Hoy en
Washington, en la presentación de los espurios representantes del gobierno
títere de Juan Guaidó ante la OEA, él Grupo de Lima y el gobierno de los
Estados Unidos, el impresentable secretario general de ese organismo
(catalogado certeramente por el gobierno cubano desde los años sesenta del
siglo pasado, como el ministerio de colonias de Estados Unidos) Luis Almagro,
descalificó groseramente a México y a Uruguay (por cierto su país de origen),
sin mencionarlos directamente, por intentar mediar entre el gobierno de Maduro
y el autoproclamado e ilegal “gobierno” de Guaidó en Venezuela.
Calificó el
intento de mediar de los gobiernos mexicano y uruguayo de “ridículo” y de ser “un
despropósito”; y casi desgañitándose, advirtió que lo único que se puede hacer
es estar a favor de la “libertad y la democracia”, porque de lo contrario, se está
a favor de la “dictadura”.
En esencia,
repitió la amenaza que ya había hecho el secretario de Estado de Estados
Unidos, Mike Pompeo, en el Consejo de Seguridad de la ONU, acerca de que los
países del mundo y en especial del continente americano, debían decidir entre
esas dos opciones; haciendo así una nada velada amenaza a México y Uruguay, que
han propuesto impulsar un diálogo entre el gobierno de Maduro y la oposición,
para salir de la crisis política que se vive en Venezuela.
La presión estadounidense
(y de sus aliados de la derecha y la oligarquía mexicanas) sobre el gobierno de
López Obrador (AMLO) están al máximo, para que cambie su posición de mantener
las relaciones diplomáticas con el gobierno de Maduro, a la de desconocerlo y
avalar al espurio Guaidó.
Por ejemplo,
Pompeo estaba programado para visitar México a principios de febrero, con el
objetivo de discutir sobre el programa de ayuda conjunta para Centroamérica,
pero canceló la visita, esgrimiendo la necesidad de atender el asunto
venezolano; y enviando así un claro mensaje al gobierno de AMLO, sobre su enojo
por la posición mexicana en este tema.
Ya el lunes
28 de enero, en el programa “La Hora de Opinar” de Televisa, que dirige el
ultra neoliberal y pro estadounidense Leo Zuckerman, el “minion” de George
Soros y vocero en México de las posiciones políticas del Deep State
estadounidense, Jorge Castañeda (ex canciller de Fox), adelantó que Pompeo no
vendría a nuestro país, para así advertir al gobierno de AMLO que el disgusto
de Washington, por mantener la Doctrina Estrada en el asunto venezolano, va in crescendo.
López
Obrador y su canciller Marcelo Ebrard hicieron una apuesta muy riesgosa desde
el período de transición, confiando en que convencerían al gobierno de Trump de
que ambos gobiernos podían cooperar en los temas de la agenda bilateral, con un
enfoque menos securitizado y más
inclinado hacia la cooperación bilateral.
Se le propuso
a Trump un esquema de inversión y desarrollo para el sureste mexicano (que por
cierto no es la zona de donde históricamente salen más migrantes hacia Estados
Unidos) y Centroamérica, con objeto de paliar la pobreza en estas zonas,
arraigar más a la población en sus lugares de origen y así disminuir los incentivos
para emigrar a Estados Unidos.
En principio,
Trump aceptó la propuesta, pero siempre y cuando México siguiera
comprometiéndose a “asegurar” su frontera Sur, y a no retirar a los militares
del combate al narcotráfico y a las organizaciones del crimen organizado.
Así también,
AMLO decidió mantener su apoyo a la renegociación del tratado de libre comercio
con Washington y Ottawa, aún sabiendo que con ello perpetúa muchas de las
principales medidas de la política económica neoliberal que él tanto ha criticado,
pues consideró que negarse a avalar el nuevo tratado, le generaría una batalla
de enormes proporciones contra el gobierno de Estados Unidos, las grandes corporaciones
de ese país y de Canadá, los oligarcas nacionales, la tecnocracia internacional
y la derecha mexicana. Todo ello pondría en riesgo sus proyectos en materia
social y de infraestructura, por lo que prefirió apoyar el tratado, con todo lo
negativo que ello representa para la mayoría del pueblo mexicano.
Y en materia
migratoria, ante la negativa de AMLO a detener por la fuerza a los migrantes
centroamericanos, como se lo ha exigido Trump, ha debido aceptar a cambio, que
Estados Unidos deporte a los centroamericanos no a sus países de origen, sino a
México; y ahora también, envíe a aquellos que esperan resolución de los
tribunales estadounidenses sobre sus solicitudes de asilo, a nuestro país, por
un tiempo indeterminado.
AMLO espera
que con esta serie de concesiones en materia de seguridad, migración y comercio
que ha hecho a Washington, reciba a cambio un trato “especial” en lo que se refiere
a temas de política exterior, como el caso venezolano; replicando lo que en los
años de la posguerra se conoció como la “relación especial” entre ambos países,
consistente en que México se alineaba con las posturas generales
de la potencia hegemónica, esto es Estados Unidos, evitando aliarse con los
enemigos de Washington; pero a cambio de ello, los gobiernos estadounidenses
permitieron cierta independencia en las posiciones internacionales de México, con
objeto de que los gobiernos post revolucionarios afianzaran su control interno
y así mantuvieran segura la frontera sur norteamericana, ante cualquier intento
de sus adversarios de utilizar a nuestro país política, económica o militarmente
contra Estados Unidos.
Sin embargo,
ese acuerdo tácito murió desde hace 30 años, cuando los gobiernos neoliberales
decidieron alinearse completamente a Estados Unidos; y desde entonces ya no
hubo “relación especial”, sino subordinación completa de México hacia su vecino
del norte.
Obviamente,
después de 3 décadas de subordinación, el gobierno de Trump no espera menos del
de AMLO, aunque éste crea que las cosas pueden cambiar nuevamente hacia esa “relación
especial” que existió hace medio siglo.
Es muy probable
que Trump comience a presionar a AMLO en el tema de la cooperación bilateral
para Centroamérica y el sureste mexicano, a cambio de que nuestro país se
pliegue a la posición estadounidense en el tema venezolano.
De no hacerlo,
Trump podría negarse a cualquier compromiso o ayuda en ese tema, y por el
contrario reiniciar sus ataques directos a nuestro país por la migración, el
narcotráfico y hasta amagar con la no aprobación del nuevo tratado comercial en
el Congreso estadounidense.
Para Estados
Unidos no hay compartimientos estancos en los temas de la relación bilateral;
todos están interconectados.
Pues lo
mismo debería hacer AMLO. Si hay presión para cambiar la política exterior y/o
la migratoria, pues entonces que el gobierno mexicano dé por terminada la
cooperación en materia de seguridad y también ponga en duda la aprobación del
tratado comercial en el Congreso mexicano (donde el partido de AMLO tiene
mayoría), lo que pondría a temblar a las corporaciones estadounidenses y a sus
socios oligarcas mexicanos.
Hay que
jugar igual de rudo que los gringos, o le van a pasar por encima a la Cuarta
Transformación en materia de política exterior. Y si no, al tiempo.
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