TRES PROCESOS QUE PROVOCARÁN LA PEOR
CRISIS EN LA HISTORIA CONTEMPORÁNEA DE MÉXICO
Se están desarrollando tres procesos en lo político,
económico y social, que llevarán a México a una crisis sistémica mayúscula en
los próximos 3 a 5 años.
Proceso de destrucción de la vertiente progresista.
La subclase política del país -que representa los intereses
de camarillas y grupos de interés (y en muchos casos, asociada al crimen
organizado), no los de la ciudadanía, concentrada en la “partidocracia” (PRI,
PAN, PRD, PVEM y PANAL), tiene la encomienda de desnaturalizar (PRD), destruir
(SME, CNTE) y demonizar (MORENA, PT), a la vertiente de izquierda política y
social que intente poner en entredicho el modelo neoliberal de explotación
salvaje de los recursos humanos y naturales del país, y de saqueo de sus
recursos financieros.
En las elecciones locales (ahí está el caso de las últimas en
Chiapas, con compra de votos e intimidaciones), federales (utilización de “candidatos
independientes” para dividir la votación progresista, o llamados a no votar;
uso ilegal de recursos públicos para apoyar a candidatos pro sistema,
violaciones sistemáticas a la ley por parte del PVEM para aumentar su votación,
etc.) en la nominación de ministros para la Suprema Corte (Medina Mora y
fallida candidatura de Cervantes), en los intentos por capturar espacios
críticos y de libre pensamiento, como la UNAM (fallida candidatura de Alcocer)
y hasta en el otorgamiento de una presea tan significativa como la Belisario
Domínguez en el Senado –que a partir de ahora ha quedado totalmente en el
desprestigio- a un plutócrata como el multimillonario Alberto Bailléres, se advierte
claramente la estrategia de conquista por parte de la coalición neoliberal de
todo el aparato político, para cerrarle cualquier espacio a una alternativa
distinta a dicho proyecto.
Al mismo tiempo, no es sólo cerrar los espacios a partidos
políticos o grupos que tengan vínculos cercanos con la población mayoritaria
del país (clases medias bajas y pobres), sino la intención es presentarlos como
las “amenazas” al desarrollo del país y por lo mismo, como personas o grupos
sujetos a ser perseguidos y eliminados del escenario político nacional.
En resumidas cuentas, la clase dominante del país ya no desea
oposición alguna a su proyecto depredador (ahí está ese intento de anuncio del
gobierno federal con el infame “ya chole con tus quejas”; o la intimidante entrevista del Secretario de
la Defensa en donde prácticamente advirtió a la sociedad civil y a los organismos
defensores de los derechos humanos que no se metan más con las Fuerzas Armadas,
pues no lo van a tolerar).
Y qué decir de los “francotiradores” de la prensa, que un día sí y otro también
salen a estigmatizar cualquier protesta o inconformidad social, así como a
López Obrador (dirigente de Morena), o a los profesores de la CNTE o a cualquier
grupo que se oponga a la destrucción salvaje del medio ambiente, a la
explotación brutal de la mano de obra y al saqueo de los recursos financieros
del país que realizan los corruptos gobernantes, los plutócratas y sus socios
de las corporaciones trasnacionales y del crimen organizado.
Proceso de mayor depauperación de la población.
Con la entrada en vigor del Acuerdo Transpaciífico (ATP),
probablemente a principios de 2017, que viene a ser un Tratado de Libre
Comercio de América del Norte con esteroides, cientos de miles de pequeños y
medianos productores en el campo y la ciudad quedarán barridos con la
importación de miles de productos de los otros 11 países que forman parte del
acuerdo, y que seguramente con menores costos (y ayudas de sus gobiernos como
lo hacen Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, pero no así México), destruirán
la competencia local (como ya lo hizo China en ropa y calzado, sin tener un
tratado de libre comercio), y mandarán a la miseria a decenas de miles de
familias mexicanas, que no tendrán otra opción más que refugiarse en la economía
informal, y por supuesto caer en las redes de la economía criminal.
Este proceso de depauperación de más población en el país, se
va a enlazar con una política migratoria restrictiva por parte de Estados
Unidos, ya sea que gane la presidencia Donald Trump o no, y esto será así
porque difícilmente cualquier nuevo presidente de dicho país va a poder obviar
el enorme enojo de una buena parte de la población estadounidense con respecto
a los inmigrantes indocumentados.
Así que lo más probable es que se construya una parte del
muro prometido en la frontera, se aumenten las deportaciones, se pongan más
obstáculos a las empresas para contratar trabajadores indocumentados y se
dificulte el envío de remesas al país, todo lo cual va a golpear brutalmente a
millones de mexicanos, que ante la falta de opciones en México, dependen de lo
que ganan en Estados Unidos para enviar a sus familias, y si este mecanismo de
compensación se afecta o peor aún se derrumba, la pobreza en el país se va a
disparar, todavía más.
La reforma energética está abriendo miles y miles de kilómetros
cuadrados a la explotación salvaje de los recursos energéticos del país por
parte de unas cuantas trasnacionales que van a devastar el medio ambiente, van
a comprar (forzadamente, según los términos de la nueva legislación), la tierra
de cientos de miles de campesinos (muchos de ellos de los pueblos indígenas), y
van a desplazar a comunidades enteras para la explotación de estos recursos.
Si a lo anterior se suma el proceso que ya lleva años en
materia de explotación minera y construcción de hidroeléctricas que desplazan a
cientos de miles de campesinos y pobladores, además de afectar gravemente el
medio ambiente, el proceso de depauperación de prácticamente el 80% de la
población (que según el Coneval tiene una o más vulnerabilidades en materia de
empleo, ingreso, salud, alimentación, vivienda, educación) se va a extender y
acelerar exponencialmente.
Proceso de destrucción del tejido y de lo que queda de la cohesión
social.
Las comunidades, los pueblos, las pequeñas y medianas
ciudades, los barrios, las colonias se edifican y desenvuelven en torno a
ciertas actividades productivas que les dan sustento, y alrededor de ellas se
conforma un entramado social diverso (escuelas, iglesias, hospitales, centros
comunitarios, canchas deportivas, etc.), que le dan una densidad específica y
una cierta solidez para enfrentar los retos a los que se enfrentan, ya sea
desastres naturales, crisis económicas, epidemias, grupos criminales, etc.
Pero si esas comunidades, barrios, pueblos son privados de
esas oportunidades de subsistencia, y adicionalmente se criminaliza y/o reprime
los medios que tienen para presentar sus demandas o canalizar sus protestas,
llámense partidos políticos, sindicatos, organizaciones campesinas,
estudiantiles, magisteriales, de derechos humanos, etc. lo que se está haciendo
es condenarlos a tres opciones: la rebelión violenta, la anarquía y/o la
alianza con grupos criminales.
Cualquiera de ellas es claramente un retroceso respecto a la
situación actual (que para nada es optimista), pero tal parece que a las clases
dominantes no les importa eso, su único interés es controlar por completo el
sistema político, sin interferencias ni oposiciones; aumentar todavía más su
riqueza; y aplastar cualquier demanda de justicia, de equidad o de eliminación
de la desigualdad. Y eso va a derivar, muy rápidamente, en una dictadura como
las que existieron en su momento en Sudamérica y Centro América.
¿Cómo detener esos tres procesos?
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