Donald Trump acaba de dar su discurso sobre el plan económico
que pretende aplicar, en caso de llegar a la presidencia de Estados Unidos,
ante el Economic Club de Nueva York.
Su propuesta se basa en una disminución brutal de impuestos,
especialmente a los grandes empresarios; una desregulación profunda; la
utilización de todos los instrumentos legales y extra legales con que cuenta Estados
Unidos, para obligar a sus “socios comerciales” a aceptar tratados totalmente
favorables a Washington; obligar a las empresas estadounidenses a permanecer en
territorio nacional, para preservar los empleos y la inversión; resucitar las
moribundas industrias del acero, el carbón y el petróleo; y, detener la
inmigración ilegal, con el supuesto objetivo de evitar que sigan cayendo los
salarios.
Gran parte de la alocución de Trump estuvo dirigida contra
México y China, acusándolos de ser los causantes del déficit comercial del país
por 800 mil millones de dólares (sólo de pasada mencionó a Corea del Sur, pero
en ningún momento señaló los enormes déficits comerciales que tiene Estados
Unidos con la Unión Europea y Canadá); señaló que China manipula su moneda y realiza prácticas comerciales injustas, con
objeto de lograr un superávit comercial, que ya llega a 500 mil millones de
dólares con Estados Unidos.
Con respecto a México, siguió culpándolo de llevarse las
empresas y los empleos estadounidenses, de tener un superávit comercial brutal;
y en esencia, de ser el causante de buena parte de la pérdida de empleos en las
regiones manufactureras de Estados Unidos.
Así, Trump señaló que reabrirá todo el Tratado de Libre
Comercio de América del Norte (NAFTA) a una nueva negociación, en la cual, si
Estados Unidos no obtiene todas las ventajas, entonces ya no habrá más tratado
de libre comercio. No lo dijo, pero quedó sobre entendido que el tratado se
renegociará o se terminará sólo con México, pues nunca ha mencionado a Canadá.
Reiteró que construirá el muro, que México lo pagará y que ya
no entrarán más inmigrantes ilegales, ni droga que “envenena” a su juventud
(como si fueran “obligados” a comprarla, cuando la mafia que distribuye la
droga en Estados Unidos es protegida por policías, políticos y banqueros
estadounidenses; de otro modo no podría realizarse comercio tan lucrativo).
En resumidas cuentas, Trump va a desbaratar el proyecto de “integración”
que tan afanosamente las élites cosmopolitas de Nueva York y Washington han
diseñado a lo largo de los últimos treinta años, para amarrar a México
definitivamente como apéndice de la economía estadounidense y como fuente de
materias primas regaladas, recursos financieros (ahí está el pago sólo este año,
de intereses y comisiones de la deuda pública mexicana, por un monto de 586 mil
millones de pesos; más que todo lo dedicado a gasto social en el presupuesto),
y mano de obra cuasi esclava.
Los oligarcas mexicanos, aliados y socios de esas élites
cosmopolitas, y la obsecuente y corrupta subclase política mexicana (PRI-PAN-PRD-PVEM-PANAL),
están viendo ante sus ojos que un nuevo proyecto de imposición capitalista,
pero muy diferente al que sumisamente engancharon al país, crece y se fortalece,
con lo que todo el esfuerzo de aplastar la protesta social y la oposición
política a dicho proyecto explotador-depredador; todo el esfuerzo para
desbaratar el nacionalismo revolucionario mexicano, que fue la ideología
dominante desde 1910 y hasta 1989, cuando inicia la imposición del modelo
neoliberal; todo el trabajo que les costó incluir en la Constitución las “reformas
estructurales”, mediante las cuales se consolidaba legalmente el proyecto de
sumisión a la potencia hegemónica, están a punto de hundirse por completo, ante
la arremetida del resurrecto nacionalismo blanco, racista, xenófobo
estadounidense, que no ve a México como socio, amigo o aliado, sino como la
principal causa de sus problemas internos y por lo tanto, como una amenaza.
Ante el desfonde de la campaña de la representante del
complejo militar industrial y de seguridad, y favorita del lobby pro Israel,
Hillary Clinton, debido a su larga historia de uso ilegal y fraudulento de las
posiciones políticas que ha ocupado (escándalo de los e-mails), así como su
evidente deterioro en la salud, Donald Trump ha iniciado un ascenso, que pudiera
ser imparable, en las preferencias electorales (todo dependerá de lo que suceda
en los debates), que bien podría llevarlo a la presidencia de los Estados
Unidos, y con ello el proyecto de vasallaje y sumisión de México a Estados
Unidos, se verá amenazado, pues es el NAFTA y la alianza con las élites cosmopolitas
de Nueva York y Washington lo que mantiene en el poder a la subclase política y
a los oligarcas.
Si ese proyecto se derrumba (por más que Trump desee seguir
imponiendo a México la hegemonía estadounidense, no se da cuenta o no lo quiere
ver, que al destruir el proyecto neoliberal, se quedará sin instrumentos para
obligar a México a hacer lo que él quiere), es muy factible que renazca en
México el nacionalismo, pues la población se está dando cuenta ya (con la
estúpida invitación a Trump, que denotó debilidad del gobierno mexicano, y sólo
envalentonó más al bravucón candidato republicano), que no tiene en su gobierno
un representante que defienda sus intereses (nunca lo ha hecho), y ni siquiera
los intereses de la coalición de intereses favorable al NAFTA (de hecho con la
invitación a Trump, perjudicó gravemente a dicha coalición).
Así, ahora nos encontramos en una coyuntura extraordinaria,
en la que una facción de la clase dominante estadounidense, que está a punto de
tomar el poder político, está dispuesta a destrozar a uno de sus principales
vasallos y subordinados dentro del esquema de hegemonía mundial, suponiendo que
con ello lo obligará a aceptar que tiene que regresar a un esquema de
capitalismo dependiente, pero sin visos futuros de “integración” alguna; si no
únicamente como colonia de Estados Unidos, sin derechos, ni beneficio alguno.
Trump y sus asesores creen que eso no tendrá consecuencias
internas en México. Pero vaya que las tendrá, pues la coalición neoliberal que
se ha impuesto al país mediante reiterados fraudes electorales, la represión y
la alienación de las masas, ahora perderá a su principal fuente de poder que es
el apoyo que ha recibido de las élites cosmopolitas de Nueva York y Washington,
las cuales están en retroceso y a la defensiva; lo que únicamente le dejará a
los oligarcas y a sus “minions” de la subclase política, la represión contra la
creciente inconformidad social, por los desastrosos efectos sociales que tiene
un modelo depredador, y que ahora se verá acorralado desde la misma fuente que
le dio origen, lo que para todo efecto práctico significará su rápido colapso.
Si ello sucediera así (y bien puede suceder durante las
elecciones presidenciales del 2018), pueden presentarse dos escenarios:
- Ante
la rápida pérdida de poder de la coalición neoliberal, acudirán a las fuerzas
armadas para “restaurar” su poder, lo que bien puede llevar a una dictadura; o,
- Obviamente un presidente Trump
apoyaría la primera opción, con lo que eso podría implicar el inicio de una
guerra civil en México, al estilo de lo sucedido en Centroamérica en los años
setenta y ochenta del siglo pasado; aunque claro en una escala y gravedad mucho
mayor; o, en la aparición de organizaciones armadas al estilo de las que se
formaron en Colombia y que por medio siglo desafiaron a los gobiernos burgueses
de ese país.
¿Especulaciones? Ya veremos, sobre
todo si gana Trump, lo que pasará con el disfuncional, depredador y explotador
modelo económico neoliberal impuesto a México por una minoría leal a la
superpotencia y vasalla de los peores intereses especuladores y usureros de la
economía internacional.
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