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Zapata

lunes, 18 de noviembre de 2019

LÓPEZ OBRADOR Y LAS INSTITUCIONES


La desaseada elección de Rosario Piedra Ibarra como nueva presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH) en el Senado de la República, ha generado una nueva ola de críticas de la comentocracia de derecha contra López Obrador y su partido Morena.
Para los opinólogos acostumbrados a vivir bajo el paraguas de los poderes fácticos tradicionales, el que la hija de una luchadora social de izquierda, sin ninguna experiencia en materia burocrática y política, llegue a presidir un órgano autónomo como la CNDH, a través de un proceso pésimamente mal manejado por el líder de la mayoría de Morena en el Senado, Ricardo Monreal, significa una afrenta intolerable para los cánones establecidos durante el periodo de los gobiernos neoliberales; durante los cuales los tres partidos de derecha (PRI, PAN y el pseudo izquierdista PRD), se repartían las posiciones de los organismos autónomos, creados para defender los intereses de los poderes fácticos y el statu quo.
Es lógico que si un partido de izquierda (es un decir) como Morena, con un líder identificado con la izquierda (al menos durante su período de opositor), llega al poder político, desee transformar las instituciones creadas por gobiernos de derecha, las cuáles están encargadas de defender los intereses de los oligarcas, de la potencia hegemónica y de grupos de poder político regional o nacional; y por lo mismo, sea indispensable cambiar a los dirigentes de esas instituciones con personas identificadas con la nueva ideología y el nuevo proyecto político.
La autonomía de muchas de estas instituciones, no importó en su momento a los gobiernos neoliberales, pues nombraron en ellas (mediante oscuras negociaciones) a incondicionales de la ideología prevaleciente y de las políticas públicas identificadas con la misma.
El problema es que para cambiar esas instituciones y a ese personal directivo, se requieren primero cambiar los procedimientos y las leyes mediante los cuales funcionan y son dirigidas, y ello requiere contar con mayorías en el Congreso de la Unión; y en el caso de cambios constitucionales, también contar con mayorías en los congresos estatales.
López Obrador y Morena están tratando de cambiar esos procedimientos y esas leyes, a trompicones, con aciertos y errores; y con las esperadas críticas y descalificaciones de los grupos de poder económico y de la derecha política que ven cómo el entramado legal e institucional creado durante 4 décadas para defender sus intereses y sus privilegios, comienza a ser desmantelado.
Ahí radica la indignación y la histeria de los comentócratas de derecha (a los que por cierto el gobierno de López Obrador les cortó los fondos que los gobiernos neoliberales les pagaba como consultores, asesores, etc. lo que también ha generado su ira), que en coro afirman que el actual gobierno y su partido quieren “capturar” a las instituciones autónomas y a los contrapesos del Poder Ejecutivo.
Da la casualidad qué cuando todas esas instituciones respondieron a la lógica del neoliberalismo, de la derecha y a los intereses de los oligarcas, poco dijeron o se indignaron estos “politólogos” y “analistas” (no queremos ser mal pensados, pero a lo mejor los cheques llegaban entonces puntuales para esas asesorías y consultas tan importantes que ellos hacían).
Pero es lógico esperar que mientras López Obrador (a pesar de los magros resultados que da su gobierno en economía y seguridad, por inexperiencia, ineptitud, sabotajes de supuestos “aliados” y/o por la propia obstrucción de sus muchos opositores), se inmiscuye para cortar o eliminar las rentas e ingresos de determinados grupos de poder, las exaltadas críticas, la ira y la indignación crecen en contra de su gobierno.

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