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Zapata

martes, 5 de noviembre de 2019

BLOQUES DE PODER Y LUCHA POR LA HEGEMONÍA (IV) CHINA Y RUSIA


Este bloque, que se ha ido conformando en las últimas dos décadas, en un principio intentó acoplarse a la hegemonía occidental, como un socio de los bloques Anglo y europeo. Pero las élites estadounidenses (y en menor medida las europeas), desestimaron esta posibilidad, pues se consideraba a Rusia, después del fin de la Guerra Fría, como una potencia vencida y por lo tanto, como una “presa” o un “botín” del cual se podían obtener ganancias económicas, financieras, recursos naturales, etc.
Con respecto a China, se le pretendía utilizar como una gran factoría al servicio del capitalismo occidental, aprovechando su mano de obra barata y sus recursos naturales, para conformar las cadenas de valor internacionales.
La arrogancia y prepotencia de las élites occidentales no les permitió ver que ambos países no estaban, ni estarían en el futuro, dispuestos a jugar un rol secundario y subordinado respecto a Occidente; algo que ya habían sufrido ambos en distintos períodos de su historia (siglo XIX y principios del XX en China; fin del siglo XX en Rusia).
Así, la entrada de China en la Organización Mundial de Comercio a principios del siglo XXI, le abrió la puerta de mercados en todo el mundo; y la expansión acelerada de sus inversiones en distintas regiones del planeta, impulsadas por su enorme crecimiento económico, le permitieron ubicarse como la segunda potencia económica mundial. A la par, su política de transferencia tecnológica y de investigación y desarrollo, fortalecieron su competitividad, así como importantes avances en distintos sectores de la economía.
Por su parte Rusia, una vez que internamente acotó el poder de los oligarcas aliados a Occidente que habían depredado su economía, inició su recuperación como una potencia militar y diplomática, que ha ido reafirmando su presencia en distintas regiones en donde antes la URSS tuvo una influencia importante, como el Medio Oriente y el Centro de Asia.
El bloque Anglo y el europeo han visto este desarrollo de ambas potencias como un reto, una amenaza a su hegemonía económica, tecnológica, política y militar, y se han dado a la tarea de intentar detener el desarrollo de las potencialidades chinas y rusas en cada ámbito de los campos del poder señalados.
De ahí ha surgido la lucha por la hegemonía; no tanto porque Beijing y Moscú se hayan planteado inicialmente ese reto a Occidente, sino porque la reafirmación de sus propias potencialidades fue visto como un riesgo para las potencias dominantes, que entonces han intentado detener el desarrollo económico, tecnológico, político y militar de China y Rusia, lo que ha exacerbado las tensiones diplomáticas, la carrera armamentista y las disputas regionales a escala mundial.
Obviamente, ni Beijing ni Moscú, han estado dispuestos a detener o subordinar sus posibilidades de crecimiento económico, influencia política o desarrollo tecnológico y militar, a lo que dicten las potencias occidentales, lo que ha generado constantes choques bilaterales o en el ámbito multilateral, como en el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.
Ambas potencias nucleares, finalmente han caído en la cuenta de que su propuesta inicial (cada una por su lado) de co-dominio mundial con Occidente ha sido claramente rechazada, por lo que ahora tienen que plantearse una alianza más estrecha entre ambas (lo que ha venido sucediendo en los distintos campos del poder), y una ampliación de su influencia y alianzas en distintas regiones del mundo (lo que también han venido haciendo, con la presencia económica china en los cinco continentes con su Belt and Road Initiative; Rusia con su creciente influencia política y militar en Medio Oriente; e incluso en América del Sur y el Caribe, con acercamientos con Venezuela, Bolivia y Cuba).
China y Rusia también están planteándose crear un espacio financiero independiente de las instancias occidentales, en donde son vulnerables a las constantes sanciones en su contra o en contra de países con los que tienen creciente relación y coincidencias (como Irán y Venezuela); así como el desarrollo de tecnologías propias, que dependan cada vez menos de los avances de Occidente (el caso de la red 5G, por parte de china; y tanto chinos como rusos, de armamento de última generación).
Los retos para ambas potencias, visto que la competencia con Occidente tendrá sus altas y bajas, pero en general irá in crescendo, ya que la visión competitiva en el bloque Anglo sigue predominando sobre la cooperativa (en el europeo comienza a visualizarse la posibilidad de disminuir la confrontación con rusos y chinos) es mantener la fortaleza en sus vínculos bilaterales en materia económica, tecnológica y militar; evitar que protestas y divisiones internas, debiliten su posición ante Occidente (oposición política y próximo relevo de Putin en Rusia; casos Hong Kong, Xinjiang y Taiwán en el chino); seguir expandiendo su influencia en áreas próximas como Sureste asiático y región Asia-Pacífico por parte de China y en algunos países del Este de Europa (Bielorrusia, Hungría, etc.) y Medio Oriente por parte de Rusia; y concertadamente en otras regiones como Centro de Asia, Africa (ahora Rusia desea iniciar un acercamiento hacia ese continente) y América Latina; y establecer un espacio de permanente diálogo y concertación, que disipe dudas y posibles desencuentros entre ambos, con objeto de evitar que Occidente intente contrapuntearlos; así como ayudar a estabilizar regiones en las cuales los intereses de ambos convergen (Corea del Norte, Medio Oriente, Africa, Centro de Asia), para evitar que sus adversarios utilicen esos conflictos para generar caos y desestabilización en las inmediaciones de ambas superpotencias.
China y Rusia desean acercarse a Europa, pero las distintas visiones que hay al interior de este bloque sobre su papel en el mundo (unos quieren seguir subordinados al bloque Anglo, como varios países de Europa del Este; otros como Francia desearían conformar un bloque más independiente respecto al Anglo y al chino-ruso; mientras otros sólo desean un poco de más autonomía respecto a Estados Unidos, pero sin romper la subordinación, como Alemania); así como sus reticencias a acercarse a Rusia por disputas y resentimientos históricos, dificultan esa posibilidad, lo que deja al bloque chino-ruso flanqueado por el bloque Anglo desde el Pacífico y por el bloque europeo desde el Oeste.
De ahí la necesidad de ambas potencias por ampliar su margen de maniobra hacia otros continentes, con objeto de evitar quedar rodeados por potencias hostiles y por los cientos de bases estadounidenses que ha ubicado Washington alrededor de ambos países.
Es por ello que la lucha por la hegemonía entre los bloques Anglo y europeo, por un lado, y el chino-ruso por el otro, abarca todos los campos del poder y todas las regiones del mundo. Cada país tendrá que sopesar su posición respecto a esta disputa, y si bien hay varios países que pretenden colocarse en una posición equidistante de dichos bloques, en temas y conflictos específicos deberán escoger el bando en el que se ubicarán, y ello definirá también su peso en la balanza de la competencia entre las grandes potencias.
En la próxima entrega analizaremos brevemente a estos países que teniendo vínculos muy fuertes con alguno de los bloques (por ejemplo, Japón o Brasil con el Anglo y el europeo), o con ambos grupos (India y Turquía), intentan mantener una cierta autonomía respecto a dichas disputas, que cada vez les resulta más difícil y costoso lograr.

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