La clase media y la sucesión de 2024
Pascal
Beltrán del Río
Una de dos:
o el canciller Marcelo Ebrard no registró la advertencia de
“nada de zigzaguear, nada de medias tintas” –lanzada por el presidente Andrés
Manuel López Obrador a sus corcholatas el sábado
pasado en el Zócalo–, o realmente está dispuesto a apartarse de la línea política
del tabasqueño y construir su propia propuesta para alcanzar la candidatura en
2024.
El lunes, en
la presentación de su libro El camino de México, Ebrard afirmó
que el país está a tiempo de “cambiar para siempre” y convertirse en una nación
de “clase media mayoritaria”.
Pocos
mensajes pueden ser más tóxicos para la autodenominada Cuarta Transformación
que ése, pues su éxito electoral se ha basado en la entrega de programas
sociales. Un país de clase media mayoritaria implicaría que muchos de los
actuales beneficiarios emergieran de la pobreza, con lo cual dejarían de ser
destinatarios del asistencialismo y, por tanto, no dependerían del gobierno y
su partido.
Debo decir
que yo estoy de acuerdo con mucho de lo que antier planteó Ebrard en
el Palacio de Minería. México, efectivamente, se encuentra ante una oportunidad
dorada para detonar su desarrollo mediante la atracción de inversiones y la
creación de empleos bien remunerados, aunque eso depende que haga las tareas
que se requieren en el contexto del llamado nearshoring, entre
ellas la de dotar a la industria de energía y de cuadros profesionales, un par
de cosas que no cuadran con las políticas que se han puesto en práctica desde
2018.
Nada estoy
inventando. Por un lado, México ha tenido que rechazar importantes inversiones
por la incapacidad de la CFE de garantizarles energía suficiente. Por otro,
ayer mismo se quejó el presidente López Obrador de que Estados
Unidos estaba “pirateando” trabajadores mexicanos, lo cual quizá quiere decir
que no se están formando.
El país en
el que piensa Ebrard –y, en muchos aspectos, yo también– no es
en el que piensa López Obrador. A él la clase media le parece
insoportablemente aspiracionista. A pesar de que ese grupo social fue
fundamental para que ganara la elección de 2018, se la ha pasado sobajándolo
desde que llegó a la Presidencia. Y no sólo de palabra: por sus políticas
económicas, millones de clasemedieros mexicanos han regresado a las filas de la
pobreza.
Por si a
alguien le quedara alguna duda de lo nada prioritaria que es la clase media
para el proyecto del tabasqueño, baste recordar lo que éste dijo el pasado 4 de
enero, cuando admitió que ayudar a los pobres era una “estrategia política”,
pues al hacerlo, argumentó, “va uno a la segura, porque ya sabe de que, cuando
se necesite defender, en este caso, la transformación, se cuenta con el apoyo
de ellos”, cosa que no sucede, agregó, “con sectores de clase media ni con los
de arriba”.
Unos días
después de esa declaración, el alcalde de Tancoco, Veracruz, el morenista Celerino
Hernández Mena, se sinceró y declaró a los medios que muchos de los
habitantes de su municipio que reciben programas sociales –aproximadamente la
mitad de ellos– ya no aceptaban ofertas de empleo, porque el gobierno les da
dinero sin trabajar.
En el
hipotético caso de que llegara a la Presidencia, ¿qué tendría que hacer Ebrard para
revertir esa situación y expandir la clase media? Obvio, promover inversiones y
crear las condiciones para que se generen empleos y que, así, la gente no tenga
que depender de los programas sociales.
Por cierto,
no sé si el canciller tenga claro que, al ritmo que están creciendo, los
programas sociales serán eventualmente impagables, y cuando llegue ese momento,
es muy probable que provoque estallidos sociales. Me encantaría platicarlo con
él, pero desafortunadamente sólo da entrevistas light.
El sábado
pasado, al rechazar las “medias tintas”, el Presidente dejó claro que sólo
quiere como aspirante de Morena en 2024 a alguien hecho a su imagen y
semejanza. ¿Qué hará Ebrard, desafiar ese deseo o bajarle a sus
declaraciones de que quiere un México de clase media mayoritaria?
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