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Zapata

martes, 21 de junio de 2016

DESCOMPOSICIÓN POLÍTICA Y LUCHA POR EL PODER EN EL MÉXICO NEOLIBERAL

A raíz de los resultados de las elecciones en 12  entidades de la República, el pasado 5 de junio[1], que dejó un saldo negativo para el PRI y el PRD, los presidentes de ambos partidos, Manlio Fabio Beltrones y Agustín Basave, han presentado su renuncia.
Basave se irá el próximo 2 de julio y Beltrones espera la resolución que tome en las próximas semanas el Consejo Político Nacional del PRI, o lo que es lo mismo, Enrique Peña Nieto.
Hay varios problemas de fondo que están impactando a la subclase política nacional y que están cobrando su factura.
Primero, hay una crisis evidente en materia de violaciones sistemáticas a los derechos humanos en el país[2], que ha sido documentada y denunciada por organismos internacionales, organizaciones no gubernamentales nacionales y extranjeras y hasta por el principal aliado del gobierno mexicano, esto es, el gobierno de Barack Obama, a través de los informes sobre derechos humanos en el mundo que presenta cada año el Departamento de Estado.
La falta de acción del gobierno mexicano y en especial su negativa a asumir sus responsabilidades y las recomendaciones de organismos internacionales en la materia, así como las fuertes controversias que tuvo el gobierno con el Grupo Independiente de Expertos Internacionales sobre el caso Ayotzinapa, han puesto a México en el banquillo de los acusados en el ámbito internacional.
Este asunto impacta de frente al Gabinete de Seguridad, especialmente al Secretario de Gobernación, a la procuradora general de la República y a los secretarios de la Defensa Nacional y de Marina.
Las presiones sobre esta sensible área del gabinete han provocado decisiones erróneas y contradictorias (por ejemplo, primero invitar a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos a asesorar en el caso Ayotzinapa, y después obstaculizar su labor y finalmente dar por terminada su actuación, sin asumir plenamente las recomendaciones que se hicieron sobre el asunto); críticas severas a la actuación de las fuerzas de seguridad y las fuerzas armadas, que han tenido su repercusión en apoyos irrestrictos del presidente a la actuación de estas instituciones, pero a la vez reconocimiento de las mismas por los excesos y abusos cometidos en el combate a la criminalidad y a la protesta social.
En suma, se advierte dentro del gabinete de seguridad una serie de “bandazos”, entre rechazar las denuncias y críticas por las violaciones a los derechos humanos cometidas por las autoridades, y la aceptación (ante las irrefutables evidencias de dichas violaciones), de que se debe actuar para evitar esas prácticas, castigar a los culpables y reparar el daño (hasta donde es posible) a las víctimas.
Segundo, la generalizada corrupción en la subclase política y la impunidad que le acompaña, ya llegan a niveles que aún la muy acomodaticia y “satisfecha” sociedad mexicana, ya considera como intolerables.
Los casos del propio Peña, su esposa y su secretario de Hacienda, con las lujosas residencias “compradas” al principal contratista de su gobierno; los excesos y abusos de al menos tres gobernadores que fueron castigados en las urnas en las elecciones del 5 de junio (Javier Duarte en Veracruz; César Duarte en Chihuahua y Roberto Borge en Quintana Roo); las decenas de empresarios y políticos implicados en el caso de los “papeles de Panamá”, al menos por evasión de impuestos, etc.
Tercero, la evidencia del involucramiento de autoridades de diversos niveles con el crimen organizado, y las acusaciones que durante las campañas se hicieron entre los distintos partidos al respecto (destacan los casos de Tamaulipas y Veracruz, entre PRI y PAN), permitieron a la ciudadanía constatar que el combate al crimen organizado es más una lucha entre facciones y grupos que buscan quedarse con la mayor tajada de recursos, y no un combate real para erradicar la criminalidad.
Cuarto, la forma autoritaria en que el presidente Peña y el secretario de Educación Pública han intentado imponer la reforma educativa en el país; y en especial, su intento por doblegar a través de la fuerza, la resistencia de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, han provocado un conflicto mayúsculo en varias entidades del país, que ya trasciende el ámbito magisterial y que está afectando a comunidades enteras, especialmente indígenas y campesinas, que tienen un fuerte vínculo con la Coordinadora.
Quinto, la desatada lucha por la sucesión presidencial, tanto dentro del gabinete de Peña (alentada por él mismo), como en los partidos de oposición (PRD y PAN significativamente), están generando luchas internas en el gobierno (se habla que desde el gabinete económico se instrumentaron medidas lesivas, como el aumento a la gasolina o el despido de miles de trabajadores de Pemex, antes de las elecciones, con objeto de perjudicar al presidente del PRI); y en los partidos (en el PRD, sobre la posible candidatura del jefe de gobierno Miguel Angel Mancera, al que se le atribuye la derrota del PRD ante Morena en la capital del país), que afectan políticas públicas, legislación y decisiones a nivel federal y de los estados, que no tienen que ver con la solución de problemas, sino con la lucha por el poder.
Sexto, el crecimiento económico mediocre, aunado a un entorno internacional volátil (voto sobre permanencia o no de Gran Bretaña en la Unión Europea; candidatura de Donald Trump en Estados Unidos; conflictos en el Medio Oriente; atentados terroristas en países occidentales; etc.) mantienen a la economía mexicana por debajo de las expectativas gubernamentales y de los inversionistas internacionales, lo que se suma a posibles riesgos de que se presente una salida brusca de capitales del país, ante la posibilidad de que en Estados Unidos una nueva administración rechace o al menos ponga a revisión el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.
Demasiados frentes abiertos por la política económica neoliberal del gobierno (instrumentada desde hace 33 años), que lleva a imponerla de forma autoritaria a la población, sumados a las propias características de un sistema político basado en las complicidades en materia de corrupción y protección al crimen organizado, que a querer o no, acaban minando y pudriendo a las instituciones públicas; más una descarnada lucha por el poder y por los recursos económicos, de parte de la subclase política y de los oligarcas, que ante el desastre, deciden echarse culpas unos a otros y hacer que paguen los platos rotos “los bueyes de mi compadre” (caso de la ley 3 de 3, en que de último momento se aprobó que también los particulares que reciban contratos o recursos gubernamentales deban presentar dichas declaraciones, lo que desató la ira de la Coparmex).
Y por si fuera poco, la jerarquía católica también le cobra la factura a Peña (un egresado de una universidad perteneciente al Opus Dei), por la presentación de la legislación sobre matrimonios de personas del mismo sexo, que vieron como una traición al pacto entre ambos, pues la Iglesia Católica no se había pronunciado de manera decidida contra el gobierno peñista, hasta que se presentó (aún no se discute en el Congreso) dicha propuesta.
Así, Peña se acerca al final de su sexenio con más conflictos y con menos apoyo de lo que se hubiera imaginado cualquier analista u observador de la política nacional, después de que en el primer año de su gobierno, el proyecto  neoliberal por fin se había plasmado por completo en la Constitución, con la aprobación de las nefastas “reformas estructurales”. Pero da la casualidad que el costo social y político de dichas reformas es muy alto, y ningún gobierno o presidente podría irse sin pagar el precio que implica la imposición de dicho modelo depredador. Desgraciadamente, la descomposición política que esto está provocando (agudizada por la torpeza y arrogancia de Peña y su grupo de colaboradores), va a llevar al país a una situación de crisis en los próximos dos años (política, social y económica) en la que, como siempre, será el pueblo mexicano el que saldrá más perjudicado.



[1] En las que se eligieron nuevos gobernadores, más las de Baja California y la de la Ciudad de México.
[2] El relator especial de la ONU sobre las ejecuciones extrajudiciales, sumarias o arbitrarias, Christof Heyns, señaló el 20 de junio pasado, que desde que estuvo en México en 2013 y hasta la fecha, el progreso para la defensa de la vida en nuestro país ha sido insuficiente, y la impunidad y la falta de rendición de cuentas en relación a violaciones al derecho a la vida se mantienen como serios desafíos.

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