Contraofensiva falsa y rechazo a las misiones de buenos oficios
Kiev dice
haber emprendido una “contraofensiva” desde hace 2 semanas. Pero
no es eso lo que se ve en el terreno. También dice haber
recibido con esperanzas las dos misiones de buenos oficios iniciadas
por China y por la Unión Africana. Pero el presidente ucraniano
interrumpió las negociaciones que había abierto con Moscú al inicio del
conflicto y ha promulgado una ley que prohíbe reanudarlas.
RED VOLTAIRE | PARÍS
(FRANCIA) | 20 DE JUNIO DE 2023
https://www.voltairenet.org/article219513.html
Las
autoridades de Kiev afirman que el ejército ucraniano inició, desde el 8 de
junio, «una vasta contraofensiva contra el agresor ruso».
UNA
CONTRAOFENSIVA INEXISTENTE
En la
literatura militar se prefiere hablar de “contrataque” y no de
“contraofensiva”. El contrataque consiste en aprovechar debilidades
momentáneas del enemigo para lanzarse al asalto. Un ejemplo clásico es la
batalla de Austerlitz, donde Napoleón ordenó la retirada a una parte de sus
tropas e hizo caer así las fuerzas enemigas en una trampa que le dio la
victoria.
El término «contraofensiva»
no fue seleccionado al azar. Es un truco de comunicación tendiente a
sembrar en las mentes del público la idea de que Moscú emprendió una «ofensiva»
para apoderarse de Ucrania. Por cierto, no está de más recordar que
los rusos llegaron a tomar el aeropuerto del norte de Kiev, de donde
finalmente se retiraron por propia voluntad.
La realidad
es que los rusos nunca trataron de “tomar” Kiev y que
nunca pretendieron “invadir” Ucrania. El presidente ruso, Vladimir
Putin, lo dijo claramente desde la primera semana de la «operación
especial» rusa. Al tomar un aeropuerto militar, por demás situado al
norte Kiev, las fuerzas rusas no tenían otra intención que garantizar
su propia superioridad aérea desde el primer momento, sin que
eso indicara que pretendían tomar la capital.
Del lado
ruso, tampoco es casual el uso de la expresión «operación especial».
Moscú subraya que no se trata de una guerra de invasión sino que
está haciendo uso de su «responsabilidad de proteger» a los civiles
de los oblast de Donetsk y de Lugansk, que estaban siendo
oficialmente objeto de una operación punitiva emprendida por Kiev, desde 2014.
Poner en
tela de juicio las razones de Moscú para iniciar su «operación especial»
sería como cuestionar la operación del ejército de Francia que debía
poner fin a las masacres en Ruanda. Por cierto, ambas
operaciones especiales contaron con el aval de sendas resoluciones del Consejo
de Seguridad de la ONU (la resolución 929 del 22 de junio
de 1994, en el caso de Ruanda, y la resolución 2202 del 17 de febrero
de 2015, en el caso de Ucrania). La única diferencia es que la
resolución que Moscú invoca no se adoptó en medio de una
situación de urgencia. En la resolución sobre Ucrania, el Consejo de
Seguridad daba su aval a los Acuerdos de Minsk y otorgaba a Alemania, a
Francia y a Rusia la posibilidad de intervenir para imponer su aplicación.
En el plano
de la comunicación, el término «contraofensiva» tiene la ventaja de
hacer olvidar que, durante 8 largos años, Kiev desató una guerra atroz
contra sus conciudadanos de cultura rusa, una guerra en la que murieron entre
14 000 y 22 000 miembros de esas poblaciones.
Durante
meses, Kiev pidió y obtuvo el envío de grandes volúmenes de armamento
occidental. Occidente también se encargó de garantizar formación militar a
miles de soldados ucranianos mientras que Rusia retiraba sus fuerzas hasta las
posiciones aceptadas en las negociaciones que había iniciado con Ucrania,
desarrolladas inicialmente en Bielorrusia y posteriormente en Turquía,
negociaciones que acabaron siendo denunciadas por el parlamento ucraniano.
Es importante saber que Washington instaló en la sede del parlamento de
Kiev una oficina permanente de “consejeros” del Departamento de Estado y de la
USAID.
Moscú hizo
incluso más de lo previsto en las negociaciones ya que, en Jerson, las
fuerzas rusas se retiraron de una parte de la ciudad, convirtiendo así el
río Dniéper en la frontera natural entre Ucrania y la Novorossiya. Visto
el hecho que la población de esa región había decidido, por vía de
referéndum, unirse a la Federación Rusa, Moscú construyó allí dos líneas
defensivas que van desde la desembocadura del Dniéper hasta el Donbass –Lugansk
y Donetsk. Esas dos líneas defensivas incluyen los llamados “dientes de dragón”
(estructuras piramidales de concreto que dificultan el paso de los blindados) y
kilómetros de trincheras.
La OTAN, que
además de aportar armas y entrenamiento también pone “ideas”, ordenó emprender
la «contraofensiva» a pesar de que Kiev no dispone de una
cobertura aérea apropiada y cuenta con pocas municiones. Durante el año
anterior, el ejército ucraniano todavía podía recurrir al uso de drones
para vigilar los movimientos del adversario. Actualmente, ya no puede
hacerlo porque las fuerzas rusas interfieren prácticamente todas las señales
radioeléctricas en el territorio que controlan. Teóricamente, Kiev dispone de
un enorme volumen de armamento. Pero en la práctica, gran parte del
armamento enviado por Occidente ha sido desviado hacia otras latitudes,
con o sin el consentimiento de los “generosos” donantes. En cuanto a las
municiones, se ha hecho imposible almacenarlas en Ucrania
sin que sean destruidas por los misiles hipersónicos rusos. Así que
las municiones se almacenan en Polonia y Moldavia y sólo pasan la
frontera ucraniana para ser enviadas directamente al frente.
Hace dos
semanas que las fuerzas de Kiev tratan de romper las líneas defensivas rusas,
sin lograrlo. Los atacantes y sus medios blindados se agolpan
inútilmente ante las defensas rusas, donde se convierten en blanco fácil
de la artillería rusa, y cuando se deciden a emprender la retirada, los
rusos envían drones que siembran de minas su camino de regreso.
Lo único que
han logrado las fuerzas de Kiev ha sido “tomar” poblados desiertos situados a
algunos kilómetros de las líneas rusas. Mientras tanto, la aviación rusa
bombardea sus arsenales, a menudo en la profundidad del territorio
bajo control ucraniano. Los sistemas antiaéreos que la OTAN
consideraba más sofisticados, los Patriot de fabricación estadounidense, han
sido destruidos en cuanto fueron instalados. Ucrania ya no tiene gran
cosa como defensa antiaérea, sólo con qué derribar algunos viejos misiles. El
estado mayor ucraniano dice haber derribado 6 misiles hipersónicos
Kinzhal, lo cual es simplemente imposible ya que esos misiles vuelan a
Mach 10 (10 veces la velocidad del sonido). En un esfuerzo por
sostener esas afirmaciones, el alcalde de Kiev, el ex boxeador
Vitali Klitschko, ha divulgado fotos donde posa ante pedazos de algo que él
identifica como restos de un Kinzhal, pero que no corresponden para nada
con las dimensiones de ese misil ruso.
La moral de
las tropas ucranianas está por el suelo. Desde Kiev,
el ministerio de Defensa asegura que todavía hay muchos hombres en la
retaguardia, pero el oblast de Ivano-Frankivsk ha decidido
movilizar a todos los hombres de entre 18 y 60 años, lo cual parece
indicar que ya no hay muchos dispuestos a ir al frente.
Por su
parte, la OTAN ha desplegado todos sus aviones AWACS para tratar de saber
lo que realmente sucede en el campo de batalla. A estas alturas,
es imposible que la OTAN ignore la envergadura de la derrota… pero
sigue empujando los ucranianos a continuar la guerra, o más bien sigue
empujándolos a la muerte.
KIEV NO ESTÁ
INTERESADO EN MISIONES DE BUENOS OFICIOS
En
Washington todavía parecen abrigar la esperanza de que Kiev logre de alguna
manera vencer a Moscú, ofreciendo así al presidente estadounidense Joe
Biden una esplendorosa reelección. Algunos responsables estadounidenses, más
realistas, podrían decidir dar marcha atrás y apoyarse en las misiones de
buenos oficios enviadas por China y por la Unión Africana. Pero, hasta ahora,
incitado por Washington, el parlamento ucraniano ha prohibido toda forma de
negociación con el «invasor».
China ha
publicado un documento donde expone 12 principios que, según
su visión, deberían servir de base a todo acuerdo de paz. El enviado
especial de Pekín, Li Hui, no tiene intenciones de conversar sobre la
aplicación de esos principios hasta que ambas partes los hayan aceptado. Pero
las potencias occidentales saben perfectamente que para fingir que
comparten esos principios tendrían que seguir profiriendo las mismas mentiras
que han venido repitiendo durante los últimos 30 años. Y, de
no hacerlo, estarían reconociendo que la position rusa es correcta y
tendrían que apostar por la derrota de Kiev.
Desde
África, la Unión Africana y la Fundación Brazzaville han enviado
4 jefes de Estado: el presidente de la Unión de
las Comoras, Azali Assoumani, presidente en funciones de la Unión
Africana; el presidente de Senegal, Macky Sall; el presidente de
Sudáfrica, Cyril Ramaphosa, y el presidente de Zambia, Hakainde
Hichilema. Todos los demás prefirieron enviar a alguien en su lugar:
el presidente de Egipto, Abdelfatah al–Sisi, envió a su primer ministro,
Mustafá Madboulu; el presidente de Uganda, Yoweri Museveni, contagiado de
Covid-19, delegó en un ex ministro de Exteriores, Ruhakana Rugunda, y
el presidente de la República del Congo, Denis Sassou-Nguesso, envió al
ministro de Estado de la presidencia, Florent Ntsiba.
En cuanto
llegó a Kiev, toda la delegación de la Unión Africana fue invitada a visitar la
localidad de Bucha, donde les hablaron de las atrocidades supuestamente
cometidas allí por los ocupantes rusos. Pero los africanos
no pudieron reunirse con los investigadores internacionales que
demostraron, al contrario, que las “víctimas de los rusos” murieron
al ser alcanzadas por un tipo de munición antipersonal que fue muy
utilizado en la Primera Guerra Mundial y que no existe en los arsenales
rusos. Tampoco les dijeron a los africanos lo más importante:
los rusos se retiraron de Bucha el 30 de marzo de 2022,
sin que el alcalde de la localidad encontrara nada anormal.
Al día siguiente, entraron en Bucha los nacionalistas integristas del
batallón Azov… y los cuerpos aparecieron el 4 de abril. Es evidente
que los nacionalistas integristas del batallón Azov procedieron a la ejecución
de personas que según ellos habían colaborado con los rusos y utilizaron
los cadáveres para montar el escenario de la “masacre rusa”. Pero,
no debemos olvidar que los africanos conocen de sobra ese tipo
de situaciones y que no es fácil engañarlos.
Cuando la
delegación africana llegó a Kiev, las sirenas comenzaron a sonar, anunciando un
ataque aéreo. Pero los africanos no se dejaron impresionar y
rápidamente comprobaron que la capital no fue bombardeada.
Los misiles rusos golpearon exclusivamente varios objetivos militares.
El 17 de
junio de 2023, el presidente ruso Vladimir Putin presentó a
la delegación africana el proyecto de tratado de paz que
el jefe de la delegación ucraniana firmó, en marzo de 2022,
durante las negociaciones de paz realizadas en Turquía.
Después de
haber oído la respuesta del presidente ucraniano, la delegación africana viajó
a San Petersburgo para reunirse con el presidente ruso… quien
se mostró mucho más abierto. Lo más importante, es que
el presidente ruso expuso ante la delegación africana un argumento
aplastante. Putin presentó a la delegación africana de buenos oficios
los textos del proyecto de tratado de paz y del addendum que
los ucranianos negociaron con los rusos en marzo de 2022… textos
que portan la firma del jefe de los negociadores ucranianos.
Putin
explicó seguidamente que, en aplicación de ese proyecto, las tropas rusas
se retiraron de los oblast de Kiev y de Chernihiv (o
Chernigov), pero que Kiev no sólo se negó después a ratificar
los textos ya firmados sino que además adoptó una ley que prohíbe toda
negociación de paz.
La próxima
cumbre África-Rusia, que tendrá lugar del 26 al 29 de julio, permitirá
saber cuál de los dos presidentes pareció realmente sincero a la delegación de
buenos oficios de la Unión Africana. Pero ya está claro que el interés de Kiev
por las misiones de buenos oficios es tan falso como su contraofensiva.
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