Durante años
los gobiernos demócratas o republicanos de Estados Unidos intentaron derrocar a
Hugo Chávez en Venezuela (en 2002, durante unos días lo lograron, pero la movilización
popular y los militares nacionalistas lo impidieron), pero fracasaron. Desde la
muerte de Chávez, han intentado derrocar a su sucesor Nicolás Maduro, sin conseguirlo.
La reelección
de Maduro como presidente de Venezuela y su toma de protesta el pasado 10 de
enero detonaron un nuevo intento de golpe de Estado en su contra, coordinado y
dirigido por el gobierno de Donald Trump, con el objetivo de imponer como
supuesto presidente de transición, a un títere de Washington y del golpista dirigente
opositor (en prisión domiciliaria), Leopoldo López, de nombre Juan Guaidó,
quien encabeza la golpista opositora Asamblea Nacional.
Hoy 23 de
enero, que se conmemora el derrocamiento del dictador Marcos Pérez Jiménez en
Venezuela, se escogió como el día para “desconocer” (aunque ya lo habían hecho
desde su triunfo electoral en mayo del año pasado) al gobierno de Maduro por
parte de Estados Unidos y sus lacayos europeos y latinoamericanos, y dar su “reconocimiento”
al presidente de pacotilla que estos gobiernos y los fascistas venezolanos,
intentan imponer.
En los
últimos días, las fuerzas armadas venezolanas desarmaron y aprehendieron a un
grupo de 27 soldados que seguramente perpetrarían asesinatos contra los
opositores de Maduro, para que de esa manera la prensa y los medios de
comunicación que forman parte del establecimiento político-militar
estadounidense, se lanzaran a acusar a Maduro de “genocida” y así justificar
una intervención militar “humanitaria”. El mismo esquema que los servicios de
inteligencia estadounidenses e israelíes y el Pentágono han utilizado en los cambios
de régimen en Ucrania, Libia y el que fracasó después de años de financiar a
terroristas y mercenarios, en Siria.
Pero la
actuación oportuna de los servicios de inteligencia venezolanos y de las
fuerzas armadas leales a Maduro, detuvieron esa matanza que realizarían los
testaferros de Washington.
Como ese plan
se les vino abajo, ahora sin ambages, están apoyando abiertamente al golpista
Guaidó, “reconociéndolo” como gobernante de Venezuela; y al mismo tiempo, este
títere, ha hecho aprobar en la Asamblea Nacional golpista, un decreto de
amnistía para todos los militares, con objeto de que se pasen al lado opositor,
y así no teman persecución alguna, una vez logrado el derrocamiento de Maduro.
Evidentemente, una vez que se lograra su objetivo, los principales generales
que han apoyado a Maduro, serían pasados por las armas; y ellos lo saben
perfectamente.
Toda la
maquinaria propagandística de Occidente se ha puesto en funcionamiento para
acusar a Maduro de estar aliado con “terroristas” como Hezbollah; de estar detrás
del atentado contra la academia de policía en Bogotá (por cierto, el derechista
gobierno de Duque, aprovechando este ataque, está solicitando la extradición de
los dirigentes del Ejército de Liberación Nacional que están en Cuba, que
seguramente se negará, y eso será el pretexto para un nuevo aislamiento
internacional del gobierno de La Habana; otra pinza más para acorralar a
Maduro); y, de “proteger y estar coludido con narcotraficantes”; además de ser “aliado”
de Irán, Rusia y China.
El gobierno
de Trump y la derecha venezolana, esperan que las clases medias de ese país salgan
a la calle para protestar; y que las fuerzas armadas, con la amnistía
prometida, le den la espalda a Maduro, para con ello lograr su derrocamiento y
la toma del poder por parte de los títeres de Washington.
Las próximas
horas serán decisivas para saber qué tanto apoyo tiene aún Maduro en las
fuerzas armadas para contener esta ofensiva de Occidente en su contra; qué
tanto la población que apoya el proyecto chavista, está dispuesta a defenderlo
con las armas en la mano; y cuántos gobiernos títeres de Estados Unidos estarán
dispuestos a enviar tropas, en caso de que se los ordene su amo, para “terminar
el trabajo”, si es que la movilización interna, pagada y organizada por
Washington, resulta insuficiente.
Prueba de
fuego para el gobierno de López Obrador, ya que Trump ha hecho un llamado a los
gobiernos latinoamericanos a “reconocer” al gobierno del títere Guaidó. México
deberá insistir en la Doctrina Estrada, y en que cualquier intervención
extranjera en los asuntos venezolanos, es inaceptable. Si cambia su posición
para avalar el golpe de Estado en Caracas, habrá quedado claro que en términos
de política exterior no hay, ni habrá cuarta trasformación. Ojalá no sea el
caso.
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