Mientras la población de países subdesarrollados o incluso de
los emergentes y los desarrollados, “votan” en favor de gobiernos que favorecen
la globalización de las finanzas, o lo que es lo mismo, la aplicación de
programas de ajuste para los países sobre endeudados (guiados por los bancos y
fondos de inversión); o por tratados de “libre comercio” que sólo buscan mano
de obra regalada para las cadenas productivas trasnacionales, y de esa forma
evitar las regulaciones laborales, ambientales y de protección al consumidor; o
para la explotación indiscriminada de los recursos naturales por parte de las
grandes corporaciones, entonces las élites de Nueva York, Washington, Londres,
París, Frankfurt, Amsterdam, Milán o Tokio están más que complacidas con la
democracia y con el mandato de “la mayoría”.
¿Pero qué pasa si esas mismas masas, en ocasiones guiadas por
políticos “populistas” de izquierda o derecha, rechazan esos “beneficios” del
mundo globalizado, como cuando Francia y Holanda, en sendos referéndums rechazaron la propuesta “constitución
europea”, que finalmente tuvo que ser reemplazada por un “tratado” aprobado por
las élites políticas, como lo es el Tratado de Lisboa? ¿O ahora que la mayoría
del electorado de Gran Bretaña ha decidido la salida del país de la Unión
Europea, después de 43 años de pertenecer a ella?
Bueno entonces las élites trasnacionales, el 1% que concentra
las 3/4 partes de la riqueza mundial- montan en ira, y señalan que la democracia
es riesgosa, que la gente no sabe lo que hace, que no debe dejársele decidir
sobre asuntos tan relevantes; que son unos ignorantes que están afectando el
futuro de los jóvenes, en vista de que son los viejos los que rechazan la
globalización y la modernidad; y por ejemplo en Inglaterra, ya hay propuestas
de echar para abajo el “Brexit” desde el Parlamento, sin tomar en cuenta el
resultado del referéndum; o incluso
hacer uno nuevo, para lo cual los que favorecen la permanencia ya han reunido
más de 2 millones de firmas.
Qué a gusto, cuando la democracia favorece el proyecto
depredador neoliberal-globalizador (así sea con trampas, compras de votos, el
manejo faccioso de los medios de comunicación, no tan veladas amenazas contra
los electores, etc.), entonces es la mejor forma de expresar la voluntad
popular; es el sistema que debería existir en todo el mundo; se felicita a las
masas por haber ejercido responsable y pacíficamente su derecho a votar, etc.
Pero cuando el resultado no es el predeterminado por las
élites, entonces la democracia sólo representa la visión de los “populistas”
que manipulan a la población; es un sistema que puede llevar al caos y a la
anarquía; seguramente destruirá las innumerables bondades del libre mercado (es
decir del neoliberalismo depredador); y por lo tanto, hay que “corregir”
semejante despropósito. ¿Cómo? Pues pasando por encima de la democracia, o sea
de la voluntad de la mayoría del electorado, que no sabe lo que hace, y por lo
tanto hay que guiarlo nuevamente por el buen sendero, así sea a la fuerza.
Así es evidente que llámese democracia, dictadura o incluso
abiertas invasiones militares, la forma de obligar a las masas del mundo a
cumplir con su función de esclavos de la minoría dominante y depredadora, no
tiene importancia, en tanto se evite que dichas masas cobren conciencia de que
están siendo explotadas y empobrecidas; sus países y los recursos naturales del
planeta, devastados; y el futuro de ellos y sus hijos, predeterminado sin que
tengan realmente voz y voto en su destino.
Aquí en México cada proceso electoral es un ejemplo de lo
anterior, cuando las élites depredadoras lanzan a todos los medios de
comunicación a criticar y destruir las opciones populares que luchan contra la
brutal imposición del modelo neoliberal. Llámense campesinos, estudiantes,
maestros, organizaciones políticas independientes, organizaciones no
gubernamentales, madres y padres de desaparecidos, etc. Inmediatamente son
descalificados como alborotadores, “violentos”, busca pleitos, obstruccionistas
del progreso (y del tránsito de personas y vehículos; uno de los ataques
preferidos de los “periodistas” y “comentócratas”), violadores de la ley, etc.
Nunca se preguntan: ¿Por qué protestan? ¿Qué piden, demandan, solicitan? ¿La
autoridad les ha hecho caso, los ha ignorado, qué respuesta les ha dado, si es
que les ha dado alguna? No nunca se preguntan eso los domesticados medios de
comunicación, sólo descalifican, atacan, critican a los “alborotadores”, a los “enemigos
del progreso o la modernización”.
Hasta que la represión llega, provocando heridos y muertos
entre quienes protestan, las más de las veces, con justificadas razones, porque
han sido olvidados, estigmatizados, demonizados, explotados, marginados y hechos
a un lado, sin siquiera escucharlos (ya no digamos atendidos en sus demandas).
Y para el 2018 la élite depredadora mexicana ya prepara un
nuevo golpe demoledor contra la democracia, pues sabe bien que si deja el voto
libre de los mexicanos, la mayoría optará por la única opción no vendida a los
plutócratas nacionales y trasnacionales, y a Washington.
El Viernes 24 de Junio, después de una reunión con
reporteros, Enrique Peña Nieto le confió a uno de los principales
propagandistas del gobierno, Ciro Gómez Leyva, que en las elecciones
presidenciales del 2018 se puede elegir a un candidato del PRI que incluso
tenga un porcentaje de conocimiento entre la población de sólo el 1% (más o
menos lo que tiene actualmente el represor secretario de Educación Pública,
Aurelio Nuño); ya que el poder de los medios de comunicación y de toda la
organización partidaria en unas elecciones presidenciales, que tienen audiencia
nacional, es tan grande, que a Peña y a los jefes que lo manejan como títere
desde Washington y Nueva York, no les preocupa que la opción nacionalista y
soberanista que viene representando Andrés Manuel López Obrador desde el inicio
del S XXI pueda contar con simpatías crecientes entre el electorado.
Peña refleja así su convencimiento de que la democracia
funciona de acuerdo a lo que las élites dictan, y si por alguna razón esto no
sucediera así, al menos en México tienen forma de “arreglarlo” mediante el
fraude electoral y las sentencias que los tribunales electorales a modo, dictan
en favor de los candidatos del neoliberalismo (tal como sucedió en las
elecciones del 2006 y 2012).
En todo caso, Peña sabe que si ni aun así pueden parar a
López Obrador, siempre está al alcance la solución del “accidente” (avionazo de
Carlos Alberto Madrazo en 1969) o el “loco asesino” (Luis Donaldo Colosio en
1994).
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