El pasado 15 de octubre de 2013 se llevó a
cabo en la universidad de Baylor (Waco, Texas), la conferencia “NAFTA in the
Context of a Changing Global Economy” (El Tratado de Libre Comercio de América
del Norte en el contexto de una economía global cambiante), con motivo del 20
aniversario de la firma y aprobación del North American Free Trade Agreement
(NAFTA), entre Estados Unidos, México y Canadá. El conferencista fue Robert B.
Zoellick, ex presidente del Banco Mundial.
Vale la pena recuperar lo que dice este
miembro de la élite política y económica de Estados Unidos, pues delinea el
plan a futuro que tiene Washington para la conformación de una región común que
será “Norteamérica”, y el triste y pobre papel que en ella jugará México.
Pero primero veamos quien es Robert B.
Zoellick, ya que es un personaje que ha estado íntimamente vinculado con los
cambios que los sucesivos gobiernos de nuestro país han venido realizando en
los últimos 30 años, para integrar completamente a México dentro de los planes
y las políticas diseñadas en Washington y Nueva York.
Zoellick es un historiador (Swarthmore
College, Pennsylvania) y abogado (Harvard, Mass.), que desde muy joven se
integró al gobierno, primero bajo las órdenes de James A. Baker en el Departamento
del Tesoro (1985 a 1988); y después, cuando Baker fue nombrado por George H.W.
Bush secretario del Departamento de Estado, Zoellick llegó a ser Sub secretario
de Asuntos Económicos y Agrícolas.
Posteriormente fue nombrado sub jefe de la
Oficina del Presidente Bush, y al terminar éste su periodo, Zoellick se fue
como vicepresidente de la empresa semi-gubernamental conocida como Fannie Mae
(1993-97), encargada de comprar hipotecas en el mercado secundario, especialmente
las denominadas subprime, las que
después se convertirían en la “manzana envenenada” que la plutocracia de Wall
Street esparció por el mundo, y que serían la causa primordial de la crisis
financiera mundial del 2008.
Es muy importante este dato, porque en
esos años Zoellick coincidió en esta política fraudulenta con otros miembros
del establishment político y
económico de Estados Unidos (Alan Greenspan en la Reserva Federal, Robert Rubin
en el Departamento del Tesoro, el diputado demócrata Barney Frank en el Comité
de Servicios Financieros de la Cámara de Representantes y quien impulsó
decididamente ese tipo de créditos; Herb Moses, el amante de Frank, quien se
encargó precisamente en Fannie Mae de concebir los créditos subprime; el senador demócrata Charles Schumer,
otro “campeón” de estos créditos, entre otros; Ver Crisis Financiera del 2008 en este mismo blog), y después se
encargó de encubrirla, desde otras posiciones de poder a las que llegó.
Al dejar Fannie Mae, Zoellick se fue a dar
clases a Harvard, pero al mismo tiempo fue nombrado Asesor Senior Internacional
en Goldman Sachs, la institución financiera que a la postre resultaría más
beneficiada del crack del 2008 (Ver artículo citado Crisis Financiera del 2008 en este blog).
El haber trabajado en Fannie Mae y Goldman
Sachs demostró que Zoellick formaba parte de la cábala de financieros internacionales que manejan a su antojo la
Reserva Federal, el Departamento del Tesoro y las principales instituciones
financieras de Wall Street.
Aún más importante, vale la pena señalar
que Zoellick formó parte del grupo de neoconservadores que elaboraron el
llamado Project for a New American
Century (PNAC), establecido en 1997, y en el que se urgía al presidente
Clinton a llevar a cabo una guerra contra Irak para lograr un cambio de régimen,
e iniciar una serie de transformaciones en el Medio Oriente. Peor aún, los miembros del PNAC se lamentaban de que el
proceso de cambio en el Medio Oriente y en el mundo para que Estados Unidos
pudiera asumir plenamente su liderazgo, podría llevar mucho tiempo, pero no
sería así si llegara a suceder un evento catastrófico que catalizara el
proceso, tal como sucedió con Pearl Harbor ("Further, the process of transformation,
even if it brings revolutionary change, is likely to be a long one, absent some
catastrophic and catalyzing event––like a new Pearl Harbor”).
Prácticamente se llamaba a la realización
de un “ataque” a Estados Unidos, que permitiera convencer a la población de la
necesidad de los cambios propuestos por los neoconservadores, lo que ha dado la
pauta para pensar que el 9/11 fue una acción realizada con esas intenciones.
Después Zoellick fue el US Trade
Representative (Representante Comercial de los Estados Unidos) de 2001 a 2005;
subsecretario de Estado de 2005 a 2006, para posteriormente ser nombrado
presidente del Banco Mundial (2007-2012), en sustitución de otro neoconservador
y gran impulsor de la guerra contra Irak, Paul Wolfowitz.
Obviamente, desde el Banco Mundial,
Zoellick apoyo todas las medidas para justificar el “salvamento” de los
fraudulentos bancos y casas de bolsa que instrumentaron la mega crisis de 2008
para enriquecerse estratosféricamente, acaparar todavía más mercado y reafirmar
el dominio del capital financiero especulativo en la economía mundial.
Ahora Zoellick está de regreso en su alma mater Harvard, y desde ahí se ve
claramente su intención de posicionarse (o más bien, los mega bancos lo están
posicionando), como el próximo líder de la nueva etapa integracionista del
NAFTA.
El propio Zoellick, durante la conferencia
que impartió en la universidad Baylor, confirmó sus estrechas vinculaciones con
miembros de la tecnocracia mexicana, con los que ha trabajado en diferentes
cuestiones en las relaciones México-Estados Unidos, como la negociación de la
deuda externa, la del NAFTA y la participación de México en el G20, entre otras.
Mencionó su buena relación con José Córdoba (ex Jefe de la oficina de la
Presidencia con Carlos Salinas y para muchos, sospechoso de estar involucrado
en los graves sucesos de 1994, que llevaron al asesinato del candidato del PRI
a la presidencia de la República, Luis Donaldo Colosio; así como en la profunda crisis económica de fines de 1994-1996); obviamente con el
expresidente Zedillo (quien resultó beneficiado a la muerte de Colosio, pues
fue nombrado candidato substituto y llegó a la presidencia; además de ser el
favorito de Córdoba en el proceso de sucesión), a quien Zoellick nombró encargado de la “reforma
del Banco Mundial”, cuando estuvo al frente de dicha institución; con
el actual gobernador del Banco de México, Agustín Carstens, que el mismo
Zoellick reveló era su candidato (el de Wall Street), para dirigir al FMI
(finalmente Estados Unidos tuvo que aceptar el acuerdo que se tiene con la
Unión Europea para que dicho continente nombre al Director Gerente del Fondo
Monetario Internacional); y con Jaime Serra Puche, ex secretario de Comercio de
México en el sexenio de Carlos Salinas, y ex titular de la Secretaría de
Hacienda cuando estalló la crisis económica en México, en diciembre de 1994.
Pues bien, Zoellick señalo sin ningún
empacho que el siguiente paso en el NAFTA debe llevar a los siguientes
objetivos:
En una economía internacional cambiante,
es necesario un “continente” (sic) fuerte, conformado por dos países
desarrollados (Estados Unidos y Canadá) y uno en rápido desarrollo (sic), que
sería México.
Las tres “democracias”, con una población
de casi 500 millones de habitantes, tendrían “suficiencia energética” (ahí está
la reforma energética de Peña) y de exportaciones; un sistema de
infraestructura integrado (en los casos de México y Canadá, integrado al
mercado de Estados Unidos); industrias manufactureras y servicios
complementarios; un esfuerzo común para desarrollar capital humano, a través de
la innovación educativa, ligada a las “habilidades de la fuerza de trabajo” y
políticas de inmigración “pro-crecimiento”; una visión de seguridad “común” e
intereses compartidos en política exterior.
Con esto, según Zoellick, “Norte América”,
estará bien posicionada para “contender” con 1300 millones de chinos y con
otras regiones y pueblos del mundo.
En la próxima entrega analizaremos con más
detalle cada propuesta de Zoellick (que refleja muy bien el proyecto de las
élites política y económica de Washington y Nueva York), para fortalecer a
Estados Unidos en su competencia mundial por la hegemonía, principalmente ante
China, pero también ante Rusia y el resto de los denominados BRICS.
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