LA VISITA DE KAMALA HARRIS REAFIRMA
HEGEMONÍA DE ESTADOS UNIDOS
Ya no hubo
necesidad de hacerle ver al presidente López Obrador (AMLO) y a su gobierno,
que la administración Biden tomó nota de su enojo por el financiamiento de
Washington a organizaciones no gubernamentales (ONG) que denuncian la
corrupción y las violaciones a los derechos humanos.
No parece
que habrá una contestación formal a la nota diplomática sobre este asunto, que
la cancillería mexicana envió al Departamento de Estado el 3 de mayo pasado.
Todo indica que,
en la reunión del secretario de Relaciones Exteriores de México, Marcelo
Ebrard, con el secretario de Estado, Antony Blinken, en San José, Costa Rica,
la semana pasada, se llegó al acuerdo de que este tema ya no debía seguir discutiéndose
públicamente, como lo había venido haciendo AMLO en las conferencias de prensa
mañaneras, ya que la posición del gobierno de Estados Unidos no va a cambiar, y
seguir con el tema iba a agriar y a complicar el resto de asuntos en la
relación bilateral.
Si Ebrard se
lo pudo hacer entender al siempre terco AMLO o no, no se puede saber; pero por
lo pronto, todo indica que el tema del intervencionismo estadounidense en la
política interna mexicana, vía su financiamiento de ONG, no se mencionó durante
la visita de la vicepresidenta Kamala Harris a México; y al parecer, ya ha
pasado a un segundo plano en la agenda bilateral.
Con respecto
a la visita, se puede afirmar, sin lugar a dudas, que el gobierno de Biden se
dio a la tarea de amarrar a su vecino del sur como un aliado confiable, en
momentos en que la hegemonía estadounidense en el mundo declina, por lo que la
necesidad de que México se alinee con la agenda estratégica y económica de
Washington resultaba imperativo.
Así, Harris
no vino sólo a hablar de migración, pues según el comunicado[1] dado a conocer por la Casa
Blanca al terminar la visita, esta abarcó varios temas de gran relevancia para
ambos países.
En primer
lugar, el comunicado señala que se retomará el diálogo económico de alto nivel
entre ambos gobiernos, para poner énfasis en facilitación comercial, telecomunicaciones,
interconectividad y “resiliencia” de las cadenas de suministro.
¿Por qué se
inicia con el tema económico, en vez del que se suponía era el principal, es
decir el tema migratorio?
Primero, hay
que tomar en cuenta que en el Senado de Estados Unidos se acaba de aprobar (con
una votación de 68 a favor y 32 en contra) la Innovation and Competition Act,
que asigna 250 mil millones de dólares para impulsar la investigación y
producción de tecnología (inteligencia artificial, robótica, red 5G, ´semiconductores,
etc.), para enfrentar el avance chino en este sector.
Llama la
atención que republicanos y demócratas se unieron para pasar esta ley, lo que
denota la importancia que tiene para el establecimiento político de Estados
Unidos el impulsar el avance de la ciencia y la tecnología, en su competición
global con China.
Pues bien,
para lograr esto, las maquiladoras, los recursos naturales y la mano de obra
mexicanas, que forman parte fundamental de las cadenas de suministro de Estados
Unidos, se convierten en un activo estratégico en esta competencia global
contra China; por lo que para el gobierno de Biden y las grandes trasnacionales
de Estados Unidos, es fundamental que no existan “cuellos de botella”,
obstáculos políticos y/o de seguridad; y /o malentendidos de cualquier tipo,
que puedan poner en riesgo estos flujos comerciales y estas cadenas de
suministro entre ambos países.
En segundo
lugar, se establece en el comunicado que se formalizará un diálogo permanente
de alto nivel en materia de seguridad, con el objetivo de atacar a las
organizaciones criminales trasnacionales y disminuir los asesinatos y las muertes
relacionadas con el tráfico de drogas.
Era lógico
que este tema tomara una importancia fundamental, ya que el gobierno de AMLO no
había establecido ninguna mecánica de trabajo con el de Biden para lidiar con
el tema de la inseguridad y la violencia.
Aquí hace
falta detenernos con más detalle.
Por un lado,
Estados Unidos manifestó de todas las formas posibles, su inconformidad con dos
decisiones del gobierno de AMLO en este tema.
Por un lado,
el no investigar, ni procesar al General Salvador Cienfuegos, después de que el
gobierno de Trump lo devolvió, dejó muy mal paradas a las agencias de seguridad
estadounidenses, especialmente a la DEA.
La segunda
decisión, derivada del tema Cienfuegos, que no gustó en Washington, fue la
aprobación de la nueva Ley de Seguridad Nacional en México, que puso numerosas
trabas y condicionantes a la actuación de las agencias de seguridad e
inteligencia de Estados Unidos.
De ahí que,
para limar asperezas y establecer un nuevo marco de cooperación en el tema de
seguridad entre ambos países, estuvieron la semana pasada en México el
subdirector de la CIA, David Cohen y el director para el hemisferio Occidental del
Consejo de Seguridad Nacional, Juan González (de origen colombiano).
En las
reuniones que ambos funcionarios tuvieron con los secretarios de la Defensa
Nacional, Marina, Seguridad, Relaciones Exteriores y del Centro Nacional de
Inteligencia, las autoridades de México les dieron a conocer a las estadounidenses
su propuesta de trabajo en el tema de seguridad.
Al parecer,
y de acuerdo con lo que se puede entrever del comunicado de la Casa Blanca, el
gobierno mexicano va a permitir una participación muy activa de las agencias de
seguridad e inteligencia de Estados Unidos en nuestro país, especialmente en
tres temas: combate a los cárteles del narcotráfico; combate a las
organizaciones de traficantes de personas y ayuda para intentar resolver (en
alguna medida), y detener, las desapariciones de personas en México, que llegan
ya a 82 mil, y que el gobierno de AMLO se ha declarado impotente para darle una
solución a tan dramático problema.
Así, la
famosa Ley de Seguridad Nacional, queda en el archivo, y las agencias de
seguridad e inteligencia de Estados Unidos van a actuar con plena libertad en
México, con la “condición” de que sus actividades estén “coordinadas” con las
de las agencias mexicanas. Esto es, ya no requerirán pedir permiso o dar
informes como se establece en la recién aprobada Ley de Seguridad Nacional,
sino solamente coordinarse (cualquier cosa que esto quiera decir), con las
autoridades mexicanas.
Habrá que
ver qué tanto se les da la gana coordinarse y avisar a las autoridades
mexicanas de lo que hagan y/o piensen hacer las 16 agencias de seguridad e inteligencia
del gobierno de Estados Unidos.[2]
Una parte
fundamental del nuevo esquema de cooperación es el mayor protagonismo que
tendrá la Secretaría de Marina, a la cual, las agencias de seguridad de Estados
Unidos le tienen más confianza que a la de Defensa, por lo que desde hace
tiempo (el gobierno de Trump), habían exigido que se hiciera cargo de aduanas y
puertos en nuestro país.
Antes de la
visita de la vicepresidenta Harris, se concretó esa nueva responsabilidad para
la Marina, con lo que una exigencia más de Washington fue cumplida.
Suponen los
estadounidenses que con la Marina en puertos y aduanas costeras disminuirá el
contrabando de fentanilo. Esto parece más “wishful thinking” de su parte, pero
por lo menos así sienten que tienen un “partner” más confiable con quien tratar
este tema.
Los asuntos
5 y 7 del comunicado, es decir, operaciones conjuntas para atacar el tráfico
humano y a las organizaciones criminales que lo realizan; y, sociedad de ambos
países para resolver los casos de desaparición en México (en donde se contempla
capacitación para mejorar las habilidades forenses de las autoridades
mexicanas, y la participación del FBI para entrenar expertos en genética),
reflejan esta otra parte del nuevo esquema de cooperación en el tema de
seguridad.
Llama la
atención que el tema preferido del canciller Ebrard, el famoso “congelamiento
de armas” en la frontera entre México y Estados Unidos, ni siquiera fue
mencionado, lo que indica que el gobierno de Biden no pretende meterse en la
pelea de controlar el flujo ilegal de armas hacia México, que tantas utilidades
da al lobby de las fabricantes de armamento, que están claramente ubicadas en
el campo del Partido Republicano. ¡Lástima Marcelo! No te hicieron caso.
Como parte
también del tema de seguridad, aunque se le quiso envolver en el manto de la
cooperación económica (atacar las causas que originan la migración), está el
tema migratorio (hasta el cuarto lugar en el comunicado), pues si bien no se
mencionó abiertamente, quedó sobre entendido que México redoblará esfuerzos,
con la Guardia Nacional, para detener la migración indocumentada en su frontera
sur, y a cambio el gobierno de Biden dará ayuda, especialmente a las
comunidades mexicanas de la frontera sur, por un total de 250 millones de
dólares, para “fortalecer las cadenas de valor en cacao, café y eco-turismo”; y
así también, se otorgará un préstamo para la construcción de casas con
hipotecas accesibles, de las cuales entre el 40 y 50% se construirán en el sur
de México; y el resto, se supone, que en Guatemala, El Salvador y Honduras.
Y, por
último, está el tema laboral, en donde seguramente el gobierno de AMLO confesó
que le era imposible aplicar la legislación laboral aprobada en México en mayo
de 2019, y que era un requerimiento de las organizaciones laborales de Estados
Unidos y Canadá para que se aprobara el T-MEC.
Por ello,
ahora el tema laboral también queda bajo la supervisión del gobierno de Estados
Unidos, que dará 130 millones de dólares para implementar la legislación
laboral, que el gobierno mexicano es incapaz de realizar, por lo que mejor
también la subroga al de Estados Unidos. Patético.
En suma, el
gobierno de AMLO tuvo que aceptar que México es un vasallo de Estados Unidos;
que acepta la tutela de Washington en materia económico-financiera-comercial;
seguridad-migración; y ahora hasta en lo laboral, por lo que los exabruptos
presidenciales sobre el intervencionismo de Estados Unidos y la defensa de la
soberanía y bla, bla, bla, quedan solo como anécdotas jocosas para la historia
de la relación bilateral.
[1]
https://www.whitehouse.gov/briefing-room/statements-releases/2021/06/08/fact-sheet-u-s-mexico-bilateral-cooperation-2/
[2]
Dependientes de 6 secretarías (Defensa, Seguridad Doméstica, Energía, Justicia,
Estado y Tesoro) y la CIA.
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