La nebulosa de Lozoya
Javier Risco
Tal
parece que tuvo que llegar Emilio Lozoya a México para que al fin se sintiera
seguro. ¿Qué sabemos de su llegada a nuestro país? Cinco días después, muy
poco. Los hechos quedan para un anecdotario de la justicia nacional. Después de
un viaje de 13 horas desde España, Emilio Lozoya fue revisado por personal
médico de la Fiscalía General de la República: “el perito médico realizó la
revisión física y médica del extraditado, y encontró anemia desarrollada y
problemas sensibles en el esófago, así como una debilidad general en toda su
salud, por lo que propuso su internación en un hospital”. Eso es lo que sabemos
de uno de los políticos más buscados en lo que va del sexenio de López Obrador,
que ha pasado un fin de semana en compañía de su familia y sus abogados en la
comodidad de un hospital privado al sur de la Ciudad de México. Su traslado
también fue de película, la Fiscalía montó un operativo con un señuelo que hizo
dudar incluso al propio secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, Alfonso
Durazo. Medios de comunicación y algunas autoridades del gobierno pensaron que
Lozoya había sido trasladado al Reclusorio Norte, cuando, en realidad, nunca ha
pisado la cárcel.
Ayer
el Presidente salió a su defensa, insistió en que hay que cuidarlo, “no sólo
por su salud, que también merece eso como ser humano, sino cuidarlo físicamente.
No porque esté en un hospital se le deje solo, con poca vigilancia. Hay que
cuidar al señor, porque, según la información que se tiene, ya hizo una primera
declaración que presentó formalmente a la Fiscalía, donde ya empieza a
mencionar a personalidades, a políticos. Y del manejo de dinero”. Lo habían
adelantado algunos abogados la semana pasada, Lozoya tiene dos salidas: de
testigo colaborador o conseguir el criterio de oportunidad. Hasta el momento
toda la negociación ha sido desde una habitación tras un diagnóstico médico
sacado de la manga, y cabe este adjetivo, porque, de acuerdo con información de
la justicia española, Lozoya gozaba de cabal salud hace menos de cinco días.
Hoy,
en el caso más emblemático de corrupción, al menos en lo que va del sexenio, se
repiten las viejas formas de filtraciones, trascendidos y acuerdos en lo
oscurito. El caso de Emilio Lozoya y sus alcances tenía que llevarse en una
audiencia pública, debía de convertirse en un ejemplo de cómo tratar un caso de
corrupción que alcanza las más altas esferas políticas del sexenio pasado. Hoy
cinco días después se tiene “una primera declaración”, citando al Ejecutivo, y
dichos que quedan en un acuerdo al que nadie tiene acceso, sólo la Fiscalía… y
por lo visto el Presidente.
Los
primeros días de Lozoya en México han estado rodeados de una nebulosa legal,
¿esperábamos esto por parte de la justicia mexicana? Lo que sabemos hasta el
momento es una filtración publicada por el semanario Proceso hace un par de
días de lo que dijo en España, donde menciona algunos nombres que retumban en
la agenda nacional. Ojalá el show de la urgencia médica se acabe pronto y se
siga un juicio modelo en el cual se dé una lección de cómo el gobierno de López
Obrador no cae en la simulación y mucho menos en el juego del uso político en
vísperas de las elecciones intermedias. Otra vez el gobierno está a prueba: la
Fiscalía autónoma tiene su primera aduana importante, en este caso que ha
tirado gobiernos en América Latina y que hasta hace algunas semanas había
quedado impune en nuestro país. Queda claro que cuando Lozoya se “recupere”, la
salud de la justicia mexicana por fin estará a prueba.
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