Rescatar Morena
Pedro Miguel
Dirigentes, funcionarios
partidistas, bases, cuadros e individuos sin relevancia jerárquica hicimos
innumerables y desgastantes esfuerzos para mantener la unidad y la
institucionalidad de Morena y no se logró. Se transigió en todo y a la postre
la secretaria general en funciones de presidenta del Comité Ejecutivo Nacional,
Yeidckol Polevnsky, incumplió el acuerdo político de última hora que permitiría
resolver la crisis mediante una sola convocatoria a un congreso extraordinario.
Se cumplió el plazo establecido y del sector del CEN dominado por ella, que se
dice mayoritario, no salió convocatoria alguna. Unos días después Polevnsky
declaró, entre vituperios a dirigentes de otros órganos partidistas, que no
firmaría la convocatoria acordada.
Con ello
se hizo público de súbito que la encargada de la presidencia del CEN no honraba
su palabra, una realidad que muchos conocíamos de antaño y que impide cualquier
práctica política digna y transitable. Muchos lo dijimos en distintos tonos y
maneras. Algunos –empezando por la propia encargada de la presidencia–
recurrieron a la diatriba en medios y redes sociales y otros optamos por
mantener una discusión sin personalismos dentro de las filas del partido. Ahora
la discreción ya no tiene sentido.
Así
culminó un ciclo de manejo desastroso del partido, un lapso perdido para la
movilización, el crecimiento, el debate, el análisis, la articulación con los
movimientos sociales, la formación de nuevos cuadros, la difusión del ideario
de la Cuarta Transformación y, sobre todo, el deslinde con respecto a las
viejas formas de hacer política: en ese tiempo, el grupo dominante del CEN se
ha caracterizado por las intrigas, las negociaciones bajo la mesa, las
emboscadas legales, la judicialización de los conflictos internos, el
sectarismo, la exclusión y la falta de rumbo. Por añadidura, usó sus facultades
estatutarias y se inventó algunas para obstaculizar y frenar el trabajo de los
otros órganos de Morena, la formación política y las tareas de muchos comités
que hoy día operan sin recursos ni coordinación y bajo amenazas de la
dirigencia nacional.
La
abnegada militancia de Morena –esa que hizo posible el triunfo, la que a pesar
de todas las dificultades y trabas organizó y acudió a las asambleas electivas
que finalmente fueron anuladas por un golpe de mano del tribunal electoral– no
se merece esto. Las y los promotores del cambio verdadero que han librado una
lucha de años no tienen por qué compartir el desprestigio causado por la
frivolidad, la torpeza y la mezquindad, y tampoco es justo que las fuerzas
sociales que encarnaron la sublevación cívica del primero de julio se
encuentren con que la organización política que las convocó a las urnas para
cambiar el país está ahora desgarrada por las ambiciones personales, alejada de
la lucha social y dedicada a negociar candidaturas y a administrar, sabrá Dios
cómo, cuantiosos recursos.
El tiempo
apremia. Morena no puede seguir siendo el gran ausente de los problemas
nacionales, de las transformaciones en curso y de la defensa de la Presidencia
del pueblo frente a los embates de una oligarquía derrotada y cada vez más
proclive a violentar la paz y la democracia. Hoy están claras dos cosas: que
urge una renovación general de la dirigencia y el restablecimiento de la
legalidad interna, y que es imprescindible sacar el partido y el movimiento de
la parálisis, reactivarlos en el debate, la formación, la acción política y la
movilización.
Se
requiere de amplios acuerdos entre quienes reconocen la urgencia de tal
renovación y que conforman la gran mayoría del partido, y de ahí la importancia
del Consejo Nacional ampliado que se realizará mañana para decidir en forma
democrática sobre el cumplimiento de los asuntos que la dirigencia saliente
descuidó e ignoró, el camino de vuelta a la normalidad estatutaria y la recuperación
del rumbo popular, progresista, democrático y honesto del partido. Es
insoslayable, previsible y muy lamentable: los organismos electorales moldeados
por el viejo régimen, el INE y el Tribunal Electoral, tienen un amplio margen
para inmiscuirse en los procesos internos del partido porque les abrieron las
puertas desde adentro.
La
reactivación de las tareas partidarias pasa por pistas distintas: ningún
artículo del Estatuto y ningún reglamento condiciona la potestad de cualquier
militante para formar círculos de reflexión y estudio, convocar a la defensa
del gobierno transformador y solidarizarse con los movimientos sociales y
populares. Mientras más rápido se retomen o se intensifiquen esas actividades
menos traumático será el proceso de recomposición. Es impostergable ratificar
que Morena sigue siendo la esperanza de México porque defiende las causas
justas de la sociedad y porque está mayoritariamente integrado por lo mejor del
país: mujeres y hombres libres y conscientes, ciudadanos honestos, gente buena.
Twitter: @Navegaciones
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