Tesoro de Estados Unidos).
Con China está claro que Trump desea iniciar una guerra comercial, aduciendo que el gigante asiático “manipula” el valor de su moneda, para obtener un gigantesco superávit comercial con Estados Unidos; sin tomar en cuenta que la revaluación del dólar ante el resto de monedas del mundo, ha sido impulsada por su propia elección el pasado 8 de noviembre, y en ello nada ha tenido que ver, en los últimos meses al menos, el banco central chino.
Igualmente, su rechazo a que se ratifique el Acuerdo Transpacífico va a llevar a desencuentros con las otras economías asiáticas importantes, como Japón, Corea del Sur, Singapur, etc.
Todavía no ha dicho nada la entrante administración estadounidense sobre el enorme déficit comercial que tiene Estados Unidos con la Unión Europea, ni sobre el futuro que tendrán las negociaciones sobre el Acuerdo de Inversión y Comercio con los países que conforman dicha organización.
En lo que respecta a temas de seguridad y militares, la exigencia de que tanto los miembros de la OTAN, como Japón y Corea del Sur contribuyan con más recursos económicos para su defensa y para cumplir con sus responsabilidades militares[1], tendrá que aterrizar en cifras y acciones concretas, que bien puede llevar a desencuentros entre Washington y sus aliados, si estos últimos no alcanzan las expectativas que la administración Trump tenga en ese aspecto.
Es casi seguro que el aumento de gasto militar que ha prometido Trump vaya dirigido en buena medida a seguir fortaleciendo la presencia estadounidense en el Mar del Sur de China, pues los generales y asesores de seguridad que ha nombrado Trump, están más que comprometidos con la política de evitar que China amplíe su zona de influencia.
Cómo se complementará esto con la exigencia a los aliados asiáticos para que asuman una mayor responsabilidad en esta tarea, aún no parece claro; y bien podría generar contradicciones dentro del propio equipo de Trump.
En este sentido, cobra especial relevancia el que Trump esté abriendo canales de comunicación con Taiwán, rompiendo con ello la política oficial de Washington, que desde 1979 sólo reconoce al gobierno de Beijing como el representante del pueblo chino.
Si como lo han afirmado algunos miembros del equipo de transición de Trump, esto tiene como objetivo “presionar” a China para que ceda en materia comercial, en sus ambiciones en el Mar del Sur de China y para que se comprometa a presionar a Corea del Norte en el tema de su armamento nuclear, todo parece indicar que lo que van a lograr va  a ser reiniciar una “guerra fría” con Beijing, cuando supuestamente desean bajarle el tono a su confrontación con Moscú.
Y la realidad es que el establecimiento político-militar estadounidense no tiene ningún interés en ponerse de acuerdo con Putin respecto a Siria y Ucrania; muy por el contrario, desean mantener la presión sobre Moscú[2], y para el efecto seguramente van a boicotear las iniciativas de Trump en ese sentido, especialmente si logran colocar a uno de los suyos como secretario de Estado (especialmente Bolton, pero también Romney, Petraeus y Giuliani,  que se consideran “anti Rusia” y anti Putin).
En el caso del Medio Oriente ya es un hecho que se va a reiniciar la guerra no declarada contra Irán; al menos Estados Unidos se va a retirar del acuerdo P5+1, y es posible que puedan convencer a Gran Bretaña, Francia y Alemania; y con todo ello, aumenta la posibilidad de que Israel, Arabia Saudita, las petromonarquías del Golfo y los neoconservadores logren su objetivo de iniciar acciones militares contra Teherán, con lo que el sueño trumpiano de retirarse del Medio Oriente quedará sólo como una ilusión[3].
Así también, en Siria e Irak, si bien Trump desea coordinarse con Rusia para acabar al Estado Islámico, y en principio ha dicho que ya no desea seguir apoyando a los “rebeldes” que combaten al régimen de Bashar el Assad, la realidad es que está rodeado de “halcones” que desean justamente seguir con dicha política, como Flynn (asesor Seguridad Nacional), Pompeo (CIA) y Mattis (Pentágono), por lo que la realidad es que no va a poder salir de ese pantano, y los gastos y las muertes de estadounidenses seguirán acumulándose.
Y qué decir sobre Cuba, pues Trump ya anunció que si el gobierno de Raúl Castro no hace los cambios políticos que le demanda Washington (prácticamente que le entregue el poder a los cubanos de Miami), cancelará todas las medidas de distensión impulsadas por Obama.
Aún no ha dicho nada sobre Venezuela, pero dada la influencia que los cubano-americanos (Cruz, Rubio, Ros-Lehtinen) tienen en el Partido Republicano y su alianza con los sectores golpistas de Venezuela, es muy factible que la presión sobre el gobierno de Maduro se intensifique.
En suma, la presidencia Trump va a generar más problemas internacionales de los que ya existen, y las previsiones de que no sería tan intervencionista, ni deseosa de convertirse en el “policía del mundo” bien pueden venirse abajo muy pronto, dados los indicios que ha mostrado Trump y los próximos miembros de su gabinete.



[1] Lo mismo ha dicho respecto de Arabia Saudita y las petromonarquías del Golfo; pero ni por equivocación ha hecho referencia a que Israel asuma mayores costos en su defensa. Por el contrario, ahora se le van a dar 3800 millones de dólares al año; más otros cientos de millones más, cuando así lo requiera Tel Aviv.
[2] Despite then-candidate Trump’s dismissal of U.S. intelligence agencies assessment of Russian hacking of the Democratic party’s email, and his praise for Russian President Vladimir Putin, the Pentagon still sees Russia as Washington’s biggest military rival, and the only true existential threat facing the country.

That was 
on full display over the weekend at the Reagan National Defense Forum at the Reagan library in California, where Chairman of the Joint Chiefs Gen. Joseph Dunford said that Russia’s goal to undermine NATO is a dangerous game, and Russian forces “are operating with a frequency and in places that we haven't seen for decades," in places like Syria, Ukraine, Crimea, and elsewhere, and have stepped up air attacks on eastern Aleppo.

"Russia is the No. 1 threat to the United States,” Air Force Secretary Deborah James told Reuters in an interview. The Pentagon’s chief weapons buyer, Frank Kendall, 
also said that Russian activities have changed how the Pentagon has constructed it budgets in 2017 and beyond, as "their behavior has caused us...to rethink the balance of capabilities that we're going to need.” www.foreignpolicy.com


[3] A lo que hay que añadir la política de prohibir la entrada de musulmanes de los países “con presencia de terrorismo”, lo que va a provocar serias tensiones con los “aliados” musulmanes del Mefio Oriente.

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