Mientras Peña va a Israel a rendirle pleitesía a uno más de
los gobernantes de ese país que han sido culpables de crímenes de lesa
humanidad[1],
y a postrarse ante Obama para seguir pidiéndole que lo perdone por su estúpida
invitación a Trump, México enfrenta una crisis mayúscula, no sólo económica,
sino social, debido al aumento exponencial de la inseguridad pública y la
corrupción.
Ahí están los escandalosos casos de corrupción de Duarte en
Veracruz, el otro Duarte en Chihuahua, Borge en Quintana Roo y el panista
Padrés en Sonora; sólo por mencionar los más conocidos. De ahí que México
aparezca en el lugar 103 en materia de corrupción en el índice que elabora
Transparencia Internacional[2];
pero hay que escuchar la propaganda gubernamental, llenándose la boca de que
México es la 15ª economía más grande del mundo, como si eso sirviera de algo.
En estos días los sucesos cada vez más alarmantes en materia
de inseguridad siguen poniendo a México en las noticias mundiales, como el
secuestro y asesinato de la sobrina del presidente de la Federación Española de
Futbol; el secuestro y asesinato de dos mujeres en Naucalpan; la aparición de 9
cadáveres desmembrados en el río Lerma en Jalisco; el aumento exponencial de
robos a ferrocarriles y camiones de carga en diversas entidades del país (más
la serie de accidentes mortales que se han producido, por la violación a la
normatividad y la imprudencia de los traileros); los asaltos a plena luz del
día a automovilistas, en vías principales de la ciudad de México, etc.
Tal parece que los grupos delincuenciales, protegidos y/o
asociados con autoridades de los diferentes órdenes de gobierno, están
aprovechando la desarticulación gubernamental y las luchas adelantadas por la
sucesión presidencial, para aumentar e intensificar sus actividades ilícitas,
sobre todo sabiendo que con un índice de impunidad del 98%, la rentabilidad que
obtendrán de ellas está prácticamente asegurada.
Y qué decir de la inacción absoluta de las autoridades en
materia de desapariciones y violaciones sistemáticas a los derechos humanos (el
caso de los normalistas de Ayotzinapa como el más significativo), que tienen a
nuestro gobierno sentado en diferentes instancias internacionales, tratando de
explicar porque no investiga y menos resuelve ninguno de esos casos.
Pero eso sí, ahí están los “presidenciables” placeándose por
todo el país, como si realmente les importara lo que sucede a la mayoría de la
empobrecida población, siendo el caso más patético el de la impresentable
Margarita Zavala, que ahora quiere deslindarse de todas las barbaridades
(asesinatos, corrupción, desvío de recursos, crisis económica, etc.) provocadas
por su marido, el fascista, criminal, cobarde y dipsómano Felipe Calderón. Como
si ella no hubiera vivido con él y hubiera avalado con su silencio los 6 años
en que como “primera dama” fue testigo y cómplice de ese atroz período de la
vida nacional (ahí están sus familiares, dueños de la Guardería ABC, que no
recibieron ningún castigo por su criminal negligencia en el incendio de dicho
inmueble y de la muerte de los niños; ahí están sus hermanos con sus “empresas”,
favorecidas con contratos por los gobiernos panistas, en claro conflicto de
interés).
¿Qué le espera al país? Seguramente una lucha descarnada por
el poder, entre los grupos que se han beneficiado por él durante décadas, sin
importarles que el país se esté deshaciendo en medio de una descomposición
social evidente y una economía que se derrumba. Pero eso a ellos no les
importa, sino quién se hará con la joya de la corona, la presidencia de la
República en 2018, para seguir saqueando al país, llevándose su riqueza mal
habida al extranjero y dejando a millones de mexicanos en la miseria y a merced
del crimen organizado, cobijado y prohijado por esa misma subclase política y
sus socios oligarcas.
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