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Zapata

lunes, 6 de enero de 2014

Separatismos (6 de Enero 2014)

Este año está confirmada la realización de un referéndum en Escocia, el próximo 18 de septiembre, para definir si permanece dentro del Reino Unido de la Gran Bretaña, o se separa, impulsado por el dirigente del Partido Nacional Escocés, Alex Salmond; y en España, la Generalitat de Cataluña, cuyo presidente es Artur Mas, está planteando la posibilidad de un referéndum para el próximo 9 de noviembre, con objeto de consultar a los habitantes de esa región autónoma española sobre la posibilidad de separarse del Reino de España (el Congreso de los Diputados ha señalado que no existe fundamento constitucional para tal referéndum).

Si a lo anterior le agregamos que en 2012 el Partido Québécois, pro independentista, formó un gobierno minoritario en esa provincia canadiense, y su líder, Pauline Marois mencionó la posibilidad de convocar a un tercer referéndum en busca de la independencia de Canadá (en los dos anteriores de 1980 y 1995, los independentistas obtuvieron 40% y 49% de los sufragios, respectivamente), nos encontramos entonces ante una tendencia cada vez más acentuada en ciertos países desarrollados, en donde algunas regiones advierten más desventajas que ventajas en su permanencia en Estados multinacionales.

Hay muchos otros casos en el mundo en donde regiones más desarrolladas, desean separarse pues consideran que subsidian en exceso a las menos desarrolladas (caso del Norte de Italia respecto al Sur), o que sumado a las disparidades socioeconómicas entre unas y otras, se encuentran las diferencias linguísticas y culturales (por ejemplo flamencos en el Norte y valones en el Sur de Bélgica).

¿Por qué en una etapa caracterizada por la globalización de las finanzas, la producción, la información, las comunicaciones y los transportes; y en algunos casos, como en Europa, la libre circulación de las personas, se está desarrollando un sentimiento de pertenencia más local, más particularista, más cerrado a las influencias del exterior?

No todos los casos son iguales, cada país y región tiene sus características propias, pero parecen existir algunos rasgos comunes que explicarían este sentimiento de al menos partes significativas de provincias y regiones, que desean separarse de Estados más grandes a los que han pertenecido hasta ahora.

1. La globalización de las finanzas, de la información, de gran parte de la producción y los servicios, normalmente trae actores nuevos y más poderosos a espacios políticos y socioeconómicos antaño cerrados, o menos integrados con el ámbito internacional, lo que provoca reacciones de grupos políticos y sectores empresariales locales, que rechazan una competencia que tiene nuevos métodos, más capital y mucho menos escrúpulos en sus prácticas comerciales o sociales (por ejemplo, las empresas transnacionales o las redes sociales no respetan tradiciones locales o escalas de valores propias de regiones y localidades; por el contrario, se dan invasiones estandarizadas acerca de la manera de consumir, de educar, de desarrollar los negocios, o de interpretar la religión, la familia, etc.)

2. Con el separatismo esas élites locales y grupos políticos regionales tienen mejores posibilidades de controlar decisiones acerca de la integración económica o no con otros espacios económicos más amplios (por ejemplo en tratados de libre comercio o acuerdos como los de la Unión Europea). Tales serían los casos de Québec y Escocia, en donde algunos sectores de la población, quizás hayan experimentado más dificultades que beneficios con el NAFTA y con la integración al mercado europeo.

3. Por el contrario, otras regiones, como Cataluña o el Norte de Italia, siendo las más desarrolladas en sus países, consideran que su aportación al fisco es excesiva, lo que limita sus posibilidades de acumular más capital y por lo tanto aumentar su poder. Para estas regiones, el separatismo implicaría dejar de aportar a regiones menos desarrolladas, a las que ven como un lastre, y por el contrario, con una población reducida, educada y con mejor nivel de vida, sus posibilidades de integrarse exitosamente al espacio común europeo serían mejores.

4. Como un punto fundamental se encuentra la cuestión cultural y linguística, pues las diferencias en esos ámbitos han generado las mayores confrontaciones entre los grupos nacionales mayoritarios y los que están en desventaja numérica. El caso de la represión a los diversos grupos linguísticos en la España franquista es el mejor ejemplo de ello, así como el predominio del idioma inglés sobre el francés en la mayor parte de Canadá, lo que dio lugar a una reivindicación de este idioma como la única lengua oficial en la provincia de Québec.

5. El centralismo que caracteriza las decisiones de los Estados actuales, con objeto de integrarse a acuerdos comerciales o de integración económica, implica que las provincias queden normalmente relegadas en las negociaciones que las autoridades "nacionales" realizan en nombre del resto del país, y en muchas ocasiones esas negociaciones definen perdedores y ganadores a conveniencia de los grupos con más poder e influencia, dejando de lado consideraciones regionales y locales (caso del NAFTA, que ha devastado al campo mexicano, y en Estados Unidos ha provocado la desindustrialización de muchas ciudades).

Es indudable que espacios político-económico más pequeños, con menos recursos naturales y población, no se convertirán en "grandes jugadores" en el tablero del ajedrez mundial geopolítico y geoeconómico. Peor aún, por ejemplo Québec, rodeado de Canadá y Estados Unidos, no tendría otra opción que entrar al NAFTA de alguna forma; los mismo Cataluña y Escocia en el caso de la Unión Europea, a riesgo de quedar marginados de las corrientes principales de comercio, finanzas, producción y servicios. Y las fuerzas y líderes políticos que impulsan estos separatismos lo saben bien.

Pero lo que buscan sobre todo, es un marco más cercano a su propio entorno en donde la toma de decisiones fundamentales que afectan a esas regiones, ya no quede en manos de tecnócratas, políticos y grandes empresarios alejados de esas zonas; sino poder tener una voz en los procesos de integración económica y política a nivel internacional, y a la vez, asegurar las características "nacionales" de esos grupos y regiones.

Existen razones válidas de muchas regiones y grupos en Estados multinacionales ante el avasallamiento que experimentan de instancias cada vez más alejadas de su realidad y entorno nacionales; existen otras razones que tienen que ver más con la búsqueda de mantener espacios de poder locales por parte grupos y sectores que se ven afectados con la globalización; y existen razones culturales e históricas que responden a la idiosincracia y características propias de grupos sociales, que desean proteger y mantener su herencia y valores socioculturales.

Por el otro lado, una balcanización de diversos países, puede generar enconos, disputas y divisiones, y con ello más problemas internacionales (uso de recursos naturales compartidos, delimitación de fronteras, extensión de los grupos nacionales, como los catalanes y vascos que se extienden hasta Francia; representación ante organismos internacionales, etc.), por lo que afirmar categóricamente que solo la separación es la solución; o a la inversa, insistir en la completa integridad de los Estados, son posiciones extremas, por lo que cada caso deberá ponderarse y analizarse a fondo, antes de pronunciarse definitivamente en favor o en contra de esta ola de propuestas de separatismo que se vislumbran en el cercano horizonte.




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