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Los manifestantes franceses reunidos por el
movimiento Nuit Debout esperan que una “convergencia de las luchas” les
permita extender su audiencia a participantes menos jóvenes, menos titulados,
e insertarse en una dinámica internacional. Uno de sus temas de actuación
podría favorecer ese doble objetivo: el rechazo a los tratados de libre
comercio (1).
Los meandros de los tratados comerciales suelen
ser desalentadores para las movilizaciones por la dificultad que plantean a
la hora de entender qué etapa hay que vigilar de cerca, o qué disposición
aparentemente técnica es la que disimula una bomba social. Sin embargo, a
pesar de la repetición constante de los medios dirigentes, de la patronal y
de los medios de comunicación que están de su parte, la hostilidad hacia
estos tratados se extiende. Las movilizaciones contra el Tratado
Transatlántico de Comercio e Inversión (TTIP por sus siglas en inglés) son
importantes en Alemania y en Bélgica (2). En Estados Unidos, todos los
principales candidatos a la presidencia se han posicionado en contra del
Tratado Transpacífico de Cooperación Económica (TPP por sus siglas en
inglés). Ahora bien, desde el final de la Segunda Guerra Mundial, el imperio
estadounidense ha desempeñado un papel central en la liberalización de los
intercambios. Con respecto a este tema, el acuerdo fue casi absoluto entre
los sucesivos inquilinos de la Casa Blanca, demócratas o republicanos, de
John Kennedy a Ronald Reagan, de George W. Bush al presidente Barack Obama. Y
de repente, la locomotora liberal se detiene.
Obama no convenció con su discurso de que “las
empresas que sólo buscan salarios bajos ya se han ido”. Porque los acuerdos
comerciales precedentes ya tenían que aportar empleos en abundancia y buenos
salarios… Así pues, no resulta sorprendente que hombres tan distintos como
Donald Trump y Bernie Sanders hayan lanzado ataques electorales criticando
dichos tratados. Esto obligó a Hillary Clinton a renegar del apoyo que
otorgaba al TPP cuando era secretaria de Estado de Obama. Y François Hollande
también estaría dispuesto a cambiar su parecer acerca del TTIP, cuya firma
quería acelerar hace dos años…
Los obreros que, chantajeados con el desempleo y
con las deslocalizaciones, han sufrido una reducción de sus salarios ya no
están solos cuando rechazan el libre comercio. Los ecologistas, los
agricultores, los consumidores se han unido a ellos. Y los empleados del
sector público, incluso los bomberos, también se movilizan. Hasta tal punto
que un dirigente patronal estadounidense no puede creerlo: “Ninguno de ellos
compite con las importaciones, pero su sindicato se muestra solidario con los
otros” (3). El de los empleados del sector público ha comprendido que no
lograría defender durante mucho tiempo los puestos y los sueldos de sus dos
millones de miembros si los de los otros empleados se siguen viniendo abajo.
Y los bomberos saben que el reemplazo de las empresas que pagan impuestos por
terrenos baldíos industriales recortará los presupuestos municipales, lo que
pondrá en peligro muchas de sus instalaciones. En definitiva, existe la
convergencia de las luchas con respecto a esta cuestión y ya ha cosechado sus
primeros éxitos.
(1) Véase “TTIP, NAFTA, TISA... Una OTAN de la
Economía”, Punto de Vista, nº 8 de Le Monde diplomatique
en español, octubre de 2015. http://www.mondiplo.net/PV8
(2) Véase Amélie Canonne y Johan Tyszler, “Esos
europeos que desafían el libre comercio”, Le Monde diplomatique en
español, octubre de 2015.
(3) Noam Scheiber, “Labor’s might seen in failure
of trade deal as unions allied to thwart it”, The New York Times,
14 de junio de 2015.
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martes, 3 de mayo de 2016
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