Septiembre 8, 2017 contralínea.com.mx
AUTOR: RED VOLTAIRE
¿Qué
llevó al presidente de Francia, Emmanuel Macron, a organizar una extraña
ceremonia de reconciliación entre dos líderes libios que en realidad no son
realmente contendientes? ¿Por qué pronunció un discurso sobre un pueblo que él
no conoce? ¿Adónde fueron a parar los 100 000 millones de dólares que faltan en
el tesoro nacional libio?
Roma,
Italia. “Lo que hoy sucede en Libia es de cierta forma el nudo de una
desestabilización que presenta múltiples rostros”, declaró el presidente
francés Emmanuel Macron al celebrar en París el acuerdo que “traza la hoja de
ruta para la paz y la reconciliación nacional”.
Macron
atribuye la situación caótica de Libia únicamente a los movimientos
terroristas, que “tratan de prosperar explotando la inestabilidad política y la
riqueza económica y financiera que pueden existir en Libia”. Según el
presidente Macron, es por eso que Francia ayuda a Libia a enfrentar los
terroristas.
En esas
declaraciones, Macron invierte la realidad de los hechos. El artífica de la
desestabilización de Libia fue precisamente Francia, junto a Estados Unidos, la
Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y las monarquías del Golfo.
En 2010,
según los datos del Banco Mundial, Libia registraba los más altos índices de
desarrollo humano de toda África, con un elevado ingreso medio por habitante,
acceso de toda la población a la enseñanza media y secundaria y un 46 por
ciento de acceso a la enseñanza superior. Unos 2 millones de migrantes
africanos encontraban empleo en Libia. Con sus inversiones, Libia favorecía la
formación de organismos económicos independientes vinculados a la Unión
Africana.
Estados
Unidos y Francia, como puede verse en los correos electrónicos de Hillary
Clinton, se pusieron de acuerdo para bloquear el plan de Gadafi, que quería
crear una moneda africana como alternativa frente al dólar estadunidense y al franco
CFA (la moneda que Francia impone a 14 de las excolonias francesas en África).
Fue Hillary Clinton, como lo documentó en su momento The New York Times quien
hizo firmar al presidente Barack Obama “un documento que autorizaba una
operación secreta en Libia y la entrega de armas a los rebeldes”, entre los que
se incluían grupos clasificados como terroristas.
Poco después,
en 2011, la OTAN, organización sometida al mando estadunidense, destruía víctimas que la propia libio durante una guerra,
iniciada por Francia, en la que Libia tuvo que enfrentar además la acción de
fuerzas especiales que operaban en suelo libio. Resultado de todo eso es el
desastre que hoy puede verse en Libia y que está provocando incluso más , sobre todo entre los migrantes.
El
presidente de Francia, Emmanuel Macron, sabe muy bien todo eso. Entre 2008 y
2011, Macron hizo una carrera –tan fulgurante como sospechosa– como empleado del
banco Rothschild, el imperio financiero que controla los bancos centrales de
casi todos los países del mundo. El banco Rothschild llegó a Libia en 2011,
cuando la guerra todavía no había terminado. Era el momento en que los grandes
bancos estadunidenses y europeos cometían el mayor acto de rapiña del siglo al
confiscar 150 mil millones de dólares de los fondos soberanos libios [1].
Durante sus 4 años de formación en el banco Rothschild, el hoy presidente de
Francia fue presentado a las más altas figuras de la finanza mundial, donde se
deciden las grandes operaciones, como la destrucción del Estado libio.
Macron pasó
después a la política haciendo otra carrera –también tan relampagueante como
sospechosa– durante la cual fue sucesivamente vicesecretario general de la
Presidencia de la República y ministro de Economía. En 2016, creó su propio
partido, En Marche!, un “instant party” que cuenta
con el respaldo y financiamiento de poderosas trasnacionales, que le abren el
camino a la Presidencia de Francia. Es decir, tras el protagonismo de Macron no
se encuentran solamente los intereses nacionales franceses.
El botín por
repartir en Libia es enorme: las mayores reservas de petróleo de toda África y
grandes reservas de gas natural, más la inmensa reserva de agua fósil del manto
nubio –un oro blanco con perspectivas de ser más
precioso incluso que el oro negro– y la situación
geográfica del propio territorio libio, de primera importancia geoestratégica,
entre el Mediterráneo, África y el Oriente Medio.
Existe “el riesgo
de que Francia ejerza una fuerte hegemonía sobre nuestra excolonia”, advierte
en Italia la publicación Analisi Difesa, subrayando
la importancia de la inminente expedición naval italiana en Libia. Un llamado
al “orgullo nacional” de una Italia que reclama “su parte” en la repartición
neocolonial de los despojos de su excolonia.
La
agresión occidental contra Libia
“Antes de cualquier otra cosa, François Hollande
hace un balance de la destrucción de Libia. La Yamahiriya disponía de un tesoro
valuado, como mínimo, en 150 mil millones de dólares. Oficialmente, la OTAN
bloqueó, o hizo que sus aliados bloquearan, alrededor de una tercera parte de
esa suma. ¿Qué pasó con el resto? Los gadafistas creen poder utilizarlo para
financiar la resistencia a largo plazo. Pero en abril, el prefecto francés
Edouard Lacroix, a quien se había dado acceso a una parte de ese dinero, muere
repentinamente –en un solo día– víctima de “cáncer fulminante” mientras que el
exministro libio del Petróleo, Choukri Ghanem, aparece ahogado en Viena.
Gracias al entonces ministro francés de Finanzas, Pierre Moscovici; al
consejero presidencial para temas económicos, Emmanuel Macron; y varios
banqueros de negocios, que fungen todos como cómplices pasivos, el Departamento del Tesoro
de Estados Unidos logra apoderarse del botín del siglo: 100 mil millones de
dólares.”
Testimonio
del intelectual francés Thierry Meyssan, quien fue miembro del gobierno libio
durante la agresión occidental (Sous nos yeux, libro de Meyssan, actualmente en
proceso de edición en su versión en español).
Manlio
Dinucci/Il Manifesto/Red Voltaire
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