Desde Julio del año pasado este blog ha analizado la
precandidatura presidencial (y ahora la asegurada candidatura por el Partido
Republicano) de Donald Trump.
Este fue el primer sitio donde se comparó a Trump con Hitler,
mucho antes que cualquier otro medio, y se habló de las consecuencias que
tendrá una presidencia de Trump en México y en el mundo.
Claro que como este sitio no es leído ni visitado, esto queda
sólo como una anécdota.
Ahora el gobierno mexicano se viene a preocupar por la posibilidad
de que Trump sea el próximo presidente de Estados Unidos, y con los cambios
realizados en la embajada y en la cancillería mexicana en las últimas semanas,
y su “inteligentísima” estrategia para contrarrestar las invectivas de Trump,
creen que pueden salvarse del vendaval de medidas anti mexicanas que se
propondrán desde un gobierno estadounidense presidido por el empresario
neoyorkino.
Primero hay que analizar los aspectos positivos de Trump (que
los tiene) para el mundo, en caso de
llegar a la presidencia:
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Trump
espera poder doblarle el brazo a los neoconservadores y a los intervencionistas
humanitarios que dominan la política exterior y de seguridad nacional de
Estados Unidos, con objeto de evitar más guerras e intervenciones militares en
el Medio Oriente.
-
Espera
poder lograr una relación de colaboración con Rusia (algo que no desean los
neoconservadores y los intervencionistas humanitarios) y así disminuir las
tensiones políticas y militares que se tienen con dicho país.
-
Está
en contra de que Estados Unidos sea “el policía del mundo”, y desea que otros
países aliados asuman una mayor responsabilidad y mayores costos en su propia defensa.
-
Concentraría
la atención de Estados Unidos más en reconstruir su infraestructura y mejorar
su economía, y menos en fortalecer su hegemonía militar y política en otras
regiones del mundo.
-
El
rechazo de Trump a avalar tratados como el Transpacífico y el de Comercio e
Inversión con Europa, pueden detener (al menos por un tiempo) estos acuerdos
nocivos para los pueblos de los países que los firmaron, pues se evitarían así
nuevas políticas contrarias al medio ambiente, los derechos laborales, de los
consumidores y a la soberanía de los países involucrados.
Hasta ahí los aspectos positivos de una presidencia Trump.
Ahora los negativos:
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Va
a hacer crecer aún más el presupuesto militar, supuestamente para “reconstruir”
a las fuerzas armadas, que ya son por mucho las más poderosas del planeta, lo
que muy bien puede generar una carrera armamentista con China, Rusia, Corea del
Norte, etc.
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Insiste
en que va a terminar con el Estado islámico “muy rápidamente”, esperando que
sean sus aliados (de Europa y del propio Medio Oriente) los que hagan el
trabajo, lo que por supuesto no va a suceder y Estados Unidos terminará
enviando otra vez decenas de miles de soldados a Irak y Siria, con lo que su
pretensión de salirse de esa región, quedará sólo en buenos deseos.
-
Como
el 99% de los políticos estadounidenses, Trump le tiene pavor al lobby pro
Israel y al gobierno derechista y genocida de Tel Aviv, por lo que no va a
cambiar en nada el apoyo absoluto a Netanyahu (seguirán los miles de millones
de dólares de ayuda cada año) y peor aún, Trump ya afirmó que apoya la
expansión de los asentamientos judíos en los territorios ocupados palestinos;
en suma, el conflicto israelí-palestino se va a agudizar, pues Trump va a
permitir que siga la expansión territorial israelí y el exterminio del pueblo
palestino.
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Trump
se va a lanzar con todo tipo de restricciones y agresiones internas contra la
minoría musulmana, así como restricciones (hasta donde pueda) para el ingreso
de musulmanes al país; y al mismo tiempo va a presionar a los países musulmanes
“aliados” para que le hagan el trabajo sucio en Medio Oriente, lo que por
supuesto no va a poder lograr, en vista de la contradicción entre ambas
políticas.
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Se
va a iniciar un nuevo ciclo de sanciones contra Irán, y es factible que al
menos el gobierno de Estados Unidos se retire del acuerdo con este país en
materia de control de su programa de energía nuclear, lo cual va a generar
tensiones con las otras potencias que negociaron el acuerdo (significativamente
con China y Rusia; pero también con
Alemania, Gran Bretaña y Francia).
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La
política proteccionista-mercantilista que Trump pretende desarrollar, para
revertir el enorme déficit comercial que tiene su país, puede trastocar por
completo los acuerdos comerciales mundiales y a la propia Organización Mundial
de Comercio, además de que es muy factible que las “guerras comerciales” que
sin duda se iniciarán contra China, Japón, Corea del Sur, México y los que se
acumulen, puede llevar al planeta a una nueva recesión mundial en un corto
período de tiempo; así también, la alta probabilidad de que Estados Unidos dé
por terminado el tratado de Libre Comercio de América del Norte, y no firme el
Acuerdo Transpacífico y el de Comercio e Inversión con Europa, afectará
negativamente los mercados financieros mundiales y el flujo mundial de comercio
e inversión.
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Las
deportaciones masivas que llevará a cabo una presidencia Trump, no sólo
generarán enfrentamientos y tensiones internas en Estados Unidos, sino un flujo
enorme de personas hacia México y Centro América principalmente, que no tendrán
opciones de empleo, vivienda, salud y educación, lo que presionará aún más a
dichas economías y sistemas políticos.
-
El
intento de Trump de detener o al menos cobrar impuestos sobre las remesas de
los indocumentados, puede generar una disminución significativa de las mismas y
con ello serios problemas para economías que dependen en buena medida de ellas
como las centroamericanas, o que forman una parte importante de su balanza de
pagos como son los casos de México y la India.
En el caso de México, una presidencia Trump puede tener un
efecto devastador en el proyecto neoliberal que se le ha impuesto al país por
gobiernos del PRI y PAN desde 1983, subordinados a las élites económica y
política de Nueva York y Washington, en donde se diseñaron el Tratado de Libre
Comercio y las reformas “estructurales” (energética principalmente; pero
también la laboral, financiera, de telecomunicaciones y la educativa) con
objeto de convertir a México en un aportador de materias primas y mano de obra
barata para las grandes trasnacionales estadounidenses, que de esa forma
evitaron los altos costos de la mano de obra en su país, las regulaciones medio
ambientales y de protección al consumidor, y los impuestos (a través del
movimiento de sus capitales a los paraísos fiscales).
Así, las subordinadas y complacientes élites (económica y
política) mexicanas han jugado el papel de capataces (muy bien pagados,
mediante la corrupción) de los patrones estadounidenses, encargadas de mantener
controlada, obediente y apática a la masa de mexicanos pobres (la gran mayoría
de la población) y “satisfecha” a la delgada capa de clase media (a la que se
ha convertido en una mala copia de la clase media estadounidense), con un
aparato propagandístico permanente en el que el sistema depredador capitalista
es presentado no como la mejor, sino como la única opción para el país; y a los
Estados Unidos como el gran modelo a seguir.
Durante 33 años las élites de Washington y Nueva York (con demócratas y republicanos por igual), y
sus subordinados cipayos mexicanos, han conformado este esquema de explotación
de la población y los recursos naturales y financieros del país, con el fin de
fortalecer al gran capital estadounidense (dejándole algunas migajas a sus
capataces mexicanos), y ahora estaban preparando la etapa final, con el
lanzamiento del proyecto “Norteamérica” por parte del Consejo de Relaciones
Exteriores (con Robert Rubin, Carla Hills, David Petraeus y Robert Zoellick)[1]
.
Pero las medidas de Trump en contra del NAFTA (por sus siglas
en inglés) y de la inmigración, amenazan con descarrilar ese proyecto o al
menos retrasarlo varios años.
¿Qué puede hacer el débil gobierno peñista, al que le
tocarían al menos dos años de la presidencia de Trump, el segundo de los cuales
coincidiría con las elecciones presidenciales mexicanas?
Está claro que el gobierno de Peña no pretende enfrentarse
con Trump, sino eventualmente llegar a algún tipo de acuerdo con él, en vista
de que Peña forma parte de la élite subordinada y servil que ha hecho lo que le
han ordenado desde el Consejo de Relaciones Exteriores de Estados Unidos, el
Centro Wilson (en donde se redactaron la famosas “reformas estructurales”)[2]
y el fondo de inversiones Black Rock (el mayor del mundo, con 4.7 millones de
millones de dólares) dirigido por los “hombres de paja” del Mossad israelí,
Larry Fink y Robert Kapito.
El gobierno de Peña es en esencia un “departamento” de un
conglomerado de inversionistas neoyorkinos que tienen a México como su “coto
privado” de explotación (incluida la criminal, pues ellos son los que manejan
en sus fondos de inversión y bancos de Nueva York los miles de millones de dólares
que genera el crimen organizado en México), por lo que Peña de momento no tiene
una verdadera estrategia para contrarrestar las medidas que pueda tomar Trump.
De ahí que lo único que se ha propuesto hacer por ahora es
una campaña publicitaria y de relaciones públicas (que aún no comienza por
cierto), para “convencer” a actores políticos y económicos clave de Estados
Unidos, del daño que causarían a ese país las políticas comerciales y migratorias
propuestas por Trump.
Pero la realidad es que Peña está confiando en que su jefes
de Black Rock, el Consejo de Relaciones Exteriores y el Centro Wilson puedan
negociar con Trump algún acuerdo que permita que el proyecto de subordinación
de México a Estados Unidos y la política neoliberal que lo caracteriza, se
mantengan incólumes.
Así, Peña se concentrará en derrotar la única opción
nacionalista y que busca recuperar algo de la soberanía perdida, que se
presentará en las elecciones del 2018, esto es la de Morena y Andrés Manuel
López Obrador.
El objetivo es llenar el campo de competencia electoral con
representantes del proyecto neoliberal (el candidato del PRI, quien quiera que
sea; la representante de la banda de corruptos, criminales y fascistas del calderonato,
Margarita Zavala; y los supuestos candidatos independientes, ya sea Mancera o
Rodríguez Calderón, ambos apoyados por poderosas minorías empresariales de la
ciudad de México y de Monterrey, por cierto muy ligadas a los círculos
sionistas de Nueva York y Tel Aviv).
De ahí que la población mexicana, esto es los indocumentados
que serán perseguidos, encarcelados, deportados y robados (pues se les quitarán
los ingresos que tan arduamente han ganado en Estados Unidos), más la
empobrecida mayoría de mexicanos, van a ser los que sufrirán las consecuencias
de la ira de Trump (pagar el muro, a lo mejor hasta construirlo; perder su
trabajos, ahorros y viviendas en Estados Unidos; seguir siendo explotados, marginados
o reprimidos en México); mientras que la corrupta subclase política mexicana y
sus cómplices oligarcas y del crimen organizado, seguirán jugando su papel de
servidores incondicionales del gran capital estadounidense, y por supuesto
también de Donald Trump.
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