DEL PODER DEL ESTADO AL PODER UNIPERSONAL
La grosera
demostración de poder del presidente López Obrador (AMLO) en los últimos días,
subyugando lastimosamente a los diputados y senadores de su coalición
gobernante, para que sin pudor alguno, sin respetar los procedimientos
establecidos y sin discusión de por medio aprobaran 18 leyes y dos modificaciones
constitucionales, ponen en serio cuestionamiento la viabilidad de México como
un país basado en leyes e instituciones; y por el contrario, lo sitúan más como
un régimen autoritario, que gira en torno a la voluntad de una sola persona.
Para AMLO,
su gobierno significa el triunfo del “pueblo” sobre los intereses de una
minoría oligárquica, que depredó y empobreció al país por más de tres décadas.
Y para ello, esa minoría, y sus subordinados políticos (los ahora partidos en
la oposición PRI, PAN y PRD), se dedicaron a aprobar leyes y sobre todo,
modificaciones constitucionales, para asegurar que dicha explotación económica
de recursos humanos, financieros y materiales del país, por los oligarcas y sus
socios transnacionales, no pudiera ser alterada en el futuro.
Por ello,
AMLO y su coalición gobernante, se sienten con todo el derecho de eliminar de
un plumazo instituciones creadas durante el “período neoliberal”, como por
ejemplo, el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección
de Datos Personales (INAI), ya que más allá de su función, para AMLO representa
una burocracia cara, ineficiente y cuyo verdadero objetivo es proteger los
intereses de la minoría depredadora.
No importa
si la función establecida, en dicho caso, la obligación de las instituciones
del Estado de informar, ser transparentes y rendir cuentas a la ciudadanía, pueda
desaparecer o difuminarse en el entramado de la burocracia estatal, que ahora ya
no estaría obligada a transparentar sus acciones y decisiones a la ciudadanía,
y solo informaría lo que fuera de su interés. Sino que el andamiaje jurídico-institucional
del neoliberalismo quede desmontado.
Así, con el
afán de establecer que su paso por el
gobierno ha significado una verdadera “transformación” (según AMLO la cuarta,
después de la Independencia, la Reforma y la Revolución), el presidente pasa
por encima de la Constitución y las leyes, destruye instituciones (sin
reemplazarlas, para que otras instancias cumplan funciones esenciales para el
Estado Mexicano), y utiliza su poder para tratar de eliminar cualquier
contrapeso a sus decisiones, ya sea de los Poderes Legislativo (al que con la
mayoría con la que cuenta, ya ha doblado en numerosas ocasiones) o el Judicial
(al que sigue atacando constantemente), o a los medios de comunicación,
organizaciones no gubernamentales, intelectuales, académicos, etc. que una y
otra vez han cuestionado sus políticas públicas, decisiones y ocurrencias.
¿Y qué queda
cuando el aparato que dio vida a los gobiernos neoliberales desaparezca por
completo? Pues no quedan nuevas instituciones, ya que para AMLO (por cierto al más
puro estilo neoliberal) la burocracia le cuesta mucho al “pueblo”; y por lo
tanto es mejor que haya menos gobierno (Reagan adoraría a AMLO). Lo que queda
es la voluntad del presidente. Sólo él puede definir qué es lo que conviene al “pueblo”;
sólo él puede establecer cuando hay o no corrupción (dado que ya no existen
mecanismos, ni instituciones que prevengan la corrupción, pues son “caros e
ineficientes”); sólo él puede decir qué obras son las que convienen al país; las
mega obras que ha realizado, la mayoría de las cuales aún no están en
funcionamiento, y que han sobrepasado por decenas de miles de millones de pesos
sus costos programados, que además no están auditados, ni vigilados por nadie;
y sólo él puede decir quién es un patriota y quién es un “traidor a la patria” (todos
aquéllos que lo critiquen o se opongan a sus decisiones).
AMLO está a
un paso de convertirse en Kim Jong Un de Corea del Norte o Daniel Ortega en
Nicaragua. Todo el poder concentrado en su persona; todo opositor o crítico
designado y acusado como enemigo del Estado; ninguna disposición constitucional
o ley está por encima de su voluntad, pues sólo él representa al “pueblo”; y la
felicidad y prosperidad del país depende exclusivamente de sus decisiones y de
su inconmensurable visión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario