La nueva versión del dedazo presidencial
Al más puro
y rancio estilo priista, el consejo nacional de Morena aprobó el domingo pasado
lo que seis días antes ya había dictado el presidente de la República.
Juan Antonio
García Villa
junio 16,
2023
En el viejo
régimen del partido hegemónico, cada seis años, llegados los tiempos, el
presidente de la República decidía quién habría de sucederlo. Esto todos lo
sabían, aunque el mundillo oficial simulaba desconocer que así fuera. Se
trataba de fingir que el proceso del relevo presidencial se ajustaba a cánones
democráticos, porque concluía en una multitudinaria asamblea que por
unanimidad, siempre por conmovedora unanimidad, aprobaba al ungido.
El engaño,
la simulación y la mentira eran el sustento de aquellas farsas sexenales,
conocidas como “El Tapadismo”, las cuales tenían su desenlace en el dedazo.
Una farsa no
similar sino peor –por aquello de “no somos iguales”– es la que ha construido
el actual presidente Andrés Manuel López Obrador. Peor por más grotesca,
ridícula y bufonesca. Pero el dedazo será el mismo. Y como en el pasado, sólo
engañará a quienes acepten ser engañados. Por eso, con ingeniosa ironía, Héctor
Aguilar Camín ha teorizado al respecto y dicho del corcholatismo que “es la
fase superior del Tapadismo”.
Imposible
abordar este asunto y toda su parafernalia en un solo texto, necesariamente
breve. Ya algunos analistas, con acierto aunque de manera insuficiente, han
señalado que este innominado proceso es clara, abierta y flagrantemente
violatorio del marco jurídico electoral.
Y que lo
anterior, a la luz de los precedentes establecidos el año antepasado por la
autoridad electoral en los comicios para gobernador de Michoacán y Guerrero,
deberá tener las mismas consecuencias de estos casos. El autor de esta farsa,
es decir, el presidente, no puede ignorar estos precedentes y otros similares.
Por lo que se ha de entender que el reto que López Obrador lanza a la vigencia
del orden jurídico puede tener otros propósitos. Que no sería remoto que
incluso sean golpistas.
Queriéndose pasar
de listo, para justificar su maniobra, López Obrador ha declarado que el recién
iniciado proceso partidista no es para seleccionar al candidato presidencial de
Morena para las elecciones de 2024, sino de nombrar al coordinador nacional de
defensa del movimiento de la cuarta transformación.
Para ello,
en reunión nocturna que el propio López Obrador sostuvo con las llamadas
corcholatas, dirigentes de Morena y varios gobernadores, el pasado 5 de junio,
con puntualidad y detalle les expuso las condiciones, requisitos, tiempos y
modos que habrá de tener el proceso para simular que su candidata presidencial
será designada “democráticamente”. Y los interesados, con sumisa obediencia y
sin chistar, firmaron estar de acuerdo en todo.
Luego, al
más puro y rancio estilo priista, el consejo nacional de Morena aprobó el
domingo pasado lo que seis días antes ya había dictado el autócrata. Informó la
prensa que ni una hora de duración tuvo esa encerrona de los consejeros
morenistas. Por cierto, en otra ocasión bien vale la pena analizar ese
documento partidista de once cuartillas que contiene los “acuerdos”, por
tratarse de un monumento a la ignominia política, testimonio de intolerancia y
manual de la antidemocracia.
Pues bien,
resulta que los Estatutos de Morena, en ninguno de sus artículos, establecen la
existencia de una “coordinación de defensa de la cuarta transformación”. No
funciona, o no debe funcionar esta coordinación porque no existe en la realidad
ni en el mundo jurídico interno de Morena. Es una fantasía, una mera ficción
para justificar la farsa de la nueva versión del dedazo.
El artículo
14 de los Estatutos de Morena es el que establece la estructura orgánica de ese
partido. Su texto es un verdadero galimatías, algo tan incoherente e
ininteligible que seguramente la dirigencia morenista vio la necesidad de
adicionarle un artículo 14 Bis para tratar de explicar el artículo previo.
Dicho artículo 14 Bis enumera los órganos de Morena, que clasifica en 8
diferentes tipos (a saber: órganos constitutivo, de conducción, de dirección,
de ejecución, electorales, consultivos, jurisdiccional y de formación), los que
a su vez se desdoblan en 21 órganos específicos en los ámbitos geográficos y
jerárquicos, según su naturaleza. Pero no se enuncia absolutamente ninguno que
se denomine coordinación de la defensa de la 4T o algo parecido.
¿Cómo
entonces se justifica que un órgano de Morena, como es su consejo nacional,
determine las reglas para una “Coordinación” estatutariamente inexistente?
¿Cómo justificará ese partido ante la autoridad electoral el otorgamiento de
recursos, que finalmente son públicos, para la realización de tal proceso, que
en realidad es una farsa? Veremos.
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