En el último lustro ha surgido en México una “nueva derecha”
que pretende dejar atrás las características principales de la derecha
conservadora y/o neoliberal.
En el caso de la derecha conservadora, que durante muchos
años, prácticamente más de medio siglo, se identificó con el Partido Acción Nacional
(PAN), que nació como reacción contra el nacionalismo revolucionario del presidente
Lázaro Cárdenas (1934-1940) en 1939, su ideario incluía la defensa de la
propiedad privada; la “subsidiariedad”, esto es la intervención del Estado sólo
en apoyo a las actividades privadas y de la comunidad, y a través de la
autoridad más próxima al problema; la defensa de la vida, esto es el rechazo al
aborto; la defensa de la familia tradicional (exclusión de la homosexualidad y
de las parejas del mismo sexo); la democracia (respeto al voto libre); y la
lucha contra el corporativismo y el clientelismo político.
Pero en 1989 el PAN dio un giro importante en su ideario, en
el que sin renunciar a sus principales preocupaciones en materia social y
política, abrazó la propuesta económica neoliberal, mediante la cual se inició
la desaparición del Estado de Bienestar, la privatización a ultranza, la apertura
económica al exterior, la subordinación explícita del país a los intereses de
la potencia hegemónica (Estados Unidos), y el pragmatismo como vía para lograr
acuerdos que impulsaran el avance político-electoral del PAN.
Sin embargo, el modelo económico neoliberal, se combinó con
un sistema político que no se reformó para abrir la participación libre de los
ciudadanos, ni para limitar el poder de los grupos de interés (empresarios
principalmente); sino todo lo contrario, se constituyó en un nuevo arreglo de
cúpulas empresariales, partidistas y criminales para usufructuar en su favor los
beneficios del sistema, dejando en el olvido a la mayoría de la población; lo
que ha provocado un permanente estancamiento de la economía (un promedio de 2%
de crecimiento económico durante tres décadas, con un crecimiento poblacional
de 1.3%); una desigualdad brutal (Coeficiente de Gini real del .63); pobreza
(según las cifras oficiales el 43.6% de la población; según cifras de
investigadores independientes, hasta el 84.3%)[1];
el número de homicidios intencionales ha llegado a ser tres veces superior a la
media mundial (5.3), al alcanzar 17 por cada 100 mil habitantes[2];
el salario mínimo es el tercero peor de América Latina y no alcanza para cubrir
una canasta básica, etc.
Todo ello ha ido minando la confianza y el apoyo de una parte
de las clases medias, tanto al sistema en su conjunto, como al PAN en
particular, lo que ha llevado a ciertos sectores, tanto de la derecha
conservadora tradicional (muy cercana a la Iglesia Católica), como de la
derecha neoliberal (muy cercana a los Estados Unidos), a buscar otras opciones
político-sociales, que respondan en alguna medida a las preocupaciones y
demandas de esas clases (puesto que por lo general han ignorado e incluso
despreciado a las clases bajas); y por lo tanto han comenzado a generar una “nueva
derecha”, que retoma muchas de las críticas de la izquierda, con objeto de que el
sistema político permanezca como el canal que procese las inconformidades y así
evitar que la población comience a retirar su apoyo a las instituciones; y al
mismo tiempo, mantener el proyecto neoliberal, pero sin que se le vea como un
enemigo de la mayoría de la población, sino como un esquema “reformable”, que
aún puede seguir funcionando.
Los mejores ejemplos de esa “nueva derecha”, que se ha
recorrido al centro, los vemos en la coalición del PAN con el que alguna vez
fue un partido de izquierda, el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y un
partido que se autodenomina de centro, el Movimiento Ciudadano (MC); y la
coalición del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) con el partido de
izquierda (pero siempre dispuesto a aliarse con quien convenga), Partido del
Trabajo y el partido de centro derecha, que aglutina a cristianos evangélicos principalmente,
el Partido Encuentro Social (PES).
La coalición electoral encabezada por el PAN ha debido disminuir
o incluso esconder su rechazo al aborto, a los matrimonios del mismo sexo, así
como su homofobia, con tal de mantener cierta cohesión con sus aliados; y al
mismo tiempo, está intentando presentarse como una opción moderna, plural, que
se acerca a las mujeres, se preocupa por el medio ambiente y por los problemas
de las minorías vulnerables, con objeto de hacer llegar un mensaje menos intolerante
a capas más amplias de la población, especialmente los jóvenes, que ya no
consideran los temas del aborto y la familia, como los esenciales en sus
perspectivas de vida y de participación política.
Así también, el PAN y su candidato presidencial, Ricardo
Anaya, se están tratando de distanciar de los gobiernos panistas de Vicente Fox
(2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), que aplicaron a fondo todas las recetas
neoliberales y que mantuvieron con el Partido Revolucionario Institucional
(PRI), un “pacto de impunidad”, mediante el cual no se persiguieron mutuamente
en materia de corrupción y de abusos, con lo que el sistema político permaneció
intacto y el económico siguió beneficiando a una minoría privilegiada.
Ahora Anaya trata de darle un giro al modelo neoliberal,
lanzando una iniciativa arriesgada, que sabe que no llevará a la práctica, pero
que en principio rompe con la ortodoxia neoliberal, como promover un ingreso
general universal. Y de la misma forma, apoya la muy bien actuada y
promocionada “lucha contra la corrupción” del gobernador panista de Chihuahua,
Javier Corral, que está exponiendo públicamente la forma en que el PRI y sus
gobiernos han utilizado el presupuesto público para financiar ilegalmente sus
campañas electorales.
Estas posiciones políticas de Anaya y del PAN hubieran sido
impensables durante los años en que el PRI y el PAN se repartieron el poder
desde 1989.
Por su parte Morena y su candidato presidencial Andrés Manuel
López Obrador eran considerados la opción de izquierda, pues durante 3 décadas
López Obrador criticó al modelo neoliberal, y en sus campañas por la
presidencia en 2006 y 2012 propuso cambios de fondo a dicho modelo, lo que
detonó alianzas generales de la derecha tradicional (PAN) y de la neoliberal (PRI),
para derrotarlo, lo que sólo pudieron lograr mediante sendos fraudes
electorales.
Por ello, ahora López Obrador y su círculo más cercano han
decidido correrse a la derecha, con objeto de disminuir los temores de la
oligarquía y de Estados Unidos (cosa que aún no ha logrado); y para ello se han
acercado a una parte importante de la derecha neoliberal, que al advertir que
el modelo está en peligro por sus excesos y abusos, ha decidido aliarse con la “bestia
negra”, al que combatieron por tres décadas, con tal de que el sistema siga
funcionando, pero con algunos ajustes que lo hagan “más humano”.
Así, López Obrador tiene como su propuesta para Secretario de
Educación Pública, a quien fue secretario de Gobernación y después de
Desarrollo Social en el gobierno neoliberal y tecnocrático de Ernesto Zedillo
(1994-2000), Esteban Moctezuma; quien además ha sido por más de una década
presidente de la Fundación Azteca, que forma parte del consorcio de uno de los
principales oligarcas y beneficiarios del sistema, Ricardo Salinas Pliego
(dueño de TV Azteca y de las tiendas Elektra); aliado en su momento de Carlos
Salinas de Gortari (presidente de 1988 a 1994 y el padre del neoliberalismo
mexicano), quien sigue siendo considerado por López Obrador como el verdadero “jefe
de la mafia del poder”, que ha manejado al país desde hace 35 años.
Así también, López Obrador puso al frente del equipo que redactó
su programa de gobierno al empresario de Nuevo León, miembro de una de las
familias más ricas del país, Alfonso Romo (otro amigo cercano de Carlos
Salinas); quien además ha sido el principal impulsor de los transgénicos en
México, a los cuales la gran mayoría de agricultores y ejidatarios se oponen; y
ahora también ha encomendado a Romo la tarea de ser el enlace con los
empresarios y con la “sociedad civil”.
Otros nuevos aliados de López Obrador en su tercer intento por
llegar a la presidencia de la República son Marcos Fastlicht, poderoso e
influyente empresario de la comunidad judía y suegro del dueño de la principal
televisora del país (Televisa), Emilio Azcárraga; Tatiana Clouthier, ex
militante panista (renunció en 2005), hija de quien fuera el candidato
presidencial del PAN en 1988, el empresario sinaloense Manuel Clouthier, y
quien ha sido nombrada la coordinadora de la campaña de López Obrador; Miguel
Torruco, empresario en el ramo turístico, ex secretario de Turismo en el
gobierno de Miguel Angel Mancera en la ciudad de México y consuegro del hombre
más rico de México, Carlos Slim; solo por nombrar algunos de los más
relevantes.
Esta nueva derecha pragmática, no sólo se alía con López
Obrador para insertarse en el gobierno, en caso de un triunfo electoral del candidato
presidencial de Morena; sino para asegurar a las élites depredadoras
neoliberales (tanto del PRI, como del PAN), y a la potencia hegemónica (Estados
Unidos), que un gobierno lopezobradorista no cambiará nada de lo esencial del
modelo económico, y cuando mucho hará como que combate a la corrupción (ya
vimos lo que sucedió con Fox, que afirmó que metería a la cárcel a los “peces
gordos”, y no encerró ni a los charales), enjuiciando a uno que otro ex
gobernador o figura menor de gobiernos anteriores, para aparentar que se
combate la corrupción y la impunidad, pero sin tocar a los verdaderos beneficiarios
del sistema (oligarcas, tecnócratas; a los “padrinos” de la política mexicana y
los intereses de la potencia hegemónica).
De ahí que se puede afirmar que la “nueva derecha mexicana”
es la que triunfará en las elecciones del 1º de Julio de este año. Es factible
que las élites que impulsan la globalización en Estados Unidos y los oligarcas
en México, así como la tecnocracia internacional acaben por convencerse en
estos meses que es mejor sacrificar a la opción que mejor defiende sus
intereses, esto es el candidato del PRI, José Antonio Meade, que tratar de imponerlo
a toda costa; pues ello puede resultar contraproducente en términos de
estabilidad política y social. Y por lo tanto es mejor favorecer a una de las
dos opciones de la “nueva derecha”, Anaya o López Obrador, quiénes de una manera
menos directa, pueden seguir sosteniendo el modelo económico, sin tantos costos
políticos y sociales. Veremos.
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