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Zapata

lunes, 9 de noviembre de 2015

TRES PROCESOS QUE PROVOCARÁN LA PEOR CRISIS EN LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO

Se están desarrollando tres procesos en lo político, económico y social, que llevarán a México a una crisis sistémica mayúscula en los próximos 3 a 5 años.

Proceso de destrucción de la vertiente progresista.

La subclase política del país -que representa los intereses de camarillas y grupos de interés (y en muchos casos, asociada al crimen organizado), no los de la ciudadanía, concentrada en la “partidocracia” (PRI, PAN, PRD, PVEM y PANAL), tiene la encomienda de desnaturalizar (PRD), destruir (SME, CNTE) y demonizar (MORENA, PT), a la vertiente de izquierda política y social que intente poner en entredicho el modelo neoliberal de explotación salvaje de los recursos humanos y naturales del país, y de saqueo de sus recursos financieros.
En las elecciones locales (ahí está el caso de las últimas en Chiapas, con compra de votos e intimidaciones), federales (utilización de “candidatos independientes” para dividir la votación progresista, o llamados a no votar; uso ilegal de recursos públicos para apoyar a candidatos pro sistema, violaciones sistemáticas a la ley por parte del PVEM para aumentar su votación, etc.) en la nominación de ministros para la Suprema Corte (Medina Mora y fallida candidatura de Cervantes), en los intentos por capturar espacios críticos y de libre pensamiento, como la UNAM (fallida candidatura de Alcocer) y hasta en el otorgamiento de una presea tan significativa como la Belisario Domínguez en el Senado –que a partir de ahora ha quedado totalmente en el desprestigio- a un plutócrata como el multimillonario Alberto Bailléres, se advierte claramente la estrategia de conquista por parte de la coalición neoliberal de todo el aparato político, para cerrarle cualquier espacio a una alternativa distinta a dicho proyecto.
Al mismo tiempo, no es sólo cerrar los espacios a partidos políticos o grupos que tengan vínculos cercanos con la población mayoritaria del país (clases medias bajas y pobres), sino la intención es presentarlos como las “amenazas” al desarrollo del país y por lo mismo, como personas o grupos sujetos a ser perseguidos y eliminados del escenario político nacional.
En resumidas cuentas, la clase dominante del país ya no desea oposición alguna a su proyecto depredador (ahí está ese intento de anuncio del gobierno federal con el infame “ya chole con tus quejas”;  o la intimidante entrevista del Secretario de la Defensa en donde prácticamente advirtió a la sociedad civil y a los organismos defensores de los derechos humanos que no se metan más con las Fuerzas Armadas, pues no lo van a tolerar).
Y qué decir de los “francotiradores”  de la prensa, que un día sí y otro también salen a estigmatizar cualquier protesta o inconformidad social, así como a López Obrador (dirigente de Morena), o a los profesores de la CNTE o a cualquier grupo que se oponga a la destrucción salvaje del medio ambiente, a la explotación brutal de la mano de obra y al saqueo de los recursos financieros del país que realizan los corruptos gobernantes, los plutócratas y sus socios de las corporaciones trasnacionales y del crimen organizado.

Proceso de mayor depauperación de la población.

Con la entrada en vigor del Acuerdo Transpaciífico (ATP), probablemente a principios de 2017, que viene a ser un Tratado de Libre Comercio de América del Norte con esteroides, cientos de miles de pequeños y medianos productores en el campo y la ciudad quedarán barridos con la importación de miles de productos de los otros 11 países que forman parte del acuerdo, y que seguramente con menores costos (y ayudas de sus gobiernos como lo hacen Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, pero no así México), destruirán la competencia local (como ya lo hizo China en ropa y calzado, sin tener un tratado de libre comercio), y mandarán a la miseria a decenas de miles de familias mexicanas, que no tendrán otra opción más que refugiarse en la economía informal, y por supuesto caer en las redes de la economía criminal.
Este proceso de depauperación de más población en el país, se va a enlazar con una política migratoria restrictiva por parte de Estados Unidos, ya sea que gane la presidencia Donald Trump o no, y esto será así porque difícilmente cualquier nuevo presidente de dicho país va a poder obviar el enorme enojo de una buena parte de la población estadounidense con respecto a los inmigrantes indocumentados.
Así que lo más probable es que se construya una parte del muro prometido en la frontera, se aumenten las deportaciones, se pongan más obstáculos a las empresas para contratar trabajadores indocumentados y se dificulte el envío de remesas al país, todo lo cual va a golpear brutalmente a millones de mexicanos, que ante la falta de opciones en México, dependen de lo que ganan en Estados Unidos para enviar a sus familias, y si este mecanismo de compensación se afecta o peor aún se derrumba, la pobreza en el país se va a disparar, todavía más.
La reforma energética está abriendo miles y miles de kilómetros cuadrados a la explotación salvaje de los recursos energéticos del país por parte de unas cuantas trasnacionales que van a devastar el medio ambiente, van a comprar (forzadamente, según los términos de la nueva legislación), la tierra de cientos de miles de campesinos (muchos de ellos de los pueblos indígenas), y van a desplazar a comunidades enteras para la explotación de estos recursos.
Si a lo anterior se suma el proceso que ya lleva años en materia de explotación minera y construcción de hidroeléctricas que desplazan a cientos de miles de campesinos y pobladores, además de afectar gravemente el medio ambiente, el proceso de depauperación de prácticamente el 80% de la población (que según el Coneval tiene una o más vulnerabilidades en materia de empleo, ingreso, salud, alimentación, vivienda, educación) se va a extender y acelerar exponencialmente.

Proceso de destrucción del tejido y de lo que queda de la cohesión social.

Las comunidades, los pueblos, las pequeñas y medianas ciudades, los barrios, las colonias se edifican y desenvuelven en torno a ciertas actividades productivas que les dan sustento, y alrededor de ellas se conforma un entramado social diverso (escuelas, iglesias, hospitales, centros comunitarios, canchas deportivas, etc.), que le dan una densidad específica y una cierta solidez para enfrentar los retos a los que se enfrentan, ya sea desastres naturales, crisis económicas, epidemias, grupos criminales, etc.
Pero si esas comunidades, barrios, pueblos son privados de esas oportunidades de subsistencia, y adicionalmente se criminaliza y/o reprime los medios que tienen para presentar sus demandas o canalizar sus protestas, llámense partidos políticos, sindicatos, organizaciones campesinas, estudiantiles, magisteriales, de derechos humanos, etc. lo que se está haciendo es condenarlos a tres opciones: la rebelión violenta, la anarquía y/o la alianza con grupos criminales.
Cualquiera de ellas es claramente un retroceso respecto a la situación actual (que para nada es optimista), pero tal parece que a las clases dominantes no les importa eso, su único interés es controlar por completo el sistema político, sin interferencias ni oposiciones; aumentar todavía más su riqueza; y aplastar cualquier demanda de justicia, de equidad o de eliminación de la desigualdad. Y eso va a derivar, muy rápidamente, en una dictadura como las que existieron en su momento en Sudamérica y Centro América.

¿Cómo detener esos tres procesos?

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