OBJETIVOS DE RUSIA Y ESTADOS UNIDOS EN UCRANIA
A 15 meses
de iniciada la llamada por el gobierno ruso “Operación Militar Especial”, y por
los países occidentales “agresión rusa a Ucrania”, los objetivos de los
principales actores en este conflicto han variado, según el resultado de las
acciones bélicas; de la guerra económica lanzada por Occidente contra Rusia y
de los posicionamientos del resto de actores internacionales durante el
desarrollo del enfrentamiento.
Rusia
A diferencia
de lo que la propaganda occidental sigue difundiendo hasta ahora, Putin y sus
estrategas nunca consideraron la posibilidad de “ocupar” completamente Ucrania.
Su objetivo con la ofensiva inicial siempre fue destruir la mayor parte del potencial bélico de Ucrania, en el menor tiempo posible y con la menor cantidad de pérdidas; con objeto de que el ejército ucraniano no pudiera reaccionar rápidamente ante el avance de las tropas en el Este, en donde se situó el grueso del esfuerzo bélico ruso, para reforzar a las provincias recientemente anexadas de Luhansk y Donetsk; establecer el puente entre la región del Donbas y la península de Crimea, para lo cual se requería la toma de Mariupol; extender lo más posible el avance ruso hacia el Oeste por la costa, de ser posible hasta Odessa; y hacia el interior de Ucrania llegar hasta la toma de Zaporizhia y Bakhmut.
Con ello el
Kremlin calculaba que Ucrania no tendría otro remedio que iniciar negociaciones
de paz, en vista de que sus fuerzas armadas estarían casi destruidas y las
provincias del Este estarían ya firmemente anexadas a Rusia.
De los
objetivos expuestos, Putin logró debilitar significativamente a las fuerzas
armadas ucranianas al inicio de la invasión; reforzar a las provincias de
Luhansk y Donetsk; establecer la conexión entre el Donbas y Crimea, tomando en
el camino a Mariupol.
Si bien
avanzaron por la costa hasta Kherson, se quedaron cortos de llegar a Odessa; y
hacia el centro de Ucrania pudieron tomar Zaporizhia y Bakhmut, con lo que
dificultarán cualquier contraofensiva de los ucranianos; pero el costo en
muertos, heridos y material bélico destruido para lograr este último objetivo
fue descomunal (sólo del grupo privado Wagner que se encargó del mayor
esfuerzo, hubo 20 mil muertos en 224 días de lucha en Bakhmut)[1].
Si bien
Rusia ha logrado la mayoría de los objetivos que buscó en la “Operación Militar
Especial”, no calculó correctamente el tamaño de la reacción de Occidente.
Por un lado
la enorme cantidad de armas, municiones, transporte y equipo bélico que Occidente,
especialmente los Estados Unidos, ha dado a Ucrania, ha permitido a sus fuerzas
armadas recuperarse del golpe inicial recibido, y con ello detener las
ofensivas rusas en las fronteras Norte y Oriental.
De la misma
forma, los apoyos en materia de inteligencia, personal, entrenamiento e incluso
con fuerzas especiales y “voluntarios” de diversos países de Occidente, han
permitido a Ucrania responder a Rusia, no sólo en el propio territorio
ucraniano, hasta el punto de lograr recuperar territorio que inicialmente se
habían apropiado los rusos en el Norte y Este del país; si no que ahora se
prepara una gran contraofensiva en el Este, con la esperanza de recuperar la
mayor parte del territorio conquistado por los rusos (y con ataques a algunas
zonas dentro del propio territorio ruso).
Así también,
la guerra económica desatada por Occidente y algunos de sus aliados dentro de
las economías del Sur Global, han generado un alto costo para la economía rusa,
la cual, a pesar de todo, ha resistido las sanciones y los bloqueos,
intensificando sus relaciones con China, la India, Irán, Arabia Saudita, Africa
y países del Centro de Asia, con lo que ha podido mantener el esfuerzo bélico y
al mismo tiempo evitar un colapso interno de su economía, que podría generar un
descontento generalizado en su población.
No obstante
lo anterior, Putin y su gobierno saben que una prolongación por años de la
guerra va a significar un continuo desgaste económico, social, político y
militar, y ello irá generando cada vez más descontento interno (que será
incentivado y aprovechado por Occidente), por lo que el objetivo ruso ahora es
que Ucrania se deslinde de Occidente y acepte iniciar negociaciones de paz.
Para ello el
Kremlin cuenta con los buenos oficios de China, Brasil, Turquía, Arabia Saudita
y la Secretaría General de las Naciones Unidas, que han estado intentando
acercar a Moscú y Kiev para negociar.
Pero la
posibilidad de una negociación seria dependerá nuevamente de los hechos en el
campo de batalla.
Si la tan
anunciada contraofensiva ucraniana logra avances importantes en el Este y Sur,
empujando a los rusos hasta la frontera misma de Rusia, entonces Ucrania estará
más envalentonada para continuar su ofensiva, hasta echar a los rusos fuera de
las provincias anexadas de Luhansk y Donetsk, e incluso fuera de la península
de Crimea.
Con ello
también Occidente redoblará su esfuerzo bélico en favor de Ucrania, con lo que
podría arrinconar a Putin y a su gobierno, llevándolo entonces a considerar el
uso de armas nucleares tácticas para evitar una derrota militar, que bien
podría llevar a un cambio de régimen en Moscú.
En cambio,
si la contraofensiva de Ucrania logra avances modestos o se queda claramente
corta respecto a sus objetivos, Moscú se verá fortalecido en su posición
militar y por ende, en su posición política, para convencer a la comunidad
internacional para que cese el apoyo militar a Ucrania; y con la mediación de
las potencias antes señaladas y de las Naciones Unidas se encuentre una salida
pacífica, que detenga la guerra y que reconozca los hechos en el terreno; es
decir, la pérdida de territorio por parte de Ucrania.
Putin
deseaba inhibir la posibilidad de que Ucrania entrara formalmente a la OTAN.
Pero en los hechos, ahora Ucrania es una base inmensa de la OTAN, aunque
formalmente no esté adherido a ella y por lo tanto, aunque se llegara a algún
tipo de arreglo entre Kiev y Moscú, difícilmente los países de la OTAN, que ya
tienen un pie dentro de territorio ucraniano, aceptarán retirarse del mismo.
Así también,
la entrada de Finlandia en la OTAN, desbaratando con ello su larga neutralidad
(que incluso dio pie al término “finlandización”, o sea, una neutralidad
semejante a un “protectorado” respecto a la potencia adyacente), ha abierto un
frente de 1340 kms. de largo, al que ahora Rusia tiene que destinar muchos más
soldados y equipo militar para su vigilancia, que en el pasado.
En suma,
Rusia logró algunos de los objetivos que se planteó inicialmente, pero las
repercusiones de su operación militar han sido mucho mayores.
Ahora Putin
es un “criminal de guerra” según la Corte Penal Internacional y Occidente ya no
aceptará en el corto o mediano plazos ningún pacto con él; la economía rusa
está prácticamente desvinculada de Occidente; el objetivo de Putin de que Rusia
fuera uno de los tres polos principales de la sociedad internacional (con
Estados Unidos y China), está más lejos ahora que antes, ya que Rusia depende
de la alianza con China para que su economía no se desplome y también como
disuasivo ante cualquier aventura bélica de Occidente contra los rusos.
¿Hubiera
estado mejor Rusia aceptando una ofensiva ucraniana contra la región del
Donbas, sin que Rusia interviniera directamente, sino sólo ayudando mediante el
grupo Wagner y con apoyo logístico y militar a las provincias escindidas? Vistas
las consecuencias de la “Operación Militar Especial” es posible que sí. Pero el
hubiera no existe, y ahora Putin tiene que adaptarse a las circunstancias
actuales, para sacar el mejor provecho (o al menos las consecuencias menos
negativas) de la decisión tomada.
Así, ahora
Rusia debe ser más autosuficiente en alta tecnología, que antes importaba de
Occidente en distintos rubros; está buscando con China el desarrollo de un
sistema financiero alterno al que domina Estados Unidos; sus fuerzas armadas
habrán aprendido de sus numerosos errores en Ucrania y podrán corregirlos en el
futuro; se ha probado armamento de
última generación (como los misiles hipersónicos) y el tipo de defensas
que Occidente tiene (así como su armamento ofensivo), por lo que ahora los
rusos podrán prepararse mejor para un posible enfrentamiento directo con la
OTAN; queda claro que guardar sus reservas internacionales en los bancos de
Occidente es como regalárselas, por lo que ahora Rusia deberá resguardar en su
propio territorio dichas reservas, etc.
Estados
Unidos
Para
Washington la intervención rusa en Ucrania ha servido para separar a Europa de
Rusia, que con la dependencia del gas y el petróleo rusos para la economía
europea, llevaba a una relación cada vez mayor entre ambos actores.
Ahora
Estados Unidos ha podido forzar a los europeos a desvincularse económicamente
de los rusos, y a depender en parte del gas licuado estadounidense (más caro y con
más problemas logísticos), para el funcionamiento de su economía.
Para Estados
Unidos el que Rusia se involucrara en una acción bélica del tamaño de la
realizada en Ucrania, le abrió las puertas para estigmatizar y demonizar a
Rusia en el ámbito internacional; intensificar la guerra híbrida que desde el
2014 (con la ocupación rusa de la península de Crimea) ya había iniciado;
utilizar a Ucrania como peón en su “competencia estratégica” contra Rusia (y
China), en el caso del teatro europeo; elevar su gasto militar y obligar a sus
aliados europeos y de otros continentes a hacer lo mismo, con lo que los
pedidos por miles de millones de dólares al complejo militar-industrial de
Estados Unidos se elevaron exponencialmente; empantanar a Rusia en un largo conflicto
en Ucrania, que desgaste su potencial militar y económico, genere problemas
sociales dentro de Rusia y la aísle de Occidente y de los países vasallos del
Sur Global; presentarse nuevamente como los defensores de los “débiles” y del
“orden internacional basado en reglas“ (las de Occidente por supuesto);
comprometer a Ucrania como una “base militar” apuntando al corazón de Rusia,
sin importar ya demasiado que forme parte integral de la OTAN; y, probar su
armamento (entregado a Ucrania) en combate real, ante uno de los dos grandes
rivales de Estados Unidos en la escena internacional, así como las capacidades
reales de los rusos en una conflagración que utiliza elemento humano de
Ucrania, pero cuyos armamentos son en su mayoría proporcionados al gobierno de
Kiev por los países miembros de la OTAN.
Así, Estados
Unidos mantiene hasta el momento sus objetivos de debilitar todo lo que pueda a
Rusia y aislarla internacionalmente; de ser posible, derrotarla militarmente en
el territorio ucraniano, y a partir de ahí iniciar un desgaste mayor al
gobierno de Putin, con el descontento social y político internos, ya no sólo
ante los altísimos costos humanos y económicos que se están generando para
Rusia, sino ante la posibilidad de que el conflicto llegue hasta las mismas
ciudades rusas; lo que llevaría a un cambio de régimen en Moscú, que Estados
Unidos esperaría le pudiera favorecer, impulsando como líder de Rusia a algún
personaje débil y manipulable, como en su momento lo fue Boris Yeltsin.
Por todo
ello, para Washington y sus países aliados y vasallos, lo mejor es que más allá
del resultado de la contraofensiva ucraniana, el conflicto se mantenga por
mucho tiempo más, con objeto de debilitar lo más que se pueda a Rusia,
empantanarla en el conflicto y eventualmente conseguir cambios internos en
Rusia que beneficien los objetivos de Occidente (básicamente dividir a Rusia en
5 ó 6 países diferentes, tal como se hizo con Yugoslavia, que puedan ser explotados
económicamente, contrapunteados unos con otros y finalmente debilitados, para
que ya no constituyan un competidor estratégico de Estados Unidos).
De ahí que
la única forma de que el conflicto entre en una etapa de cese al fuego y
negociaciones es que uno de los dos se debilite tanto en el campo de batalla,
que ya no tenga otra alternativa que negociar.
Pero en el
caso de Ucrania, Occidente no va a permitir que se debilite. Por el contrario,
tras cada derrota ante los rusos, la OTAN redoblará y triplicará la ayuda a
Ucrania, para que se mantenga en la lucha, sin importar la destrucción que ello
siga ocasionando a la infraestructura del país, ni la matanza que ello
significa.
Por lo
anterior, sólo las poblaciones de los países de la OTAN y de la propia Ucrania
podrían detener esa trayectoria, al protestar y apoyar a candidatos y políticos
que se opongan a dichas decisiones, dado el costo que tiene para sus países,
para Ucrania, para Rusia y para el mundo.
Ese rechazo
interno en los países de la OTAN, del Sur Global, de Ucrania y Rusia mismas, y
la presión de potencias como China, India, Brasil, Turquía, podrían generar el
espacio idóneo para un cese al fuego y para el inicio de negociaciones de paz.
Pero las
élites occidentales harán todo lo posible para que eso no pase, pues sus
objetivos son muy claros: la desaparición de Rusia como gran potencia mundial y
su “balcanización” para explotarla económicamente y convertirla en una vasalla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario