EL DISCURSO DE LÓPEZ OBRADOR
Acaban de
dar sendos discursos en el Jardín de las Rosas de la Casa Blanca, los presidentes
de Estados Unidos, Donald Trump y de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO),
respectivamente; con motivo de la firma de una insubstancial Declaración Conjunta
para celebrar la entrada en vigor del T-MEC (USMCA por sus siglas en inglés), y
para reafirmar los lazos de amistad entre ambos países.
Trump dio un
discurso moderado, en el que exaltó la cooperación entre ambos países en varios
rubros, subrayando el tema comercial, pero también el “gran trabajo” que las autoridades
migratorias de su país han realizado para detener el flujo de indocumentados,
haciendo referencia a la ayuda que han recibido de México para lograrlo.
Y también, aprovechando
el momento electoral en Estados Unidos, alabó a los 36 millones de mexico-americanos
que aportan a la economía y cultura estadounidenses.
Por su parte,
López Obrador, muy al estilo de los presidentes mexicanos, se lanzó con un
largo discurso en el que destacó que a pesar de las diferencias, e incluso
agravios (“que no se olvidan”) entre ambas naciones, ha prevalecido el ánimo de
cooperación, respeto mutuo y amistad.
Hizo una extensa
y aburrida referencia a las bondades del neoliberal tratado comercial que entró
en vigor entre México, Estados Unidos y Canadá desde el pasado 1º de Julio, y
subrayó la necesidad de profundizar la integración entre las economías de los
tres países.
López
Obrador quiso enfatizar que es preferible ver las coincidencias, que las
diferencias, y por ello puso como ejemplo las relaciones de Juárez y Lincoln, y
Roosevelt y Cárdenas, en sus respectivos momentos históricos.
Pero lo más
relevante de todo es que AMLO agradeció a Trump que no haya tratado a México como
una “colonia”, ni que lo haya subyugado, ni que lo haya tratado de obligar en
ningún sentido, sino que ha respetado la soberanía de México, e incluso que ha
respetado a los mexicanos y a los mexico-americanos que viven en Estados Unidos
(dijo que son 38 millones), así como a su gobierno y a él mismo; y como lo
había adelantado, le agradeció a Trump su “ayuda” en temas comerciales
(cuáles), de salud y energéticos.
La realidad
es que AMLO intentó desviar el alud de críticas a su visita a Trump, al afirmar
que el impredecible presidente de Estados Unidos no ha obligado a nada a México
en los 19 meses que López Obrador lleva en la presidencia.
Si esto es
así, es decir que las amenazas de Trump en materia económica, política y hasta
militar (el envío de tropas a la frontera común), no obligaron a su gobierno a
cambiar sus políticas migratoria, de seguridad, laboral y comercial, pues
entonces sí que estamos fritos.
Eso quiere
decir que AMLO lo hizo por convencimiento propio. O sea que políticas que
lastiman profundamente a la población mexicana, a la soberanía del país y a su
capacidad de seguir funcionando como una entidad independiente en el concierto
de las naciones, no fueron producto de la coerción y el despliegue del poder
del gobierno estadounidense, sino que fueron realizadas voluntariamente por el
gobierno de la 4T.
De ser
cierto esto, entonces sí que ha cambiado profundamente la política interior y
exterior de este país, a grado tal que ya no se diferencia en nada de la estadounidense,
puesto que según AMLO, todas las exigencias, órdenes y demandas estadounidenses,
no eran necesarias, puesto que su gobierno lo haría sin necesidad de ese tipo
de rispideces.
Y en
esencia, esto fue lo que dijo AMLO ante Trump: “Oye manito, no hay necesidad
de que en privado y en público me amenaces, me maltrates o maldigas, ni a mis
paisanos acá; vamos a hacer todo lo que nos digas, lo único que te pido es que
nos lo digas discretamente, sin insultos, de buena forma… Ah y por cierto, mis
paisanos son re te buenos trabajadores, los puedes seguir explotando sin
problemas; y hasta deportarlos a nuestro país, pero nomás no les grites mucho,
y no me hagas quedar en ridículo a mí; es todo lo que te pido”.
Esta sería
la versión tabasqueña de lo que AMLO le fue a solicitar a Trump. Básicamente
fue a asegurarle que tiene en él, en su gobierno y en los mexicanos a sus cuates
“pa lo que guste y mande”; la única petición es que no se pase de
gritón, majadero y altanero. Si hablando suavecito y de buena manera, los
mexicanos hacen todo lo que diga el patrón gringo.
En resumidas
cuentas, fue un viaje para establecer “el tono” en que Estados Unidos va a
seguir diciéndole a AMLO y a su gobierno qué, cuándo y cómo hacer las cosas en
la relación bilateral. Y en un descuido, incluso también en otros aspectos en
los que Estados Unidos ya no va a ser tan paciente con AMLO, como el caso
venezolano, la relación con China y Rusia (no tardan en exigirle a México que
expulse a las empresas tecnológicas chinas), e incluso las históricas
relaciones con Cuba y Nicaragua (recordemos que por presiones gringas, Peña
Nieto expulsó, sin motivo alguno, al embajador de Corea del Norte en México).
Así que, un
viaje inútil para el país, pero muy bueno para AMLO, pues se fue a poner a las
órdenes de Trump, con un discurso que pretendió ser muy “nacionalista y
soberanista”, pero que en realidad significó la declaración de subordinación de
México a la potencia hegemónica; con la súplica de que no nos maltraten mucho
verbalmente.
Ah, y por
cierto, nada se dijo de que Estados Unidos vaya a hacer algo para disminuir su
consumo de drogas, que alimenta el narcotráfico; ni sobre la venta de armas a
los cárteles desde el vecino del norte; ni el lavado de dinero en su sistema
financiero; ni la posibilidad de un camino para la legalización de los 5 ó 6
millones de indocumentados mexicanos; ni la posibilidad de que Estados Unidos
aporte dinero para los campamentos de migrantes en la frontera de México, que
esperan inútilmente la respuesta del gobierno estadounidense a su solicitud de
asilo; ni un compromiso para un mejor trato en los centros de detención del
ICE, para los migrantes mexicanos, etc.
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