Ante la evidencia de que López Obrador sigue sacando enorme
ventaja al candidato del sistema, José Antonio Meade (encuesta de Buendía &
Laredo para el periódico El Universal)[1];
y todo indica que el joven “Maquiavelo” y clon de Carlos Salinas, el candidato
de “Por México al Frente” (PAN-PRD-MC), Ricardo Anaya, parece ser el único que
puede presentar batalla al tres veces candidato presidencial; las élites económicas
del país, y muy posiblemente la tecnocracia internacional estén pensando en que
es mejor evitar la dispersión del voto ”pro sistema” en dos opciones (Meade y
Anaya), pues esto facilitaría el triunfo de López Obrador; y sería mejor
concentrarlo en una sola opción, en este caso, el candidato panista.
A pesar de que López Obrador ha realizado un corrimiento
dramático desde la izquierda hasta la derecha, incorporando a varios
representantes del statu quo político
y económico a su campaña; y que ha asegurado insistentemente en que no cambiará
el modelo económico neoliberal y ni siquiera intentará encarcelar a los
anteriores ex presidentes, representantes del régimen corrupto que ha gobernado
al país por más de tres décadas; ni así ha podido convencer a la plutocracia nacional e
internacional y a los organismos financieros internacionales, encargados de
custodiar al modelo depredador neoliberal en todo el mundo, de que su
candidatura no constituye un peligro para sus intereses expoliadores.
De ahí que el pasado fin de semana han lanzado a dos de sus “perros
de presa”, el “padrino” del neoliberalismo en México, el ex presidente Carlos
Salinas (artículo en el diario El País de España) y al “manager” del candidato
Ricardo Anaya, abogado de mil asuntos cuestionables en el país y aliado
político de Salinas, el ex candidato presidencial del PAN en 1994, Diego Fernández
de Cevallos, a atacar con todo a López Obrador (entrevista a Diego en la
revista Proceso); planteando entre líneas que lo mejor es conformar un solo frente
neoliberal, para derrotar definitivamente a López Obrador; y que esa opción
tiene que ser Anaya (Salinas sólo lo insinúa; pero Diego lo afirma), con lo que
se comienza a traslucir que las élites plutocráticas ya están pensando en
sacrificar la candidatura de Meade, para concentrar todos los recursos en el
apoyo a Anaya.
Sin embargo, esto aún tendría que pasar por una profunda negociación
con tres grupos de actores que tendrían que aceptar esta nueva estrategia “anti
López Obrador”.
El primero que tendría que aceptar sacrificar a su candidato
(ya sea cambiándolo por otro peor; o simplemente retirándole los ilegales
apoyos del gobierno federal), sería el propio Peña Nieto, quien tendría que
recibir seguridades de que Anaya no iría tras de él y su grupo por los
muchísimos casos de corrupción que han corroído al gobierno peñista, ni por los
vínculos que hay en distintas áreas del gobierno, con la delincuencia
organizada.
En principio, Peña ya no confía en Anaya, quien rompió pactos
con su gobierno, sobre todo en relación a los procesos electorales en Coahuila
y el Estado de México; y por su parte Anaya, aún está encolerizado por la
estrategia del gobierno de Peña en exhibirlo como un corrupto, al dar a conocer
la forma grosera en que él y su familia se enriquecieron obscenamente en la
última década, utilizando los puestos públicos que ha ocupado.
De ahí que para que pueda funcionar la estrategia de un solo
frente contra López Obrador, primero se tendrían que restañar heridas y lograr
pactos firmes y con garantías entre Peña y Anaya; de lo contrario, difícilmente
el grupo peñista accederá a sacrificar electoralmente a Meade.
La segunda negociación tendría que ser con los grupos “políticos”
del PRI, como los de Osorio Chong, Beltrones, Eruviel Avila y la CTM, los
cuales si bien no quieren a Meade, el que se les planteara que ahora deben
perder la elección en favor de un panista, y todo ello para mantener un sistema
económico que ha devastado a las bases sociales del PRI, parece un exceso (“suicídate
y después te hago un homenaje”).
¿Qué se les tendría que prometer a estos grupos regionales,
sumamente corruptos, para que dejen pasar a Anaya; y, qué garantías exigirían
para que Anaya no los persiga y los exhiba como corruptos, una vez que llegue a
la presidencia?
El precio de la aceptación de estos grupos para apoyar a
Anaya puede ser exorbitantemente alto, pues puede implicar que la supuesta
estrategia anticorrupción del “joven Maquiavelo” tenga que ser abandonada, aún
antes de que comience.
Y por último, quizás la negociación menos difícil, pero igual
habría que hacerla, sería con el grupo de Meade y los tecnócratas que lo apoyan
(Nuño y Videgaray), a los que habría que asegurar posiciones en el nuevo
gobierno y/o en organismos financieros internacionales; y también impunidad,
por sus muchas complicidades y omisiones en materia de corrupción (por ejemplo
la llamada “Estafa Maestra”; el caso Odebrecht o el desvío de recursos de la
SHCP para campañas del PRI; es decir el “caso Chihuahua”).
Tantas negociaciones; tantas seguridades y garantías para
grupos de poder; y tantas rendiciones de promesas llevarían a desnaturalizar
por completo las propuestas “innovadoras” del “joven Maquiavelo”, y con ello
sería un blanco fácil para exhibirlo como un hipócrita y un vendido.
Veremos si la desesperación de los oligarcas y los
tecnócratas los lleva a sacrificar electoralmente a Meade y se arriesgan a ese
tipo de negociaciones para tratar de que el “joven Maquiavelo” Anaya pueda
llegar a la presidencia.
López Obrador saca una
ventaja de 16 puntos a Meade (32 a 16%); mientras que sólo le saca 6 puntos a
Anaya (26%).
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