LA ESTRATEGIA DE LÓPEZ OBRADOR PARA
2024
El
presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es el estratega de su coalición
gobernante[1], que ha pretendido, con
una narrativa persistente (principalmente mediante sus conferencias diarias “mañaneras”
en Palacio Nacional) establecer en el imaginario popular, que durante su
gobierno se ha llevado una transformación de fondo del país, tal como sucedió
en su momento con la Independencia (1810-1821), la Reforma y la República
Restaurada (1855-1867); y la Revolución Mexicana (1910-1920); por lo que él la
ha denominado la “Cuarta Transformación”.
Para AMLO,
la forma de afianzar esa supuesta transformación del país es que la gran
mayoría, sino es que todas las fuerzas políticas y sociales, la respalden. Para
ser más claros, lo apoyen a él en sus decisiones, políticas públicas,
invectivas, odios, caprichos, etc.
Todo actor
político, social o económico que se ha atrevido a dudar, cuestionar, criticar a
su gobierno, sus decisiones, sus políticas públicas, se convierte
inmediatamente en un “traidor a la patria”, en un “conservador” (luego entonces
él es “liberal y progresista”, pero no socialista o de “Izquierda”), en un
cómplice de los gobiernos anteriores neoliberales, y por lo tanto corrupto y
vinculado al crimen organizado.
En cambio si
los actores políticos, sociales y económicos lo apoyan, lo alaban, lo siguen,
lo aplauden. Sin importar que hayan formado parte de los gobiernos a los que él
acusa de haber destruido al país; sin importar que sean o hayan sido acusados
de corruptos y violadores de los derechos humanos o ligados al crimen
organizado, inmediatamente se convierten en aliados de la “Cuarta Transformación”;
y sus posibles delitos y/o colaboración con gobiernos anteriores es olvidada, entrando
a formar parte de su coalición gobernante.
Esta
estrategia de demonización de cualquiera que se le oponga, o incluso que dude
de su forma de gobernar; y de exaltación y protección de todo aquél que se le
subordine, le ha servido principalmente para desfondar a los dos partidos que
se decían los herederos de la Revolución Mexicana: el Partido Revolucionario
Institucional (PRI), que gobernó al país desde 1929 hasta el año 2000, y
regresó al poder en 2012 hasta el 2018; y el Partido de la Revolución
Democrática, partido creado en 1989 con exmiembros del PRI, contrarios al
neoliberalismo que se apoderó del partido y del gobierno, y con miembros de
agrupaciones políticas y sociales de izquierda.
Así, AMLO ha
logrado configurar una coalición que ha succionado a las subclases políticas de
esos dos partidos, dándole al actual partido en el gobierno, el Movimiento de
Regeneración Nacional (Morena), fundado por AMLO en 2015, una estructura
organizacional en todo el país, apoyada por bases locales de poder, que le han
permitido ganar elecciones en 20 estados
(más otros dos en donde sus aliados del Verde y Encuentro Social también
triunfaron) de los 32 que hay en el país, convirtiéndose así en la principal
fuerza política.
De la misma
forma mantiene mayorías en las Cámaras de Diputados y Senadores, aunque no la
mayoría calificada (dos tercios), que se requiere para modificar la
Constitución.
AMLO
mantiene una popularidad de entre 55 y 60% entre la población, lo que le brinda
una cómoda plataforma desde la cual promover su agenda política.
Esta agenda
no ha tenido que ver tanto con una transformación profunda del país, sino más
bien, con una conquista de los espacios de poder dentro del Estado Mexicano.
AMLO está
muy consciente que no puede cambiar la estructura capitalista dependiente de la
economía mexicana, que es un apéndice de la de Estados Unidos, por lo que
estuvo de acuerdo en aceptar (prácticamente sin leerlo) el nuevo tratado de
libre comercio con Estados Unidos y Canadá (T-MEC).
Así también,
sin chistar, ha aceptado el mantra de las finanzas púbicas sanas y la
austeridad, que son las premisas del Fondo Monetario Internacional; y así
también, no ha cuestionado, ni ha afectado de ninguna manera la autonomía del
Banco de México (los miembros de la Junta de Gobierno que han sido nombrados
por él han asumido una posición cien por ciento ortodoxa, acorde con los
lineamientos de los principales bancos centrales del mundo).
En materia
de seguridad, si bien no ha ido tan a fondo en contra del crimen organizado
como quisieran las agencias de seguridad de Estados Unidos, en lo general, ha
mantenido la “guerra contra el narcotráfico” iniciada en la administración de
Felipe Calderón (2006-2012); y más aún, le ha dado un poder presupuestal y
político a las fuerzas armadas mexicanas (con más de 240 funciones adicionales
a las que están establecidas en la Constitución y un aumento de más de 50% en
su presupuesto respecto al gobierno anterior), no visto desde el fin de la
Revolución Mexicana, hace más de 100 años.
El punto
clave de su gobierno ha sido destinar hasta 600 mil millones de pesos (2023) a
programas sociales que llegan a 25 millones de personas; y la construcción de
algunas obras de infraestructura emblemáticas, que él pretende dejen su huella
en el país (el Tren Maya, la Refinería de Dos Bocas, el Aeropuerto Felipe
Angeles y el Proyecto del Istmo de Tehuantepec).
Su principal
consigna al llegar a la presidencia, que fue la eliminación de la corrupción,
ha quedado sólo como un buen deseo, aunque él repite sin cesar que “ya no hay
corrupción en el país”, pues como se señala en el último reporte de
Trasparencia Internacional, México sólo avanzó seis lugares entre 2019 y 2021
(lugar 130 de 180 países, al lugar 124 ).[2]
Pero para
AMLO esto no importa. De hecho le importa muy poco lo que se piense o se diga
de él y de su gobierno en el extranjero.
Lo que él
más valora es el apoyo de la mayoría de los mexicanos, que según el Coneval[3] están en distintos grados
de pobreza. Así, en 2020 se consideraba que estaba en pobreza el 43.9% de la
población; en pobreza extrema el 8.5%; vulnerable por ingresos el 8.9% y
vulnerable por carencias sociales el 23.7% de la población.
Así, según
el Coneval sólo el 23.5% de la población es No Pobre y No Vulnerable.
AMLO ha
basado su estrategia político-electoral en conquistar el voto y el apoyo
político de ese vasto universo de pobres en el país; y por ello su discurso y
una parte importante de los recursos monetarios de su gobierno van dirigidos a
ese 43.9% de pobres y 23.7% de vulnerables por carencias sociales.
Y no es que
haya olvidado a los de pobreza extrema (8.5%) y a los vulnerables por ingreso
(8.9%), sino que es muy difícil para el aparato gubernamental hacer llegar los
recursos y programas sociales a poblaciones muy aisladas y marginadas que
constituyen los pobres extremos. Y por otro lado, los vulnerables por ingresos
caen dentro de las “clases medias bajas”, un segmento que AMLO no considera tan
relevante, pues no puede incidir en su nivel de vida de manera directa a través
de sus programas sociales.
Así, AMLO
sabe que ese 67.6% de la población pobre y con carencias sociales, es su
objetivo, pues las ayudas y apoyos gubernamentales para esa población son
fundamentales para no caer en la pobreza extrema; y es ahí, en esos segmentos
de la población en los que AMLO y su coalición gobernante encuentran su principal
apoyo.
En cambio,
las clases medias, que constituyen el 23.5% de la población No pobre y No
Vulnerable,, no necesita, no solicita el apoyo gubernamental y por lo tanto, no
se convierte en una plataforma de apoyo a su gobierno.
En cambio,
esa franja social ha sido el apoyo fundamental del partido de derecha más
antiguo y establecido del país, el Partido Acción Nacional.
De ahí que
AMLO, una vez que desfondó por completo (o casi ) al PRD, y casi ha desfondado
al PRI, ha dedicado la segunda parte de su gobierno (desde 2021) a atacar
políticamente (y con distintas legislaciones) a la base de apoyo del PAN, esto
es, las clases medias.
En las
elecciones intermedias del 2021 se dio perfectamente cuenta que esas clases
medias, que en alguna medida habían votado por él y su partido en el 2018, hartas
de la violencia y corrupción de los gobiernos del PRI y del PAN, ya no estaban
dispuestas a seguir apoyándolo si no cambiaba sus políticas públicas que las
estaban afectando (despidos de miles de burócratas en el gobierno, una de las
fuentes principales de ingresos de las clases medias; disminución significativa
de los apoyos gubernamentales en ciencias, artes, deportes, medio ambiente,
etc, en donde esas clases tienen una participación fundamental; mínimos apoyos
a las micro y pequeñas empresas durante la pandemia del Covid, etc.).
Por ello la
estrategia de AMLO para el 2024 es provocar el enojo, la ira de las clases
medias que apoyan al PAN, a través de sus continuos insultos y
descalificaciones, con objeto de que el “bando conservador” se agrupe en una
sola coalición a la que pueda enfrentar la coalición gubernamental en el 2024,
confiando en que su hegemonía en los gobiernos estatales y municipales; su próximo
asalto al árbitro electoral, a través del nombramiento de 4 consejeros
electorales (de los 11 que hay) afines al gobierno ( suponiendo que la Suprema
Corte finalmente considere inconstitucionales las reformas que AMLO logró aprobar
en el Congreso y que le dan al gobierno amplio margen de usar los recursos
públicos y la propaganda gubernamental en favor de sus candidatos) y la
unificación de su coalición en el apoyo a su preferida para ser la candidata
presidencial oficialista (la jefa de gobierno de la Ciudad de México, Claudia
Sheinbaum), logren un triunfo arrollador en las elecciones presidenciales y para
renovar el Congreso en el 2024.
AMLO
pretende propinarle una derrota aplastante al PAN y a su base electoral, como
para así afianzar definitivamente el poder de su coalición por varios decenios.
Confía en
que su base electoral, una vez energizada y organizada será muy superior a la
de sus rivales; y con una victoria aplastante consolidará el poder de su
sucesora designada y su paso a la historia como uno de los “más grandes
presidentes de la historia”.
Ese es su
objetivo. Que lo logre ya es otro cantar.
[1]
Conformada por exdirigentes y miembros del Partido de la Revolución
Democrática, del Partido Revolucionario Institucional; así como los partidos
mercenarios del Trabajo y Verde Ecologista de México; un grupo de plutócratas
que lo apoya (su Consejo Asesor Empresarial); la cúpula de las fuerzas armadas;
una parte del sindicalismo antes priista y hoy morenista; y sobre todo, los 25
millones de beneficiarios de los programas sociales del gobierno federal.
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