El pasado 25 de septiembre el gobierno de la región autónoma
kurda de Irak realizó un referéndum para que la población expresara su apoyo a
la independencia de esa región, respecto a Irak. Según el presidente del Kurdistán iraquí, Masud Barzani,
la respuesta fue abrumadoramente favorable a la separación de Irak y a la
conformación de un nuevo país.
Por su parte, el gobierno de la región autónoma de Cataluña, tiene
contemplado realizar un referéndum este 1º de Octubre, con el mismo fin,
preguntar a la población si desean separarse del Reino de España.
Son casos muy diferentes, no sólo por la geografía, la
historia y las circunstancias específicas de cada uno; sino también, por las
implicaciones geopolíticas y en las relaciones entre las grandes potencias que
ambos procesos están desatando.
Sin embargo, primero veamos algunas coincidencias:
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En
ambos casos poblaciones que tienen una historia, lengua y espacio geográfico
común, han luchado por mucho tiempo (por lo menos durante el siglo XX y lo que
va del XXI), por reafirmar sus características propias ante la hegemonía de
estados más poderosos (en el caso catalán el español; en el kurdo el Imperio
Otomano y Persia primero; y después los estados que nacieron de la Primera
Guerra Mundial, Turquía, Irak y Siria; e Irán).
-
Tanto
en el Kurdistán, como en Cataluña, existen clases políticas que están limitadas
en sus ambiciones de poder, en tanto sigan perteneciendo subordinadamente a
estados más grandes; por lo que desean la independencia para consolidarse en
los nuevos países (especialmente la familia Barzani en el Kurdistán iraquí).
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Las
dos regiones autónomas cuentan con suficientes recursos económicos (Cataluña
con industria, agricultura, comercio y turismo; Kurdistán con petróleo,
agricultura y comercio) como para aspirar a separarse de sus países matrices,
con la posibilidad de que su economía se mantenga relativamente próspera.
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En
ambos casos las clases dirigentes y las clases medias se sienten minimizadas y
explotadas económicamente, por los gobiernos de los países a los que
actualmente pertenecen (Madrid y Bagdad).
Por supuesto que las diferencias en
ambos procesos son más marcadas:
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Mientras
Cataluña está enclavada en un país miembro de la Unión Europea, y por lo tanto
su enfrentamiento es en principio, con el gobierno de Madrid; el Kurdistán
iraquí, si bien enfrenta al gobierno de Bagdad, su separación de Irak afectará
también la relación de las poblaciones kurdas de Turquía, Irán y Siria con sus
respectivos gobiernos, por lo que su repercusión es mucho mayor en el Medio
Oriente.
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Los
kurdos están inmersos en enfrentamientos bélicos con los grupos terroristas en
Irak y Siria (Estado Islámico y las diversas derivaciones de Al Qaeda) y
también enfrentan la oposición del gobierno sirio; así como también se
enfrentan al gobierno turco, contra el cual ha combatido el Partido de los
Trabajadores Kurdos (el PKK), dirigido por Abdullah Ocalan. El gobierno iraní
también ha combatido continuamente a los kurdos. En cambio Cataluña, no está
inmersa en un conflicto bélico con el gobierno español, aunque en los últimos
días éste ha intentado detener la realización del referéndum, mediante el envío
de fuerzas policiales.
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En
el caso kurdo, el aspecto religioso también juega un papel relevante, en vista
de que la mayoría de los kurdos son musulmanes sunníes, y las minorías
cristianas o chiís se sienten discriminadas en las zonas kurdas. Y a la inversa,
en Irán, los kurdos son discriminados, no sólo por ser una minoría étnica
distinta, sino también por ser sunníes; mientras en Cataluña, la mayoría de la
población es católica, sin que el aspecto religioso tenga relevancia especial
en el conflicto.
Las implicaciones en la política internacional de ambos
procesos serán grandes, en caso de que llegara a concretarse la independencia
de estas regiones, lo que en estos momentos parece difícil y en todo caso, llevaría
algunos años en materializarse (suponiendo que se realice el referéndum en
Cataluña y que gane el sí).
En lo que respecta a Cataluña, una separación de España,
hundiría a este país en una crisis económica, ya que la importancia industrial,
comercial, turística y agrícola de la región autónoma es crucial, pues el
estado español perdería el 19%[1]
de su PIB y el 25% de las exportaciones.
Además, la separación incitaría a una región que siempre ha
querido desvincularse de España y de donde surgió el grupo terrorista ETA, es
decir las provincias vascas.
De ahí que para el reino español, perder a Cataluña podría
convertirse en un golpe devastador en lo económico y lo político; y con ello
generaría también un “efecto demostración” en otras regiones europeas que ven
con recelo y escepticismo a los gobiernos centrales de sus respectivos países,
tales como Escocia en el Reino Unido; la zona norte de Italia o la región este
de Alemania (además de la ya larga disputa entre flamencos y valones en
Bélgica).
Para la Unión Europea sería un dolor de cabeza, ya que de
inmediato, Cataluña no podría formar parte de la Unión y tendría que solicitar
su ingreso, lo que seguramente sería bloqueado por España; lo que generaría
también una crisis económica y política en la propia Cataluña (que depende en
gran medida del comercio y las inversiones con los países de la Unión Europea);
y ello podría generar dislocaciones en las líneas de producción y en el
comercio de la parte sur de la Unión, en vista de que Cataluña quedaría “cercenada”
del resto de la misma.
Lo más probable es que ese conflicto España-Cataluña, trasladado
al espacio de la Unión Europea, generaría más tensiones, menos acuerdos y más
deseos de diferentes regiones por separarse de sus respectivos países,
acentuando así la ya muy caótica situación de la Unión Europea; y debilitando
al eje Berlín-Paris que desea conformarse como un polo independiente de los
otros ejes de poder (Washington-Londres y Moscú-Beijing).
De ahí la oposición (cada vez más fuerte) de Bruselas, a la
separación de Cataluña del reino español.
Por lo que respecta al Kurdistán, si bien había la
posibilidad de que al terminar la Primera Guerra Mundial se creara un país con
dicho nombre (con poblaciones kurdas asentadas en Turquía, Siria, Irak e Irán),
la oposición de los países formados después de los acuerdos entre Inglaterra y
Francia (Sykes-Picot) y especialmente en contra del Tratado de Sevres por parte
de Turquía, evitaron la creación del Kurdistán, por lo que desde hace casi un
siglo, esta minoría (que suma casi 30 millones de habitantes en los cuatro
países en los que se asienta), ha buscado la conformación de un Estado.
A diferencia de Israel, que logró el apoyo de las grandes
potencias para arrebatarle la mayor parte del territorio a los palestinos y así
conformar su estado; los kurdos no tuvieron el apoyo de ninguna gran potencia,
por lo que se han mantenido como minorías combatidas y discriminadas en los
países en los que están asentados.
Pero ahora tanto Estados Unidos[2]
como Israel, ven la creación del Kurdistán iraquí como una estrategia
alternativa para combatir y desestabilizar a los países que ellos denominan
como la “creciente chií”, que iría desde Teherán, pasando por Bagdad, Damasco y
hasta Beirut.
Recordemos que los neoconservadores, el lobby pro Israel y el
complejo militar-industrial-de seguridad de Washington han generado desde 2001
una “Guerra contra el terrorismo” en el Medio Oriente, cuyo verdadero objetivo
ha sido desestabilizar y “balcanizar” a los países que consideran enemigos del
régimen de Tel Aviv (el Irak de S. Hussein; la Libia de Gaddafi; la Siria de
Assad; el régimen de Irán; y los grupos armados de Hezbollah y Hamas); con
objeto de que Israel se consolide como el país hegemónico de la región, siga su
expansión territorial a costa de los palestinos y países vecinos (especialmente
Siria); y pueda aprovechar los recursos naturales de la región, sin
interferencias (agua, grandes yacimientos de gas y hasta donde alcance, el petróleo).
Todo iba de acuerdo al plan hasta que se interpusieron Rusia
e Irán, para evitar que cayera el régimen de Bashar el Assad, a través del
apoyo occidental y de las monarquías sunníes de la región a los grupos
terroristas y mercenarios que combatían al régimen de Damasco.
Así que la intervención de Moscú y Teherán y la férrea
respuesta del ejército sirio al ataque de los terroristas y mercenarios,
lograron detener la estrategia del caos deliberado impulsada por Washington,
Tel Aviv, Riad, Londres y Paris, por lo que en los últimos meses se verificó la
derrota de dicha estrategia.
Pero ya estaba en espera la estrategia alternativa que es
romper esa “creciente chií”, ahora utilizando a los kurdos, a los que el
régimen de Tel Aviv ha apoyado desde hace años como una cuña y un grupo
desestabilizador para los regímenes de Turquía, Siria, Irak e Irán; además de
que le compra el petróleo que explota el gobierno autónomo kurdo en Irak.
Por ello, el caso del Kuridstán iraquí tiene que ver más con
la estrategia de caos deliberado y “balcanización” que conviene tanto a Estados
Unidos (para detener a Rusia en el Medio Oriente); a Israel (para mantener
desestabilizados a los gobiernos de Turquía, Irak, Siria e Irán); y a Arabia
Saudita (que quiere mantener la presión sobre los gobiernos chiís de Damasco,
Bagdad y Teherán).
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