La cena, el T-MEC y el factor
AMLO
Carlos Fazio
En plena fase de
decadencia de la hegemonía global estadunidense, la cena en la Casa Blanca
entre dos jefes de Estado a quienes se caracteriza con atributos populistas y
un puñado de plutócratas, estuvo cargada de simbolismos pueriles y buenos
modales. Pero más allá del pragmatismo y los dislates retóricos de corte
nacionalista, proteccionista y paternalista de Donald Trump y Andrés Manuel
López Obrador, la sacralización del T-MEC da continuidad al enfoque neoliberal
del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) suscrito por Carlos
Salinas de Gortari, y profundiza el destino de México como país subordinado,
dependiente y maquilador.
Como dice
Cas Mudde, populismo es una palabrita que parece ubicua en estos
tiempos; todo el mundo la utiliza, pero de muchas maneras distintas. Según
Mudde, populismo es una ideología de núcleo poroso que considera que la
sociedad está dividida básicamente entre dos grupos homogéneos y antagónicos
−el pueblo puro y la élite corrupta− y que postula que la
política debería ser una expresión de la voluntad general del pueblo
(idea tomada de Jacobo Rousseau, con quien los populistas comparten su crítica
al gobierno representativo y su preferencia por la democracia directa). No
obstante, aclara que esa tendencia suele conjugarse con otros rasgos
ideológicos. En el caso de Trump, encarnaría un populismo de derecha radical,
de corte autoritario y nativista, aunque Mudde considera
una exageración −e incluso una falsedad− calificar su victoria
electoral en EU como un triunfo populista. En el caso de AMLO −que Mudde
no aborda−, podrían combinarse elementos populistas, como el liderazgo
carismático y caudillista, el diálogo con su base social y la lucha contra la
corrupción, con rasgos de corte socialdemócrata y en pro de un estado de
bienestar.
A su vez,
la presencia en la cena de los magnates mexicanos Carlos Slim (Grupo Carso) y
Ricardo Salinas Pliego (Tv Azteca) −conspicuos integrantes de lo que Citigroup
[considerado por Noam Chomsky uno de los bancos de inversión más corruptos del
mundo] denominó como plutonomía, concepto opuesto a cualquier forma de
democracia−, junto a banqueros como Carlos Hank González (Banorte) y altos
ejecutivos de consorcios mediáticos como Bernardo Gómez (Televisa); Francisco
González (Grupo Multimedios) y Olegario Vázquez Aldir (Grupo Imagen), quienes
tuvieron como contraparte a dirigentes de corporaciones estadunidenses de las
áreas militar (Lockheed Martin), energética (Sempra, Shell, Cabot Oil & Gas
Corporation), acerera (Nucor), automotriz (Ford) y electrónica (Intel), entre
otras, explica el principal objetivo del encuentro Trump-AMLO en el marco de la
actual guerra económico-financiera de EU contra China.
En el
contexto de la guerra de clase (Warren Buffett dixit) que libra la
plutocracia contra el resto de la humanidad, el T-MEC trumpiano –el acuerdo comercial
más grande, más justo y más balanceado jamás negociado festejó su entrada
en vigor el jefe de la Oficina Oval− es un instrumento al servicio de la
plutonomía y está dirigido a profundizar la territorialidad de la dominación
capitalista. Eso explica el engrudo de plutócratas y populistas la noche del 8
de julio en Washington, y también, el posterior aval del Consejo Coordinador
Empresarial y de los chicos rudos de la prensa hegemónica
conservadora mexicana, a la actuación de AMLO en EU.
Como ha
señalado en estas páginas John Saxe-Fernández, la renegociación del
T-MEC estuvo plagada de claudicaciones tipo Estado vasallo, y en su
redacción final quedó consignado un estatuto de supeditación colonial de
México, que abre espacios en el sector de la energía y los recursos naturales
al gusto de la Casa Blanca, con grave riesgo para la independencia y soberanía
de la nación mexicana. Lo que exhibe una contradicción con las medidas
iniciales de rescate histórico del sector energético (Pemex y la Comisión Federal
de Electricidad), que AMLO ha buscado colocar de nuevo en función del interés
público nacional por su carácter estratégico.
Además,
como han denunciado entre otros Chomsky, Josefina Morales, Manuel Pérez Rocha
Loyo y Saxe-Fernández, el T-MEC es un acuerdo proteccionista que da apoyo
estatal a grandes conglomerados depredadores y contaminantes, que seguirán
impactando comunidades mexicanas amenazadas por proyectos de industrias
extractivistas –incluidas las del petróleo, el gas y la minería−, como las que
están asentadas en el sur-sureste del país, área de los megaproyectos de
infraestructura denominados Tren Maya y Corredor Transístmico.
Con el
agravante de que en el T-MEC, el sistema para solución de controversias entre
los inversores corporativos privados y el Estado mexicano −específicamente para
contratos gubernamentales cubiertos relacionados con los sectores de petróleo y
gas, generación de energía, telecomunicaciones, transporte e infraestructura−,
seguirán estando sujetos a las protecciones originales del capítulo 11 del
TLCAN, y cualquier demanda de las empresas deberá dirimirse en
tribunales supranacionales.
Todo lo
cual imposibilita que el gobierno de AMLO pueda realizar cambios a la
contrarreforma energética privatizadora de Enrique Peña Nieto y el Pacto por
México (PRI, PAN, PRD); deja vía libre al despojo de territorios y bienes
comunes, y profundiza la silicolonización de los oligopolios
del big tech en México, en el marco del capitalismo de la
vigilancia de cara a la confrontación de EU con China.
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