Indignación salarial y laboral
Arturo Alcalde Justiniani
La Jornada 20 de Enero de 2018
¿Cómo no van a estar enojados los trabajadores mexicanos si el
gobierno pretende imponerles para 2018 un tope salarial de la mitad de la
inflación reconocida oficialmente y una cuarta parte de la inflación real?
¿Acaso piensa Enrique Peña Nieto que su ofrecimiento de 3.4 por ciento de
incremento salarial frente a 6.7 por ciento de inflación iba a generar
beneplácito?
¿Qué reacción esperaba Peña Nieto de los hombres y
mujeres que viven de su trabajo frente al golpe más severo a sus ingresos en
los últimos 17 años?
¿Cuál debería ser su ánimo cuando la mayor parte de
la población padece los mayores incrementos de precios y servicios del sexenio
frente a un salario raquítico e insuficiente para vivir?
Para describir este ánimo vale referir, como
muestra, a un nutrido grupo de trabajadores de una fábrica llantera
trasnacional en donde más de la mitad no recibía prácticamente salario alguno,
porque semana tras semana debía entregárselo a los prestamistas, fauna que ha
ido creciendo alrededor de los centros de trabajo. Finalmente, los trabajadores
optaron por ser liquidados por el patrón para pagar sus deudas y no perder su
pequeño patrimonio, aunque no supieran qué pasaría el día de mañana.
¿Qué grado de indignación tendrán los trabajadores
universitarios de las instituciones públicas que al final del presente mes
concluirán sus negociaciones de salarios y prestaciones al recibir las
respuestas de sus rectores de que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público
les ordenó no rebasar un incremento de 3.4 por ciento que otorgó a los trabajadores
administrativos de la Universidad Nacional Autónoma de México el pasado 1º de
noviembre? Seguramente habrá movilizaciones y tendrá que buscarse una salida
con incrementos mayores para evitar la paralización de labores, pero este
desgaste era previsible, sin embargo, a Peña Nieto y a José Antonio Meade, que
asumió estas decisiones antes de dejar la Secretaría de Hacienda, no parece
importarles el futuro de estas instituciones que son fundamentales para el
desarrollo del país.
¿Qué sentirán los trabajadores de salario mínimo
que reciben tan sólo 88.36 pesos diarios, esto es 2,650 pesos mensuales?
Salario que el gobierno se negó a incrementar en el monto que el mismo sector
patronal recomendaba. ¿Qué decir de los salarios mínimos profesionales que son
aplicables a 59 actividades u oficios como carpintero, plomero o electricista,
los cuales se han quedado en la congeladora? La mayoría de estos salarios varía
entre 99.99 y 117.60 pesos diarios, algunos de monto mayor, como el aplicable
al operador de bulldozer con 121.09 pesos y la única excepción
que excede a los 200 pesos es el de reportero de prensa, con 236.28 pesos
diarios. A propósito, los jornaleros agrícolas de San Quintín aún esperan se
cumpla la promesa de incluirlos en la lista de los salarios mínimos
profesionales.
Motivo de indignación adicional se deriva de la
iniciativa de Reforma a la Ley Federal del Trabajo presentada en el Senado de
la República a principios de diciembre de 2017 por dos senadores priístas,
supuestamente obreros, que no sabían en qué lío se metían al cumplir el encargo
del equipo de Peña Nieto y del ex-secretario de Hacienda, Meade. Este intento
de reforma es tan regresivo que ha sido considerado, con razón, como el golpe
más brutal a los trabajadores en los últimos 100 años. Transforma el derecho
laboral de social a mercantil y el trabajo en mercancía flexible y barata,
dejando a la población trabajadora en estado de indefensión. Principios,
derechos, protecciones, reglas de equilibrio, todo quedó fuera.
La iniciativa surgió del mandato de reglamentar la
reforma constitucional del 24 de febrero de 2017, la cual respondía a dos
objetivos: contar con un nuevo sistema de justicia laboral respetuoso del
estado de derecho y acabar con los contratos de protección patronal firmados a
espaldas de los trabajadores mediante una negociación colectiva auténtica,
producto del voto secreto, libre y personal de los trabajadores.
En contraste al mandato constitucional, la
iniciativa Peña Nieto-Meade asigna la impartición de justicia en materia
colectiva, a un instituto teóricamente autónomo, pero en realidad sometido al
burdo control de patrones y sindicatos corporativos, que de manera discrecional
obstaculizarán el ejercicio libre y democrático de los derechos colectivos de
asociación, negociación colectiva y huelga, por medio de una telaraña de
requisitos y procedimientos administrativos que sólo con el apoyo patronal se
podrán cumplir.
Así, el Poder Judicial se convierte en una figura
decorativa en temas colectivos que eran la causa fundamental de la reforma. En
este punto es importante destacar el engaño que la Secretaría del Trabajo y
Previsión Social realizó al solicitar a las legislaturas de los estados que
aceleradamente crearan sus propias leyes laborales para regular los centros de conciliación,
a pesar de no tener facultades constitucionales para ello y, peor aún,
recomendándoles que, en lugar de preservar su autonomía, se rigieran por
órganos tripartitos. Todo este circo para conservar los contratos colectivos de
trabajo de protección patronal.
Por todo ello, crece la exigencia de que sea
retirada la iniciativa Peña Nieto-Meade y se abra –como de manera regular
sucede en otros países– un amplio debate público sobre la legislación laboral
que necesitamos en beneficio de los trabajadores, del sector productivo y del
país, sin perder de vista que, tratándose de una legislación reglamentaria,
ésta deberá estar acorde con los principios de la reciente reforma
constitucional que tantas esperanzas generó. Ahora es fundamental darse el tiempo
necesario para diseñar adecuadamente la reforma e instrumentar su cumplimiento.
PD. Más allá de colores partidarios, apoyamos al
pueblo de Chihuahua y a su gobierno en la exigencia de que César Duarte sea
extraditado y rinda cuentas del saqueo que con otros cómplices cometió.
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