Desde hace más de 5 años los neoconservadores del
establecimiento político-militar de Washington junto con el lobby pro Israel,
el gobierno de Netanyahu, Arabia Saudita, Qatar, Bahrein,Turquía, Jordania, Gran
Bretaña y Francia han armado, financiado y apoyado logística y políticamente a
cuanto grupo de terroristas y fanáticos mercenarios han podido, para derrocar
al presidente de Siria, Bashar el Assad.
La estrategia del “caos deliberado” para balcanizar el Medio
Oriente, con objeto de eliminar a los principales adversarios de Israel, junto
con el objetivo de la Casa de Saud de someter al chiísmo en la región, cuyo
máximo representante es Irán, está a punto de sufrir su primera gran derrota
desde que esta política de destrucción inició, después de los atentados del 11
de septiembre de 2001 en Estados Unidos.
Después de haber devastado Irak y asesinado a Saddam Hussein;
de haber hecho lo mismo con Libia y asesinado a Muammar Qaddafi; de mantener en
una guerra civil permanente a Afganistán, Somalia, Yemen y Sudán (al que
finalmente dividieron en dos países); los neoconservadores (y sus aliados
liberales “humanitarios” intervencionistas), junto con los países ya
mencionados, pensaron que sería mucho más sencillo derrocar a Assad en Siria,
dado que ya habían perfeccionado la estrategia apropiada para ello: armar e
infiltrar grupos de mercenarios terroristas que iniciaran protestas y un
movimiento de oposición contra el régimen; utilizar equipos especiales para
efectuar actos violentos, tanto contra el gobierno, como contra los grupos
opositores, para exacerbar la situación; aprovechar la respuesta gubernamental
para provocar la muerte de civiles y así tener el pretexto para iniciar una
rebelión armada.
Este mismo esquema fue el que impulsó la subsecretaria de
Estado, Victoria Nuland (activo miembro neoconservador en el gobierno de Obama;
casada con uno de los “padrinos” del neoconservadurismo, Robert Kagan) y el multimillonario
George Soros en Ucrania, para el derrocamiento del presidente Yanuckovich.
Pero da la casualidad de que Assad, con todo lo autoritario
que pueda ser, sí cuenta con apoyo de una buena parte de la población y en especial
del ejército sirio. Además, recibió la ayuda de las milicias de Hezbollah en
Líbano y del gobierno iraní.
Todo ello le permitió aguantar los embates de los numerosos
grupos terroristas, armados y financiados por los neoconservadores y sus
aliados de la región, tales como el “Ejército Sirio Libre”, “El Ejército de
Conquista”, Al- Nusra (vinculado a Al Qaeda) y especialmente el Estado
Islámico, que se formó con los restos del ejército iraquí de la rama sunnita (y
posteriormente por miles de mercenarios de distintos países), pero comandado
por individuos cooptados y adiestrados por los servicios de inteligencia estadounidenses,
israelíes, británicos y franceses.
Machaconamente los medios de comunicación occidentales
insistieron en que Assad “debía irse” porque estaba “masacrando” a su pueblo.
Como si Assad se hubiera levantado una mañana con la intención de asesinar a
cientos de miles de sus compatriotas, sin razón alguna.
Los terroristas mercenarios se dedicaron a realizar asesinatos
horrendos y a publicitarlos en internet, con el claro objetivo de que los ciudadanos
de Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, etc. se indignaran y demandaran a sus
gobiernos “intervenir” para dar por terminada la matanza.
Este esquema ya les había resultado a los neoconservadores y
sus aliados en los Balcanes, específicamente en Bosnia y Kosovo, lo que motivó
la intervención de la OTAN y la destrucción del régimen serbio (aliado de
Rusia).
De la misma forma lo utilizaron en Libia, una vez más
aduciendo que Qaddaffi iba a “masacrar” a su pueblo, cuando lo que estaba
haciendo era combatir a los terroristas mercenarios pagados por Occidente. Les
dio resultado, pues derrocaron y asesinaron a Qaddaffi y dejaron en la
devastación y el caos total a Libia.
Así que todo parecía alinearse de la misma forma en Siria,
pero no contaron con la decidida resistencia del gobierno, el pueblo y ejército
sirios, ni con la ayuda de Hezbollah y de Irán.
Fue por ello que una y otra vez intentaron comprometer al
gobierno de Obama para que interviniera directamente en el conflicto y así poder
derrotar a Assad. Destacó en ese sentido, el ataque con armas químicas de “falsa
bandera” realizado por los mismos terroristas, ayudados por los turcos e
israelíes, que estuvo a punto de convencer a Obama de iniciar bombardeos contra
el ejército sirio. Pero el gobierno ruso se interpuso, y con gran habilidad
hizo la propuesta de que Assad entregara todas sus armas químicas, bajo
supervisión de la ONU, lo que evitó la intervención militar estadounidense,
provocando la ira de los neoconservadores, de Netanyahu y del lobby pro Israel,
que atacaron mediáticamente con todo tipo de epítetos a Obama.
Aun así, el continuo apoyo de la CIA, el Pentágono, los servicios
de inteligencia israelíes, árabes, qataríes, turcos, ingleses y franceses, con armas,
dinero, información, vehículos, etc. a los diferentes grupos de mercenarios
terroristas, cobró una alta cuota al ejército sirio, que también se vio mermado
por las masivas migraciones de hombres (millones de personas), por las
atrocidades cometidas por los grupos terroristas, por lo que para finales de
2015 la situación que enfrentaba el gobierno de Assad era precaria.
Fue en septiembre de ese año cuando Vladimir Putin decidió
intervenir directamente en apoyo del régimen de Assad enviando aviones, buques
y personal militar para luchar en favor del gobierno sirio.
Debido a ello, en los últimos 15 meses, y a pesar de la
campaña histérica de los medios de comunicación occidentales acusando a Rusia y
a Siria de “crímenes de guerra” (¿y los que cometieron Estados Unidos y sus
aliados en Irak, Afganistán, Libia, Kosovo, etc.?), con objeto de detener la
ofensiva contra los mercenarios terroristas; tanto sirios, rusos, como los
miembros de Hezbollah y de las milicias iraníes han ido recuperando la mayor
parte del occidente de Siria, y después dirigirse a la ciudad más grande del
país, Aleppo, que había caído en poder del Estado Islámico desde hace 4 años.
Los últimos meses el ejército sirio y sus aliados
establecieron un cerco sobre la ciudad, y fueron recuperando la mayor parte de
la misma, concentrando a los mercenarios terroristas en la parte Este.
Lo que han hecho los mercenarios es mantener como rehenes a
decenas de miles de habitantes de Aleppo, utilizándolos como “escudos” con
objeto de que los bombardeos del ejército sirio y la aviación rusa provoquen
cientos de muertes de civiles, y de esa manera sus patrocinadores en Occidente
puedan mantener una campaña contra Siria y Rusia, acusándolos de cometer “crímenes
de guerra”.
Rusia y Siria convinieron varias veces en establecer
corredores humanitarios para permitir la salida de la población civil, pero
ello fue aprovechado por los mercenarios para recibir más armas de sus
patrocinadores, reorganizarse e intentar romper el cerco.
El pasado mes de septiembre se intentó nuevamente establecer
esos corredores humanitarios, pero esta vez fue la aviación estadounidense la
que saboteó el esfuerzo, al atacar deliberadamente a varias decenas de soldados
sirios, matando a más de 60, lo que convenció a Putin y Assad de que ya no era
posible seguir dando concesiones a Occidente, pues estaba claro que no
cumplirían con sus compromisos.
De ahí que el último intento en el Consejo de Seguridad de la
ONU por parte de Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña para establecer un cese
al fuego en Aleppo (con el objetivo de dar respiro y quizás permitir la huida
de los mercenarios terroristas), fue rechazado por Rusia y China (con esto
Beijing le demostró a Estados Unidos que no se va a amedrentar por la serie de ataques
del presidente electo Donald Trump, y por el contrario, su alianza con Moscú la
va a mantener como palanca ante las presiones de Washington).
Ahora el ejército sirio prácticamente ya domina el 93% del
Este de Aleppo, y están a punto de derrotar a los mercenarios terroristas, lo
que ha provocado una histérica reacción de los neoconservadores en los medios
de comunicación de Estados Unidos.
Basta mencionar que una de las principales voceras del
neoconservadurismo, Christiane Amanpour (casada con el ex subsecretario de
Estado y miembro destacado del neoconservadurismo, James Rubin), gritaba fuera de sí el pasado viernes 9 de diciembre
en su programa de CNN, “que aún había tiempo” de armar a los mercenarios
terroristas (que ellos llaman “rebeldes moderados”) para mantener la
resistencia; el ex embajador Peter Galbraith señalaba que lo que se debía hacer
era aceptar la derrota y negociar con Moscú alguna amnistía para los “rebeldes”.
Pero Amanpour y otra neoconservadora, Evelyn Farkas, casi en las lágrimas
ambas, señalaban que algo se podría hacer todavía.
Farkas dio una pista de lo que los neoconservadores van a
seguir impulsando, pues afirmó que los restos de los grupos mercenarios van a
mutar en células terroristas, y como le sucedió al ejército estadounidense en Irak,
van a atacar al ejército sirio y a los rusos con carros bombas, ataques
terroristas a diferentes lugares como mercados, estaciones de trenes,
aeropuertos, etc. y así mantener la presión sobre Assad.
Así que estos asesinos ante su derrota, pretenden mantener el
terror contra el gobierno y el pueblo sirios, al menos como venganza contra
ellos, porque se supieron defender contra estos terroristas, que por lo pronto
se tienen que tragar el triunfo de Assad y Putin.
Pero el nuevo presidente de Estados Unidos, el egocéntrico y
bastante ignorante Donald Trump, está rodeado de neoconservadores y de
subordinados del lobby pro Israel (empezando por su yerno Jared Kushner), tales
como Flynn, Mattis, Kelly, Pompeo, Manuchin, Cohn, etc. Por lo que muy factiblemente,
en unos meses veremos nuevos “ataques de falsa bandera” dentro de Estados
Unidos, que serán apropiadamente adscritos a Irán, o a Assad a algún nuevo
grupo terrorista, con objeto de convencer al nuevo gobierno y al ingenuo y
manipulable pueblo estadounidense de que deben enviar miles de soldados al
Medio Oriente, con el objetivo de seguir con la estrategia del caos,
especialmente dirigida contra Siria e Irán.
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