Gibrán y sus hombres, por Hernán Gómez Bruera
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septiembre 14, 2020
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por etcétera
https://www.etcetera.com.mx/nacional/recomendamos-gibran-y-sus-hombres-por-hernan-gomez-bruera/
Dicen
que lo que siembras cosechas. Gibrileaks -una manera coloquial de denominar las
múltiples fuentes anónimas y filtraciones que me han llegado acerca de Gibrán
Ramírez– son resultado del agravio que ha dejado uno de los jóvenes
intelectuales orgánicos de la 4T en su primera responsabilidad pública al
frente de la Conferencia Interamericana de Seguridad Social (CISS).
Son
tan numerosas las historias de acoso, de abuso de poder y de mal trato al
personal, que las revelaciones han llegado casi solas después de mi último
artículo sobre el tema en las páginas de El Heraldo.[1]
“Cuando
le dices a Gibrán y su gente que están haciendo algo indebido”, contó un
trabajador administrativo, “te hacen la vida imposible. Si haces todo lo que
ellos quieren te dan un bono, si los cuestionas te reducen el sueldo o amenazan
con despedirte”, agregó una ex trabajadora.
El
principal instrumento de presión son los contratos. La práctica más común hoy
en este organismo, que supuestamente se dedica a promover derechos laborales,
es la misma que practican muchas empresas en México: la gente que ingresa firma
un contrato, sin que jamás te lo devuelvan firmado por el patrón. Con ello, “en
el momento que quieren cambian los términos de la relación laboral sin que tú
puedas hacer nada”, revela un testimonio.
Pobre
de quien se le ocurra cuestionar ese estado de cosas. Cuentan los trabajadores
que en alguna ocasión alguien osó reclamarlo a Jorge Esparza, el hombre de
Gibrán al frente de la dirección de administración, y este rompió a gritos en
medio del pasillo para advertir: “al que no le guste que se vaya a la verga”.
Varios
trabajadores han sido presionados para firmar su renuncia. Un mismo patrón se
repite: los llaman a una oficina de recursos humanos, les comunican su despido
y los retienen con personal de vigilancia en actitud amenazante, hasta que
firmen. Si se niegan a hacerlo, les advierten que tienen un expediente
incriminatorio o que arruinarán su reputación.
Por
eso mis fuentes han pedido el más estricto anonimato. Porque tienen miedo.
Sobre todo, las mujeres. No hay una sola que haya salido de la CISS capaz de
defender la gestión de Gibrán Ramírez y sus hombres.
En
estas líneas trato de ser lo más fiel que he podido al testimonio de las
víctimas.
El
principio
Buscando
emular al presidente López Obrador, el 10 de abril de 2019 Gibrán Ramírez
organizó una gran celebración con motivo de sus primeros 100 días al frente de
la CISS, el organismo internacional con sede en México que el IMSS financia
todos los años con más de 90 millones de pesos de las cuotas obrero-patronales.
En
esa ocasión, el hoy candidato a presidir Morena presentó un discurso potente,
bien articulado e inspirador. Un texto lleno de frases bien armadas, donde
explicaba que había llegado a esa institución para transformarla de raíz.
Quienes
en ese momento admirábamos a este joven queríamos tener amistad con él y
emprender proyectos con él. Lo veíamos como el referente de una nueva
generación, de otro estilo de hacer política. Poco tiempo después, sin embargo,
empezamos a ver cómo ese personaje se degradó.
Aquel
día de abril, sin embargo, al escuchar a Gibrán parecía que uno estaba ante una
joven promesa. Era imposible imaginar que tan poco tiempo después comenzaría a
ser visto como una triste realidad. La reproducción, en mayor o menor escala,
de viejas prácticas políticas. De lo que no debe ser la autoproclamada 4T.
Quizás
porque era necesario ponerse a tono con el discurso de austeridad del
presidente, ese día Ramírez denunció la forma en que la organización había
despilfarrado su presupuesto en el pasado; la existencia de trabajos hechos a
sobrecostos millonarios, la falta de lineamientos para ejercer los recursos,
los vicios legales que “obstaculizaban la transparencia”; los bonos de
productividad y las compensaciones injustificadas que se otorgaban “a la menor
oportunidad”.
Muchos
de estos vicios, como escribí la semana pasada, se han reproducido en mayor o
menor medida bajo el mando de Gibrán Ramírez (https://bit.ly/33AiIVZ), a pesar de que en
estos meses le echó algo de pintura a los muros putrefactos de la organización.
Para muestra está el hecho de que, ese día, Gibrán señaló que su sueldo sería
inferior a los 100 mil pesos.
Al
momento, sin embargo, el secretario general de la CISS se ha negado a
transparentar su sueldo. El IMSS, que formalmente preside el organismo, tampoco
ha respondido a las peticiones formuladas a través del INAI para conocer el
tabulador salarial de la organización, al argumentar que “no cuenta con la información
solicitada”. Ese vacío de información, naturalmente, se ha llenado de
especulaciones. Mis fuentes aseguran que Gibrán cobra cerca de 150 mil pesos
mensuales, además de no estar sujeto al pago de impuestos.
Las
promesas incumplidas
Al
inicio de su gestión, Gibrán puso la vara alta: “Se acabaron los gastos
personales cargados a la cuenta del organismo”, dijo claramente, “las comitivas
que viajaban a todo lujo y duplicaban viáticos, los gastos no comprobados por
cientos de miles de pesos”.
Incluso
el secretario general prometió nuevos lineamientos para el control del gasto,
limitando el uso de tarjetas corporativas y “su uso para adquisiciones
personales no vinculadas con la institución como pagos de Netflix, tintorerías,
Itunes”. ¿Se acabó realmente todo eso? ¿Por qué entonces los funcionarios usan
una tarjeta Platium que no tiene límite de crédito, como ocurre con el amigo de
Gibrán, Jorge Esparza? ¿Por qué los testimonios dicen que los gastos en algunos
viajes no tienen límite?
Quizás
la semilla del deterioro ya estaba presente esa misma noche de abril en que,
para celebrar sus 100 días, Ramírez Reyes organizó una fiesta que habría
costado unos 120 mil pesos, todo a cargo de las cuotas obrero-patronales.
Suficiente para que se comiera, bebiera y bailara a gusto hasta altas horas de
la noche. Tal fue el festín, cuentan, que al día siguiente se exigió a la
seguridad borrar el contenido de las cámaras de grabación para evitar
comprometer la reputación del nuevo secretario general.
Pero
más allá de esa nota de color, lo que resulta difícil explicar es que después
de denunciar un régimen de corrupción enquistado dentro de la organización, se
nombró al mismo contralor que estaba desde 2017 -el dominicano Eduardo Del
Villar Liranzo-, quien en sus informes básicamente decía que todo había estado
bien en la CISS y las cuentas cuadraban.
La
lógica dicta que lo primero que Gibrán debió hacer para combatir la corrupción
en ese organismo internacional dependiente del sector salud era buscar por
todas las vías posibles a un nuevo contralor, uno que de veras fiscalice el
ejercicio del gasto.
Ciertamente,
la elección de esta figura es facultad de la Asamblea General de la CISS (la
misma que formalmente eligió a Gibrán), pero un nombramiento distinto hubiera
sido sencillo de promover. Si Ramírez pudo imponer a otras figuras que le
interesaban en la Conferencia, ¿por qué en este caso no lo hizo?
Todo
parece indicar que la joven promesa de la 4T en algún momento se dio cuenta de
que el perfil del dominicano podía serle útil. Tan es así que ese mismo
contralor hace unos días salió a emitir una declaración con motivo de mi
columna, Las dudas sobre la candidatura de Gibrán.
En
su comunicado, el contralor supuestamente contestó a las preguntas que le hice
a Ramírez sobre su gestión al frente de la CISS, aunque nada dijo sobre los
sueldos que se perciben en la organización ni sobre muchos otros temas. Extraño
papel para un contralor ese de salir a atajar el mismo día que se formulan
señalamientos hechos al titular de la instancia, en lugar de ponerse a
investigarlos. La complicidad no podría ser más obvia.
Gibrán
y sus hombres entendieron cómo tomarle la medida al contralor y se dedicaron a
cortejarlo desde el primer día. Una fuente asegura que cada vez que viene a
México recibe un trato privilegiado: “le ofrecen muy buenas comidas, lo alojan
en los mejores hoteles y lo llevan con muchachas”, incluso, alguno especula,
“le deben haber ofrecido dinero”. Solo una auditoría independiente podría
esclarecer cuánto se ha gastado del presupuesto de la organización cuando el
contralor visita México.
Las
promesas hechas por Gibrán Ramírez al cumplir sus 100 días al frente de la CISS
se olvidaron muy pronto. Los lineamientos para gastos de viaje, por ejemplo,
acaso se han observado. Los desembolsos en que incurren Ramírez y su equipo en
viajes han llamado la atención.
A
Gibrán, por ejemplo, se le han pagado varios viajes en tren para desplazarse
entre diversas ciudades europeas. Hay imágenes del boleto que la Conferencia le
compró en primera clase de Génova a Zurich y de Zurich a Lugano, cuando su
destino oficial era la sede de la OIT en Ginebra. ¿No pensó Gibrán en cuidar
las apariencias y proteger la imagen de la organización internacional que
dirige?
La
cosa no termina ahí. Varios trabajadores y ex trabajadores administrativos
aseguran que hay funcionarios que han pasado notas de shopping, e incluso
circula fuertemente el rumor de que la secretaria particular de Ramírez pagó
maquillaje y ropa con autorización de su jefe. Además, se han hecho vuelos en
business, so pretexto de que “no había espacios en clase turista”.
Más
grave aún es que, si bien los funcionarios de la CISS están obligados a rendir
por norma un informe de sus misiones y dar cuenta de sus gastos, el secretario
general decidió que él no iba a hacerlo porque para ello “con su palabra bastaba”.
Gibran
y sus hombres, revelan los testimonios, se conducen con sorprendente opacidad.
Los gastos de la secretaría general se manejan internamente de forma oscura,
sin pasar por las estructuras administrativas formales. Todo lo que tiene que
ver con el secretario general y su oficina se maneja en el sigilo.
Es
altamente probable que una parte del presupuesto de la CISS se esté desviando a
la campaña de Gibrán Ramírez. En mi anterior artículo sobre el tema señalé que,
si bien el secretario general solicitó licencia, otros funcionarios de la
Conferencia lo estaban apoyando en la campaña, como es Daniela Pacheco, Jorge
Esparza y José Antonio Hernández.
En
su respuesta, sin embargo, el contralor asegura que estas tres personas también
pidieron licencia, aunque esto nunca se hizo público. Escribí un mensaje a
Pacheco, responsable de comunicación de Gibrán, para solicitarle los detalles
de estas supuestas licencias, sin obtener respuesta alguna. Tampoco contestó a
otros cuestionamientos que le formulé.
A
propósito de todo esto, Gibrileaks revela que el día que Gibrán Ramírez
presentó su candidatura ante el INE, el Director de Servicios Generales de la
CISS, de quien no tenemos noticia de que haya pedido licencia, era nada más y
nada menos que el encargado de colocar el sonido del acto, como revelan las
fotografías que publiqué.
La
austeridad y el combate a la corrupción son el eje narrativo más importante de
esta administración. Sin eso no hay “Cuarta Transformación”. Dudé un buen
tiempo en decidirme a hablar de Gibrán por el aprecio personal y respeto que le
he tenido. Creo, sin embargo, que el presidente López Obrador nos dio un
mensaje muy claro: cuando se trata del dinero público no hay familiares ni
amigos, y no podemos solapar a nadie.
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