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Zapata

sábado, 10 de junio de 2023

 NO SE ESTÁ CONFIGURANDO UN NUEVO SISTEMA POLÍTICO EN MÉXICO

Con una ingenuidad que raya en la ignorancia, algunos “analistas políticos” en México están afirmando que el establecimiento de las reglas para la elección del candidato presidencial del partido oficial Morena, constituye el inicio de un nuevo sistema político en México.

Primero, tendrían que haber establecido cuál es el sistema político vigente, para entonces afirmar que está “naciendo uno nuevo”. Pues no lo hicieron.

El actual sistema político en México surgió de la lenta disolución del régimen de partido hegemónico que prevaleció en el país desde 1929 (creación del Partido Nacional Revolucionario por parte de Plutarco Elías Calles), hasta el año 2000[1] con la derrota del PRI en las elecciones presidenciales de ese año ante el Partido Acción Nacional.

El sistema político con partido hegemónico se fue desestructurando desde los años sesenta del siglo pasado, primero con el agotamiento del “desarrollo estabilizador” que había permitido tasas de crecimiento económico de hasta 6% anual; y después, con el fracaso del modelo de “desarrollo compartido” durante el gobierno de Luis Echeverría.

A nivel internacional, el ascenso al poder del neoliberalismo en Reino Unido con Margaret Thatcher en 1979 y de Ronald Reagan en Estados Unidos en 1981, propiciaron condiciones favorables para que el ala neoliberal-tecnocrática dentro del PRI se alzará con el triunfo en la sucesión presidencial de 1982 y a partir de ahí, llevando a cabo la transformación del modelo de desarrollo, abriendo la economía (tratados de libre comercio), desmantelando una parte relevante del Estado de Bienestar y dando una amplia participación a la iniciativa privada en la economía, se fueron minando los mecanismos clientelares que durante décadas el partido hegemónico había establecido con las clases populares, mediante los cuáles aseguraba su apoyo electoral y evitaba una alejamiento de la clase política respecto a sus bases.

Los gobiernos llamados del “nacionalismo revolucionario” (1929-1982) tenían un pacto con las clases populares a través de los artículos constitucionales 27 y 123, mediante los cuales los derechos a la tierra y al trabajo, mediante el tutelaje gubernamental, con apoyos económicos y sociales, permitían que el gobierno tuviera una base de apoyo estable, que aprovechaba para su hegemonía político-electoral. Y dicha alianza se veía reflejada en la estructura misma del partido en el poder con sus tres sectores: el obrero, el campesino y el popular.

El triunfo del ala neoliberal-tecnocrática en 1982 comenzó a romper esos compromisos, al eliminar los apoyos y protecciones a las clases populares, como por ejemplo los precios de garantía en el campo y el apoyo a los aumentos salariales en los contratos colectivos de trabajo.

Así, durante 36 años el neoliberalismo desbarató el pacto social original que desde 1917 había permitido a los gobiernos emanados de la Revolución, presentarse como los garantes y representantes de la mayoría de los mexicanos.

De ahí que la forma de legitimar al gobierno ya no pasara por la política social, y tuvo que pasar ahora por la apertura a la competencia política en el ámbito electoral.

Las clases populares se quedaron crecientemente aisladas políticamente, lo que poco a poco fue aprovechado por el ala nacionalista-populista del PRI y la siempre dividida y débil izquierda mexicana, que se unieron a través del Partido de la Revolución Democrática (PRD), para intentar rescatar el viejo pacto constitucional con las clases populares, y al mismo tiempo aprovechar la apertura político-electoral para acceder a posiciones de poder en gobiernos locales, estatales y eventualmente a nivel nacional.

Sin embargo, una parte del PRD acabó rindiéndose ante el poder neoliberal, con el Pacto por México al inicio del gobierno de Enrique Peña Nieto (2012-2018) del PRI, después de 12 años en que la derecha mexicana gobernó el país, y no pudo consolidar las llamadas “reformas estructurales” mediante las cuales se esperaba afianzar la política neoliberal a rango constitucional.

Fue esa aceptación del PRD al Pacto por México, lo que detonó la salida de López Obrador del mismo y la creación del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que sin ser un partido realmente bien estructurado, se ha convertido en una alianza de sectores y grupos que resultaron ignorados, alienados o afectados durante los 36 años de neoliberalismo y que ahora tratan de retomar el viejo pacto entre gobierno y clases populares, con objeto de darle una base amplia al gobierno, la cual se había ido diluyendo con el establecimiento de las políticas neoliberales.

Lo que ha hecho López Obrador es retomar los compromisos de apoyo y tutelaje a las clases populares mediante un renacimiento del Estado de Bienestar (programas sociales por más de 500 mil millones de pesos al año); mediante el restablecimiento de los precios de garantía en el campo (campesinos) y el apoyo al aumento del salario mínimo y a los salarios de los contratos colectivos de trabajo, así como a una incipiente sindicalización más libre (obreros).

Sin recrear los viejos sectores del partido hegemónico, los compromisos con los sectores sociales a los que estos representaban están siendo retomados por el gobierno, para así ampliar su base de apoyo; y convertirla, como lo ha venido haciendo en estos años, en su plataforma para ganar las elecciones locales, estatales y con lo que espera que pueda refrendar la presidencia en 2024.

De hecho, López Obrador está recuperando el apoyo territorial que representan los gobernadores de su partido, como verdaderos líderes del mismo en sus entidades, tal como en su momento lo hizo Plutarco Elías Calles al inicio del sistema político que configuró con la creación del Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929.

De ahí que AMLO no está creando nada nuevo; muy por el contrario, está echando mano de todas las estructuras y procesos que el “nacionalismo revolucionario” desarrolló durante la mayor parte del siglo XX para afianzarse en el poder y convertirse en partido hegemónico.

Nada de nuevo sistema político. Es el viejo sistema político, reinstalado bajo las condiciones actuales de multipartidismo, pero usando los mismos mecanismos (incluida la corrupción y el otorgamiento de puestos en el gobierno) para aplacar o sumar a grupos políticos regionales y mantener en el presupuesto a los empresarios que no se opongan al gobierno (capitalismo de “cuates”).

Cero novedades en todo esto. Esos “analistas políticos” que están maravillados con las “reglas para la candidatura presidencial” de Morena, harían bien en revisar la historia de los últimos 100 años del país, para darse cuenta de que el pasado está muy presente en la política actual.



[1] Pasando por la creación del Partido de la Revolución Mexicana durante el cardenismo (1934-40), hasta el final del sexenio de Manuel Avila Camacho, cuando se fundó el Partido Revolucionario Institucional (1946).

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