El afán de triunfar en la política lleva a muchos a ver al pragmatismo,
como la mejor vía de “sumar” apoyos, sin importar qué representan, qué afinidades
reales tienen con un proyecto o qué buscan en la política.
Ahora López Obrador, a diferencia de las campañas del 2006 y
2012, en las que correctamente identificó a los grupos de poder que tienen
secuestrado al país, y con los cuales se negó a pactar, pues ello implicaría su
apoyo, pero a cambio de defender esos espurios intereses; ha decidido cambiar
de estrategia, y como se afirmó ya en otro artículo de este blog (“La Nueva
Derecha en México” 16/01/18), le ha dado cabida a representantes de la
oligarquía y de la subclase política corrupta, con tal de sumar votos (no
parece que vayan a ser muchos); con tal de presentar una cara más amable al
gran capital y a la tecnocracia internacional, para que ésta vez sí le permitan
llegar a la presidencia.
Visto así, el “proyecto alternativo de nación” queda
condicionado a lo que estos intereses acepten o rechacen, pues nadie en
política da un apoyo explícito a cambio de nada.
Integrar a panistas que han defendido a capa y espada al
proyecto neoliberal, a la potencia hegemónica (Estados Unidos) y a los representantes
de la subclase política corrupta (Fox y Calderón), como la senadora Gabriela
Cuevas, prima de la esposa del candidato presidencial del PRI, José Antonio
Meade; y de la esposa del gobernador del estado de México, Alfredo del Mazo, es
ir ya demasiado lejos. Eso ya no es pragmatismo, sino complicidad con los
peores intereses que han socavado la soberanía de este país, la decencia (o lo
que queda de ella) y la tan traída y llevada esperanza, que con estas “alianzas”
queda por los suelos. Además de que el mensaje a la militancia de base de
Morena es de confusión (por decir lo menos) y de complacencia con lo peor de la
política mexicana.
Los Moctezuma, Fastlicht, familiares de la maestra Gordillo,
Cuevas, Romo, Blanco y compañía, pretenden ser una especie de escudo que
proteja a Morena y a López Obrador de ser calificados de “izquierdistas” y “radicales”
(de ahí el título del artículo citado “La Nueva Derecha en México”), para así
convencer al 1% que maneja a su antojo la economía mundial, de que sus
intereses depredadores están completamente protegidos y de que no se tomará
ninguna medida política o económica que ponga en riesgo su dominio sobre este subordinado
país; y a la vez, demostrarle a las siempre asustadizas y manipulables clases
medias, de que no se tomará ninguna decisión que ponga en riesgo sus
aspiraciones pequeño burguesas. En resumidas cuentas, todo seguirá igual.
Este tipo de “alianzas” con la derecha y con una parte de la
oligarquía, no sólo desnaturaliza toda la lucha que la izquierda mexicana ha
llevado a cabo a lo largo de años, sino que es una decisión sumamente
peligrosa, pues de triunfar en las elecciones del próximo 1º de Julio, Morena y
López Obrador tendrán a sus espaldas a verdaderos custodios del modelo
neoliberal y de los privilegios del 1% y de la subclase política corrupta; que
cuando vean que cualquier medida o decisión política pueda afectar esos
intereses, no dudarán en boicotearla y en aliarse con los enemigos del nuevo
gobierno. Creer que de un día para otro estas personas ahora sí lucharán por la
igualdad, la democracia, el Estado de Derecho, los pobres, etc. es chuparse el
dedo. Y por supuesto que quiénes han invitado a estos representantes del statu quo, no se “chupan el dedo”. Saben
lo que representan y a qué llegan. Lamentable y muy peligroso.
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