La razón lógica sería su pésima intervención en el asunto de
la visita de Trump, ya sea porque la idea fue de él, él fue el conducto para
negociar la invitación a ambos candidatos y él fue el encargado de “preparar”
el evento; todo lo cual resultó en un desastre para Peña, dejándolo más débil
ante ambos candidatos presidenciales estadounidenses (y ante el gobierno de
Obama), en ridículo ante la opinión pública internacional; con una popularidad
interna todavía más maltrecha y al país más expuesto a represalias de Trump y
Clinton, sea quien sea el que gane las elecciones.
La otra hipótesis es que en el breve encuentro entre Peña y
Obama en China, durante la reunión del G20, Obama le haya expresado a Peña su
molestia y su “retiro de la confianza” en Videgaray, lo que para todos los
efectos prácticos implicaría un veto y una disminución de la interlocución del
secretario de Hacienda ante el gobierno de Estados Unidos, algo que significa
un golpe brutal para la otra confianza, “la de los mercados”. Dentro de esta
hipótesis se insertaría la negativa de Hillary Clinton a visitar México antes
de las elecciones, lo que habría sido la puntilla para Videgaray.
De ser así, Videgaray no sólo no apuntaló la confianza de los
mercados con su “genial idea” de invitar a los candidatos, sino que la empeoró.
El otro elemento a considerar, aunque de menor importancia,
fue la crisis de gabinete que la “idea” de Videgaray generó, pues supuestamente
la canciller Ruiz Massieu presentó su renuncia por haber sido ignorada para tan
relevante asunto; y el propio secretario de Gobernación se propuso como “chivo
expiatorio” para evitar que Trump viniera; pero a pesar de todo, Videgaray
convenció a Peña de que se recibiera a Trump, con los desastrosos resultados ya
conocidos.
Por primera vez, Peña decide quitar a uno de sus más cercanos
colaboradores y presidenciable (al menos hasta el domingo pasado), con objeto
de que él no sea quien reciba todo el costo de tan nefasta decisión, pues ya se
estaba acostumbrando a salir a defender a sus colaboradores, en vez de que
ellos hagan el gasto de defenderlo a él. Aunque la verdad, todos ellos son
indefendibles.
Por supuesto que los males resultados económicos, con
constantes caídas en los pronósticos del PIB, recortes al presupuesto y la
inminente presentación del mismo este jueves ante la Cámara de Diputados, lo
que seguramente resultaría en un desastre para Videgaray, que se vería acosado
con preguntas sobre la visita de Trump y el papel que jugó en ella, fueron
elementos a considerar también para hacer a un lado al hasta hoy Secretario de
Hacienda.
Ahora regresará a Hacienda el otro miembro de la tecnocracia,
que estaba precisamente en espera, por cualquier situación que se presentara, José
Antonio Mead, como penúltima carta del grupo tecnócrata, servil a las
trasnacionales y a Washington (la última carta es Nuño).
Obviamente en la lucha por la candidatura presidencial del
PRI (que ve caer sus posibilidades para retener la presidencia, con cada día
que pasa, con la rápida pérdida de poder y de popularidad de Peña), el
secretario de Gobernación, Miguel Angel Osorio, a pesar de la crisis en la que
está el país en materia de inseguridad, violaciones a los derechos humanos,
desapariciones, impunidad y corrupción, se alza como el puntero, sin que ello
signifique que sea el favorito de Peña, ni de la oligarquía.
Además, aún no se sabe si Videgaray será habilitado en alguna
otra función, o incluso como candidato a la gubernatura del Estado de México,
con lo que aún tendrá influencia dentro de la carrera sucesoria, sin descartar
que acabe apoyando a la opción Zavala-Calderón dentro del PAN, en vista de que
la esposa de Videgaray es prima de Margarita Zavala.
Lo que resulta indudable es que el pésimo manejo de la visita
de Trump, con objeto de defender el modelo explotador-depredador impuesto al
país por las élites trasnacionales y sus socios tecnócratas y oligarcas
locales, ya le está costando muy caro a la subclase política, que no sabe cómo
operar las nefastas “reformas estructurales” con sus elevadísimos costos
sociales, ni insertarse inteligentemente dentro de la lucha sucesoria en
Estados Unidos, en donde México ha resultado una pelota de ping pong en la
batalla entre dos concepciones diferentes de capitalismo y de hegemonía
mundial, representadas por Trump y Hillary Clinton.
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