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Zapata

martes, 16 de enero de 2018

LA NUEVA DERECHA EN MÉXICO

En el último lustro ha surgido en México una “nueva derecha” que pretende dejar atrás las características principales de la derecha conservadora y/o neoliberal.
En el caso de la derecha conservadora, que durante muchos años, prácticamente más de medio siglo, se identificó con el Partido Acción Nacional (PAN), que nació como reacción contra el nacionalismo revolucionario del presidente Lázaro Cárdenas (1934-1940) en 1939, su ideario incluía la defensa de la propiedad privada; la “subsidiariedad”, esto es la intervención del Estado sólo en apoyo a las actividades privadas y de la comunidad, y a través de la autoridad más próxima al problema; la defensa de la vida, esto es el rechazo al aborto; la defensa de la familia tradicional (exclusión de la homosexualidad y de las parejas del mismo sexo); la democracia (respeto al voto libre); y la lucha contra el corporativismo y el clientelismo político.
Pero en 1989 el PAN dio un giro importante en su ideario, en el que sin renunciar a sus principales preocupaciones en materia social y política, abrazó la propuesta económica neoliberal, mediante la cual se inició la desaparición del Estado de Bienestar, la privatización a ultranza, la apertura económica al exterior, la subordinación explícita del país a los intereses de la potencia hegemónica (Estados Unidos), y el pragmatismo como vía para lograr acuerdos que impulsaran el avance político-electoral del PAN.
Sin embargo, el modelo económico neoliberal, se combinó con un sistema político que no se reformó para abrir la participación libre de los ciudadanos, ni para limitar el poder de los grupos de interés (empresarios principalmente); sino todo lo contrario, se constituyó en un nuevo arreglo de cúpulas empresariales, partidistas y criminales para usufructuar en su favor los beneficios del sistema, dejando en el olvido a la mayoría de la población; lo que ha provocado un permanente estancamiento de la economía (un promedio de 2% de crecimiento económico durante tres décadas, con un crecimiento poblacional de 1.3%); una desigualdad brutal (Coeficiente de Gini real del .63); pobreza (según las cifras oficiales el 43.6% de la población; según cifras de investigadores independientes, hasta el 84.3%)[1]; el número de homicidios intencionales ha llegado a ser tres veces superior a la media mundial (5.3), al alcanzar 17 por cada 100 mil habitantes[2]; el salario mínimo es el tercero peor de América Latina y no alcanza para cubrir una canasta básica, etc.
Todo ello ha ido minando la confianza y el apoyo de una parte de las clases medias, tanto al sistema en su conjunto, como al PAN en particular, lo que ha llevado a ciertos sectores, tanto de la derecha conservadora tradicional (muy cercana a la Iglesia Católica), como de la derecha neoliberal (muy cercana a los Estados Unidos), a buscar otras opciones político-sociales, que respondan en alguna medida a las preocupaciones y demandas de esas clases (puesto que por lo general han ignorado e incluso despreciado a las clases bajas); y por lo tanto han comenzado a generar una “nueva derecha”, que retoma muchas de las críticas de la izquierda, con objeto de que el sistema político permanezca como el canal que procese las inconformidades y así evitar que la población comience a retirar su apoyo a las instituciones; y al mismo tiempo, mantener el proyecto neoliberal, pero sin que se le vea como un enemigo de la mayoría de la población, sino como un esquema “reformable”, que aún puede seguir funcionando.
Los mejores ejemplos de esa “nueva derecha”, que se ha recorrido al centro, los vemos en la coalición del PAN con el que alguna vez fue un partido de izquierda, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y un partido que se autodenomina de centro, el Movimiento Ciudadano (MC); y la coalición del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) con el partido de izquierda (pero siempre dispuesto a aliarse con quien convenga), Partido del Trabajo y el partido de centro derecha, que aglutina a cristianos evangélicos principalmente, el Partido Encuentro Social (PES).
La coalición electoral encabezada por el PAN ha debido disminuir o incluso esconder su rechazo al aborto, a los matrimonios del mismo sexo, así como su homofobia, con tal de mantener cierta cohesión con sus aliados; y al mismo tiempo, está intentando presentarse como una opción moderna, plural, que se acerca a las mujeres, se preocupa por el medio ambiente y por los problemas de las minorías vulnerables, con objeto de hacer llegar un mensaje menos intolerante a capas más amplias de la población, especialmente los jóvenes, que ya no consideran los temas del aborto y la familia, como los esenciales en sus perspectivas de vida y de participación política.
Así también, el PAN y su candidato presidencial, Ricardo Anaya, se están tratando de distanciar de los gobiernos panistas de Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), que aplicaron a fondo todas las recetas neoliberales y que mantuvieron con el Partido Revolucionario Institucional (PRI), un “pacto de impunidad”, mediante el cual no se persiguieron mutuamente en materia de corrupción y de abusos, con lo que el sistema político permaneció intacto y el económico siguió beneficiando a una minoría privilegiada.
Ahora Anaya trata de darle un giro al modelo neoliberal, lanzando una iniciativa arriesgada, que sabe que no llevará a la práctica, pero que en principio rompe con la ortodoxia neoliberal, como promover un ingreso general universal. Y de la misma forma, apoya la muy bien actuada y promocionada “lucha contra la corrupción” del gobernador panista de Chihuahua, Javier Corral, que está exponiendo públicamente la forma en que el PRI y sus gobiernos han utilizado el presupuesto público para financiar ilegalmente sus campañas electorales.
Estas posiciones políticas de Anaya y del PAN hubieran sido impensables durante los años en que el PRI y el PAN se repartieron el poder desde 1989.
Por su parte Morena y su candidato presidencial Andrés Manuel López Obrador eran considerados la opción de izquierda, pues durante 3 décadas López Obrador criticó al modelo neoliberal, y en sus campañas por la presidencia en 2006 y 2012 propuso cambios de fondo a dicho modelo, lo que detonó alianzas generales de la derecha tradicional (PAN) y de la neoliberal (PRI), para derrotarlo, lo que sólo pudieron lograr mediante sendos fraudes electorales.
Por ello, ahora López Obrador y su círculo más cercano han decidido correrse a la derecha, con objeto de disminuir los temores de la oligarquía y de Estados Unidos (cosa que aún no ha logrado); y para ello se han acercado a una parte importante de la derecha neoliberal, que al advertir que el modelo está en peligro por sus excesos y abusos, ha decidido aliarse con la “bestia negra”, al que combatieron por tres décadas, con tal de que el sistema siga funcionando, pero con algunos ajustes que lo hagan “más humano”.
Así, López Obrador tiene como su propuesta para Secretario de Educación Pública, a quien fue secretario de Gobernación y después de Desarrollo Social en el gobierno neoliberal y tecnocrático de Ernesto Zedillo (1994-2000), Esteban Moctezuma; quien además ha sido por más de una década presidente de la Fundación Azteca, que forma parte del consorcio de uno de los principales oligarcas y beneficiarios del sistema, Ricardo Salinas Pliego (dueño de TV Azteca y de las tiendas Elektra); aliado en su momento de Carlos Salinas de Gortari (presidente de 1988 a 1994 y el padre del neoliberalismo mexicano), quien sigue siendo considerado por López Obrador como el verdadero “jefe de la mafia del poder”, que ha manejado al país desde hace 35 años.
Así también, López Obrador puso al frente del equipo que redactó su programa de gobierno al empresario de Nuevo León, miembro de una de las familias más ricas del país, Alfonso Romo (otro amigo cercano de Carlos Salinas); quien además ha sido el principal impulsor de los transgénicos en México, a los cuales la gran mayoría de agricultores y ejidatarios se oponen; y ahora también ha encomendado a Romo la tarea de ser el enlace con los empresarios y con la “sociedad civil”.
Otros nuevos aliados de López Obrador en su tercer intento por llegar a la presidencia de la República son Marcos Fastlicht, poderoso e influyente empresario de la comunidad judía y suegro del dueño de la principal televisora del país (Televisa), Emilio Azcárraga; Tatiana Clouthier, ex militante panista (renunció en 2005), hija de quien fuera el candidato presidencial del PAN en 1988, el empresario sinaloense Manuel Clouthier, y quien ha sido nombrada la coordinadora de la campaña de López Obrador; Miguel Torruco, empresario en el ramo turístico, ex secretario de Turismo en el gobierno de Miguel Angel Mancera en la ciudad de México y consuegro del hombre más rico de México, Carlos Slim; solo por nombrar algunos de los más relevantes.
Esta nueva derecha pragmática, no sólo se alía con López Obrador para insertarse en el gobierno, en caso de un triunfo electoral del candidato presidencial de Morena; sino para asegurar a las élites depredadoras neoliberales (tanto del PRI, como del PAN), y a la potencia hegemónica (Estados Unidos), que un gobierno lopezobradorista no cambiará nada de lo esencial del modelo económico, y cuando mucho hará como que combate a la corrupción (ya vimos lo que sucedió con Fox, que afirmó que metería a la cárcel a los “peces gordos”, y no encerró ni a los charales), enjuiciando a uno que otro ex gobernador o figura menor de gobiernos anteriores, para aparentar que se combate la corrupción y la impunidad, pero sin tocar a los verdaderos beneficiarios del sistema (oligarcas, tecnócratas; a los “padrinos” de la política mexicana y los intereses de la potencia hegemónica).
De ahí que se puede afirmar que la “nueva derecha mexicana” es la que triunfará en las elecciones del 1º de Julio de este año. Es factible que las élites que impulsan la globalización en Estados Unidos y los oligarcas en México, así como la tecnocracia internacional acaben por convencerse en estos meses que es mejor sacrificar a la opción que mejor defiende sus intereses, esto es el candidato del PRI, José Antonio Meade, que tratar de imponerlo a toda costa; pues ello puede resultar contraproducente en términos de estabilidad política y social. Y por lo tanto es mejor favorecer a una de las dos opciones de la “nueva derecha”, Anaya o López Obrador, quiénes de una manera menos directa, pueden seguir sosteniendo el modelo económico, sin tantos costos políticos y sociales. Veremos.

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