Bolivia, la hora de la barbarie
Marco Teruggi*
El
presidente electo renunció a su cargo luego de semanas de una escalada de
violencia que en las últimas horas anunciaba un de-senlace
inevitable. Renunciamos para que no sigan quemando casas, intimidadas
nuestras familias y amenazadas, por eso renunciamos, dijo desde Chapare, luego
de haber despegado de la ciudad de El Alto en horas de la tarde.
Al conocerse
las palabras sonaron bocinas y estruendos en las calles del centro de La Paz,
en lo que fue el festejo de quienes protagonizaron las movilizaciones por el
derrocamiento de Morales. En las avenidas se vieron caravanas de autos con
banderas de Bolivia, abrazos, una euforia golpista enarbolada como democrática
por sus dirigentes y seguidores.
Junto con
Morales renunció el vicepresidente Álvaro García Linera, quien habló a su lado.
Así concluyó una escalada que tuvo como detonante para marcar el fin de la
alocución del comandante general de la Fuerza Armada de Bolivia, Williams
Kaliman, quien sugirió al presidente que renuncie a su mandato.
La
declaración de Kaliman se dio cuando el escenario parecía a punto de
consumarse. Los últimos dos días habían sido de un despliegue de violencia
golpista que incendió casas de dirigentes del proceso de cambio, amenazó a
quienes se mantenían en el gobierno y atacó medios de comunicación estatales.
Ya el
centro de La Paz había sido tomado por los opositores desde el sábado en la
mañana, y desde ese día hasta la renuncia de Evo Morales se multiplicaron las
imágenes de opositores junto con policías armados en las calles paceñas y de
diferentes ciudades del país.
El avance
del golpe pareció no encontrar más barreras, y el acto simbólico llegó minutos
antes de la alocución de Morales: Fernando Camacho, dirigente del proceso
golpista, presentado como cívico por los medios de comunicación,
ingresó al Palacio Quemado –antigua sede de gobierno– donde depositó en el
suelo una bandera de Bolivia y una biblia.
El
anuncio hecho por Morales era entonces cuestión de tiempo. La ofensiva golpista
ya había tomado los principales espacios, y las renuncias de funcionarios se
fueron sucediendo, la mayoría bajo amenaza y persecución.
La
renuncia de Morales y Linera fue seguida de persecuciones: las autoridades del
Tribunal Supremo Electoral, María Eugenia Choque y Antonio Costas, fueron
detenidos y esposados por la policía, en un escenario de sucesión de imágenes y
noticias mezcladas entre la confusión, la militarización y la euforia golpista
con gritos y evocaciones a la democracia y a Dios.
Luego de
los anuncios desde Chapare, renunció la presidenta del Senado, Adriana
Salvatierra, quien debía asumir la presidencia. Lo mismo sucedió con quien
debía seguir, el primer vicepresidente, abriéndose un escenario de preguntas
que serán resueltas a medida que tome forma el reordenamiento conducido por la
policía nacional, la fuerza armada, los dirigentes golpistas, los empresarios
que financiaron y quienes respaldaron la invalidación de las elecciones desde
el primer momento: el gobierno estadunidense.
En ese
contexto se sucedieron las denuncias respecto a la seguridad de Evo Morales,
así como de los dirigentes y militantes del proceso de cambio. Marcelo Ebrard,
secretario de Relaciones Exteriores de México, anunció haber recibido a 20
personalidades del Ejecutivo y Legislativo de Bolivia en la residencia oficial
de La Paz, de así decidirlo ofreceríamos asilo también a Evo Morales.
Las
denuncias internacionales respecto a lo que fue un golpe de Estado se
multiplicaron en el continente y el mundo, como por parte de Lula da
Silva, Cristina Fernández de Kirchner, Alberto Fernández, Nicolás Maduro,
Gustavo Petro, Pablo Iglesias y Jeremy Corbyn, así como de numerosos
movimientos sociales y partidos políticos.
Los
gobiernos de derecha del continente, como el de Mauricio Macri, Sebastián
Piñera o Iván Duque guardaron en cambio el mismo silencio que a lo largo de la
escalada golpista.
El
desenlace de ayer fue, entonces, la acumulación de una serie de acciones de
ofensiva de una estrategia abiertamente golpista que nunca tuvo intención de
realizar una segunda vuelta electoral o encontrar un punto de acuerdo para
lograr detener la violencia que proclamó, organizó y desplegó. El objetivo era
derrocar al gobierno y ese objetivo se logró.
A partir
de ahora se abre un escenario de interrogantes acerca de quién asumirá la
presidencia y cuándo serían las elecciones. La otra gran pregunta es: ¿qué
harán los movimientos que respaldan a Evo? Si bien algunos dirigentes se
sumaron al golpe de Estado, la mayoría no lo hizo.
Al
finalizar la tarde se supo de las primeras protestas en defensa del proceso de
cambio. Morales escribió en la noche desde su cuenta de Twitter para ratificar
que su renuncia fue para que Mesa y Camacho no sigan persiguiendo,
secuestrando y maltratando a mis ministros, dirigentes sindicales y a sus
familiares.
Y
afirmó: Quiero que sepa el pueblo boliviano, no tengo por qué escapar, que
prueben si estoy robando algo. Si dicen que no hemos trabajado, vean las miles
de obras construidas gracias al crecimiento económico. Los humildes, los pobres
que amamos la patria vamos a continuar con esta lucha.
*
Periodista argentino, colaborador de Telesur.
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