Desde el fallecimiento de Hugo Chávez hace 4 años, Washington
y sus vasallos en Latinoamérica y Europa, han hecho todo lo posible por
hostigar y demonizar al gobierno de Nicolás Maduro, con objeto de que la
revolución bolivariana caiga del gobierno y se reinstale el neoliberalismo, la
subordinación completa a Estados Unidos y el saqueo de los recursos naturales y
financieros de Venezuela.
Los gobiernos latinoamericanos que trataron de redistribuir
la renta, disminuir la desigualdad en la región, al menos moderar el vasallaje
en materia de política exterior y de seguridad respecto a Estados Unidos, y recuperar
la soberanía sobre sus recursos naturales, han sido atacados inmisericordemente
por las cúpulas empresariales de sus respectivos países, que desean mantener
los sistemas de depredación y explotación vigentes en la región por décadas;
así como por los medios de comunicación controlados por las oligarquías
nativas, y coordinados con los de Estados Unidos, significativamente la CNN,
que se ha convertido en la principal propagandista de los cambios de régimen en
la región.
La estrategia comandada por Washington para desalojar del
poder a estos gobiernos ha dado resultado, ya que por medio de presiones
políticas, boicots económicos y de plano golpes de estado en forma o “blandos”,
o en su caso por cambios de gobierno mediante procesos electorales, han salido
del gobierno Dilma Rousseff en Brasil, Cristina Fernández en Argentina, José
Mújica en Uruguay, Manuel Zelaya en Honduras, Fernando Lugo en Paraguay; y en
el caso venezolano la muerte de Chávez dejó en el poder a un político con poco
carisma, menos preparación que su antecesor y enfrentando la caída (concertada
desde Washington y Riyad) de los precios internacionales del petróleo, todo lo
cual se ha combinado con una estrategia de los vasallos latinoamericanos de
Washington y del gobierno derechista español, para derrocar a Maduro y regresar
a Venezuela a su posición de proveedor de materias primas baratas para el
imperio y como una ficha más del tablero de dominación estadounidense.
Ante la andanada de ataques internos y externos, más los
errores propios, Maduro ha optado por desconocer a la Asamblea Nacional (con
mayoría opositora), utilizando al Tribunal Superior de Justicia, con lo que le
da el pretexto final al ministerio de colonias estadounidense, es decir la OEA,
para justificar la expulsión de Venezuela del organismo y así abrir la puerta
al golpismo militar, al que ya están llamando los líderes de la oposición
derechista, pro empresarial y vasalla de Washington; con lo cual se puede
iniciar una guerra civil, en vista de que el chavismo preparó por años a
milicias armadas listas para defender a la revolución bolivariana.
Pero a Estados Unidos y a sus vasallos latinoamericanos no
les importa si se provoca un baño de sangre, a ellos lo único que les importa
es recuperar el petróleo venezolano para la superpotencia, y a los oligarcas
nativos regresar al esquema de explotación demencial del pueblo venezolano.
Para las fuerzas políticas progresistas en México el caso
venezolano, así como el brasileño (con la destitución de Dilma Rousseff por
parte del Congreso golpista), deben servir de ejemplo de lo que los oligarcas,
la subclase política corrupta, la tecnocracia y las élites globalizantes de Washington
y Nueva York van a intentar, en caso de un triunfo de Andrés Manuel López
Obrador en las elecciones del 2018.
Van a hacer todo lo posible por boicotear su gobierno,
ponerlo contra la pared y eventualmente hacerlo caer utilizando al Congreso,
como ya lo hicieron en 2005 cuando se aprobó su desafuero como jefe de gobierno
de la Ciudad de México. Ominosos tiempos los que vivimos.
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