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Zapata

lunes, 25 de septiembre de 2017

¿QUÉ VAMOS A HACER?

Después de la destrucción ocasionada por los sismos del 7 y 19 de septiembre, de la gran solidaridad social para el rescate de víctimas y la ayuda inicial a los damnificados, viene la parte más difícil. Hay que censar y ubicar a todas las familias que se han quedado sin sus casas y fuentes de trabajo, planear la reconstrucción, contar con los recursos económicos suficientes para realizarla y llevarla a cabo.
En un país acostumbrado a la irresponsabilidad y corrupción de los gobernantes, en donde unos a otros se culpan de las desgracias y los desastres[1], pero todos se quieren poner la medalla de los pocos logros, es muy factible que en los próximos meses se advierta desorganización, abusos y aprovechamiento de la tragedia por parte de gobernantes sin escrúpulos y los partidos políticos, que querrán adjudicarse la ayuda a los damnificados, como botín político para el proceso electoral del 2018.
Es cierto, una buena parte de la sociedad ha salido a ayudar de diversas formas en esta tragedia, especialmente los jóvenes. Sin embargo, no se sabe si esta energía social se canalizará para organizarse de alguna forma, con objeto de que la reconstrucción de miles de casas y negocios tenga un rostro humano, comprometido con la población; y no que se convierta en un nuevo negocio de políticos y especuladores inmobiliarios, que para colmo sirva para posicionar a determinados partidos políticos, con vistas a las próximas elecciones.
En general, existe mucha animadversión hacia los partidos, los candidatos, los gobernantes y las instituciones públicas por parte de la sociedad, y con justificada razón. Por ello, esa sociedad poco o nada se involucra en los procesos políticos, que a final de cuentas son los que derivan en leyes, decisiones y políticas públicas que nos afectan a todos.
Esta vez, esa energía social puede y debe canalizarse para que surja una nueva clase política de los escombros de la anterior; y eso sólo puede suceder si los ciudadanos, en vez de volver a dejar a los políticos profesionales tomar las malas decisiones que han ocasionado la pobreza, desigualdad, violencia, inseguridad y gran parte de las consecuencias de los desastres naturales; nos convertimos en actores de nuestro destino; así sea a escala local, en nuestra colonia, barrio, municipio, para dar un rumbo distinto, primero al proceso de reconstrucción y después al proyecto de país.
Yo soy muy escéptico de que eso vaya a suceder, ya que la subclase política corrupta, con el manejo de los recursos económicos que tendrá para la reconstrucción, más la ayuda que le brindan los grandes medios de comunicación para despolitizar a la población, muy bien puede conducir el enojo social hacia la frustración (una vez más); y en el 2018 concluir con el “triunfo” de uno más de los representantes del mismo sistema corrupto y podrido que se ha cebado en el país por décadas. Ojalá tengamos la entereza para evitarlo.



[1] Ya estamos viendo cómo se están culpando entre el jefe de gobierno Miguel Angel Mancera, el secretario de Educación Pública, Alvaro Nuño (dos aspirantes presidenciales) y la delegada en Tlalpan, Claudia Sheinbaum (aspirante al gobierno de la ciudad de México), por haber permitido la construcción deficiente de la escuela Enrique Rébsamen, en donde murieron 19 niños y 6 adultos.

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