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Zapata

sábado, 16 de julio de 2016

ERDOGAN DERROTA AL “ESTADO PROFUNDO”

Ayer 15 de julio del 2016, una parte, al parecer no muy significativa del Ejército turco, intentó dar un golpe de Estado contra el presidente Recep Tayyip Erdogan.
Sin embargo, a las pocas horas de la intentona, y a pesar de que las fuerzas insubordinadas intentaron matar al presidente Erdogan (según la versión difundida por el mismo) que se encontraba en un centro vacacional de Marmaris, el llamado del presidente a que la población saliera a las calles a evitar la toma del poder por los militares y la adhesión de la Gendarmería (que opera directamente bajo las órdenes del Presidente, así como el Estado Mayor del Ejército) y de la mayor parte de las Fuerzas Armadas, derrotaron el intento de golpe, pero no sin antes cobrarse la vida de 265 personas.
Ahora ya se habla de que el gobierno ha arrestado a 2,839 miembros de las fuerzas armadas que tomaron parte en el intento de golpe y Erdogan ha señalado que este suceso permitirá “limpiar de traidores” al aparato militar. También se señala que hay despidos de jueces y personal (2,745) en el sector judicial, que al parecer también apoyaron el golpe.
Erdogan ha acusado al clérigo musulmán Fetullah Gulen, exiliado en Pennsylvania, Estados Unidos, como inspirador del golpe, y quien al parecer tiene una red de apoyo en el sector judicial y en parte de la policía. Gulen negó cualquier relación con el intento de golpe.
Desde los años 70’s del siglo pasado se ha señalado que en Turquía ha existido un “Estado Profundo”, conformado por miembros de los servicios de inteligencia, del ejército, de la policía e incluso del crimen organizado, que han ejercido una influencia enorme en el aparato estatal, y que se consideran los “custodios” del nacionalismo, el orden y el secularismo.
En Turquía se realizaron golpes de Estado por parte de las fuerzas armadas en 1960, 1971 y 1980. Este último mantuvo a los militares en el poder hasta 1983.
A partir del golpe de 1971 se habló acerca de esta especie de alianza entre sectores de la inteligencia civil y militar, las fuerzas armadas e incluso grupos del crimen organizado, cuyo objetivo era no sólo mantener sus espacios de poder, sino también evitar que Turquía se convirtiera en un estado “islamizado”; que la minoría kurda adquiriera mayor influencia dentro de la sociedad y el aparato estatal; y como guardianes del nacionalismo turco, especialmente ante la “amenaza griega”. Todos estos objetivos se remontan a la fundación de la República Turca, una vez terminada la Primera Guerra Mundial y liquidado el Imperio Otomano, que fue encabezada por Mustafá Kemal Ataturk.
Así, este grupo informal al que se le denominó “Estado Profundo”, también inspiró la invasión del norte de la isla de Chipre (de mayoría de población griega) en 1974, en donde desde ese año existe una república turco-chipriota, que no es reconocida por la comunidad internacional.
Ahora bien, desde la llegada al poder de Erdogan en 2003 con su partido el AKP (Partido de la Justicia y Desarrollo), ha intentado recuperar la preeminencia del Islam dentro de los principios que guían al Estado Turco, lo que ha generado una fuerte oposición de los partidos seculares y en especial del Ejército.
Erdogan ha roto el pacto que existía entre Ejército y clase política, pues en 2010 eliminó de la Constitución (que data de 1982, y por lo tanto, fue escrita por los militares) el artículo 16, mediante el cual se perdonaba a los militares del intento de rebelión de 1980, lo que le permitió llevar a juicio en el 2012 a dos importantes generales de ese golpe, que posteriormente fueron a prisión en el 2014; lo que evidentemente generó un enorme disgusto en el “Estado Profundo”.
Erdogan ha ido acumulando en torno a su persona, su familia y su partido la mayor parte del poder, pues no sólo ha debilitado la influencia de las Fuerzas Armadas, sino también del Poder Judicial y se ha lanzado en campañas de supresión de la libertad de expresión en contra de la prensa crítica.
Ahora bien, Erdogan sostuvo la política contra la minoría kurda y en especial contra el PKK (Partido de los Trabajadores Kurdos), al que incluso tiene calificado como terrorista.
Sin embargo, los kurdos han podido participar políticamente en las elecciones, y así en junio del 2015, un partido mayoritariamente kurdo, el Partido Democrático del Pueblo (HDP) logró ganar en las provincias del Este (de mayoría kurda) y entrar en el Parlamento.
Este desafío fue considerado como una amenaza para Erdogan y su partido, por lo que nuevamente convocó a elecciones en noviembre del 2015, en las que el HDP perdió 25% de los votos obtenidos en la pasada elección.
En lo que se refiere a la política exterior, Erdogan ha dado bandazos, entre seguir apoyando los objetivos de la Turquía secular (como mantener la presión militar contra los grupos armados kurdos); y desarrollar su propia agenda, como apoyar a trasmano a grupos islamizados (incluido el Estado Islámico), con objeto de que combatan tanto a los kurdos, como a los gobiernos de Irak (de mayoría chiíta) y de Bashar el Assad en Siria, ambos aliados de Irán, país con el que Turquía ha mantenido una continua competencia estratégica en la región.
Erdogan ha estado muy presionado los últimos dos años, desde el surgimiento del Estado Islámico, ya que si bien desde su perspectiva era mejor que dicha organización se encargara de debilitar y eventualmente derrotar a los que considera enemigos de Turquía (Irak, Siria y los kurdos), ello le ha pasado la factura, pues el gobierno de Vladimir Putin en Rusia, aliado de Bashar el Assad, además de entrar a apoyar militarmente a este gobierno desde fines del 2015, también se dio a la tarea de documentar el tipo de apoyo que el gobierno de Erdogan daba a los grupos islámicos radicales que combaten a Assad.
Ello obligó a las potencias occidentales (Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia) a reconocer que varios países de la región eran los verdaderos patrocinadores de los grupos radicales como Al Nusra (significativamente apoyado por Israel), el “Ejército de Conquista” (por Arabia Saudita y Qatar) y por supuesto el Estado Islámico, ayudado por Turquía, Arabia e Israel.
Además Estados Unidos y Francia han estado apoyando a supuestos “rebeldes” moderados que también combaten contra el régimen de Assad, todo lo cual ha sido expuesto y documentado por Rusia, lo que ha obligado a los países occidentales a reconocer que el problema del radicalismo islámico también pasa por el apoyo que le dan distintos gobiernos de la región y del propio Occidente.
Ahora Erdogan, con el intento fallido de golpe (no hay que descartar que él mismo lo haya “incitado”, sabiendo que contaba con mayor fuerza que los golpistas, con objeto de justificar un aumento de la represión), ha iniciado una nueva “purga” en las Fuerzas Armadas y en el Poder Judicial, lo que consolidará su poder y al mismo tiempo debilitará al “Estado Profundo”, que seguramente se mantenía como una amenaza a su gobierno.
Hace apenas unas semanas logró que su influyente Primer Ministro Ahmet Davotoglu renunciara (era el líder del partido en el gobierno, el AKP), con lo que el presidente ya también maneja por completo los hilos de dicha organización.
Erdogan está haciendo una recomposición interna y externa con objeto de disminuir las presiones que existían contra su gobierno y que amenazaban con su destitución (e incluso con su asesinato).
A nivel externo, ante las presiones de Occidente para que Turquía deje de dar las facilidades al Estado Islámico (ISIS por sus siglas en inglés) en la frontera turco-siria y concentre más sus ataques contra ISIS, en vez de contra los kurdos, Erdogan ha sentido la furia de ISIS con atentados terroristas en Ankara, especialmente el último en el aeropuerto de dicha ciudad.
Habrá que ver si Erdogan está dispuesto a seguir atacando a ISIS, con el riesgo de que aumenten los ataques terroristas de esta organización en territorio turco; o decide atemperar sus ataques, lo que por el contrario le generará nuevas presiones de Occidente y también de Rusia, con la que acababa de reestablecer relaciones, después del derribo de un bombardero ruso por la aviación turca y de las sanciones establecidas por Moscú por dicho incidente.
Así también, el restablecimiento de relaciones con Israel, después de llegar a un arreglo por el asunto de la flotilla de ayuda a Gaza que fue atacada en 2010 por la marina israelí, le puede abrir un nuevo flanco interno entre grupos islámicos que siguen viendo a Israel como un enemigo, por su política de limpieza étnica contra los palestinos.
Por lo que respecta a la Unión Europea, si bien ha tenido que pagar a Erdogan 3000 millones de euros para que mantenga en sus campamentos de refugiados a millones de sirios que pretenden llegar a Europa, también ha mantenido  a Ankara fuera de la Unión con innumerables pretextos, lo que ha generado crecientes fricciones entre ambas entidades.
Por lo que respecta a la OTAN, Turquía es un aliado fundamental en el área, pues existen 26 instalaciones militares que le sirven a la organización, destacando la base aérea de Incirlik, desde donde Estados Unidos y otros países europeos han estado lanzando sus ataques aéreos contra ISIS.
Pero la dirigencia impredecible de Erdogan y sus ambiciones para convertir a Turquía en la principal potencia de la región, generan dudas e incertidumbre en la dirigencia de la organización atlántica.

En suma, por ahora Erdogan se alza como el triunfador en lo interno, acorrala a sus opositores y ha iniciado ya una “purga” mayúscula entre los sectores que se le han opuesto desde su llegada al poder. Pero en lo externo, son tantos países que tienen intereses en la región, la posición geopolítica de Turquía es tan relevante (conecta a Asia con Europa; al Cáucaso con el Medio Oriente) y sus alianzas (OTAN) y sus enemigos (Siria, Irán, el Estado Islámico) tienen tanta influencia en su política exterior y de seguridad, que requerirá de un enorme talento para sortear las dificultades que se le presentarán y la serie de objetivos contradictorios que pretende lograr.

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