¿CUÁL ES LA CONTINUIDAD CON CAMBIO QUE PROPONE AMLO?
Envalentonado,
echado para adelante y muy confiado de que su coalición de partidos políticos
arrasará en las próximas elecciones en el Estado de México, este año[1]; y en las del 2024, para presidente,
en la ciudad de México y para renovar al Congreso; Andrés Manuel López Obrador
tiene plena seguridad de que su designada sucesora (la jefa de Gobierno de la
ciudad de México, Claudia Sheinbaum)[2], mantendrá las mismas
políticas públicas que él ha promovido; y que el cambio, sólo será de personas,
será un cambio ”generacional”, pero no en lo fundamental.
¿Cuál es esa
continuidad de la que habla AMLO?
Primero, más
allá de la demagógica narrativa del presidente sobre el fin del
“neoliberalismo”, la realidad es que el neoliberalismo en el país vive, se
fortalece y tiene un promisorio futuro.
López
Obrador avaló el neoliberal tratado de libre comercio que su antecesor Enrique
Peña Nieto negoció bajo presión con Donald Trump, y ese tratado, el T-MEC (USMCA
por sus siglas en inglés) es la piedra de toque de la subordinación económica
al país hegemónico y a las directrices que en materia económico-financiera se
establecen en Washington.
Si bien es
cierto, que en su infinita ignorancia López Obrador creyó que podía librarse de
la dependencia respecto a Estados Unidos en materia energética, incluyendo un
par de párrafos en el T-MEC en los que se afirma que los recursos del subsuelo
pertenecen a la nación; la realidad es que al haberse enganchado con ese tratado,
tarde o temprano las industrias petrolera y eléctrica del país caerán bajo el
dominio de las trasnacionales de Estados Unidos.
Por lo que
respecta a la política económica, la ortodoxia en el manejo de las finanzas
públicas, al más puro estilo de los gobiernos neoliberales, consolida dicho
modelo, tal como siempre lo ha exigido el Fondo Monetario Internacional: banco
central autónomo, tipo de cambio libre; deuda pública controlada, austeridad en
el gasto público y coordinación permanente con los organismos financieros
internacionales y con los de Estados Unidos (Reserva Federal y Tesoro).
Así que AMLO
no se ha desviado ni un centímetro de lo que exigen las élites económicas de
Occidente, a los países vasallos del Sur en materia económico-financiera, por lo
que en estas materias, cuando AMLO afirma que no habrá cambio, significa que el
neoliberalismo seguirá incólume. Y no hay mejor ejemplo de ello, que el propio
AMLO haya asistido a la convención de banqueros en donde reafirmó que no tocará
ni con el pétalo de una rosa la “operación” de los bancos, los cuales
obtuvieron utilidades históricas el año pasado, por 250 mil millones de pesos
(13,250 millones de dólares).
Si algo
determina el triunfo del modelo neoliberal, es precisamente el éxito de las
instituciones bancarias y financieras, y las utilidades sin precedente de la
banca en México, reflejan eso justamente.
Segundo: La
continuidad en materia de “cooperación” con las agencias de seguridad de
Estados Unidos para “combatir” al narcotráfico, especialmente el contrabando de
fentanilo.
Aunque AMLO
deseaba mantener en el país una especie de “pax narca”, mediante la cual
las fuerzas armadas y de seguridad del país, no atacarían frontalmente a los
cárteles y con ello “disminuiría” la violencia y la inseguridad. La realidad
fue que ese “dejar hacer, dejar pasar” sólo resultó en un fortalecimiento de
los cárteles, en un dominio aún mayor de varias regiones y estados del país por
parte del crimen organizado, y con eso, el aumento del tráfico de drogas y de
indocumentados hacia Estados Unidos, con lo que Washington se exasperó y
demandó un cambio de política a AMLO.
Renuentemente
AMLO ha comenzado a virar en su política de “abrazos y no balazos”, y se está
viendo obligado a enfrentar a los cárteles al estilo de como lo hiciera el
expresidente Calderón (2006-2012), como se vio con la detención del hijo del
“Chapo” Guzmán (Ovidio); y con una mayor interacción con las agencias de
seguridad de Estados Unidos, que intentan detener la inundación de fentanilo
que está matando a miles de adictos en ese país.
Así que AMLO
dejará como parte de la “continuidad” a Sheinbaum, la subordinación de la
política de seguridad a los Estados Unidos.
Tercero:
AMLO dejará como “herencia” sus obras de infraestructura emblemáticas (Tren
Maya, refinería de Dos Bocas, Proyecto del Istmo de Tehuantepec y Aeropuerto
Felipe Angeles); que no estarán en pleno funcionamiento para el término de su
administración, por lo que Sheinbaum tendrá que terminarlas y/o lograr que
funcionen a plenitud.
Arduo trabajo
le quedará a la sucesora de AMLO para que estas obras mal planeadas y peor
ejecutadas deriven en beneficios al país. Pero ante los compromisos
contractuales y presupuestarios adquiridos, la siguiente administración no
tendrá de otra más que continuarlas y esperar que no exploten en el camino
escándalos de corrupción, que por ahora se han mantenido ocultos gracias al
férreo control de la información oficial sobre dichas obras, al haberlas
decretado como de “seguridad nacional”.
Cuarto: El
poder inmenso y las funciones extendidas de las fuerzas armadas.
La sucesora
designada del presidente no podrá quitarse de encima (al menos al principio) el
enorme poder político y presupuestal que acumularon las fuerzas armadas durante
la administración de AMLO, por su decisión; ello limitará seriamente las
políticas públicas y el margen de maniobra de la “presidenta”, y será un pesado
lastre que será muy difícil soltar.
Quinto: La
polarización política.
AMLO ha
fincado parte de su popularidad con sus bases sociales y electorales mediante
un continuo ataque y una demonización de los “conservadores”, los “fifis”, la
“mafia del poder, ”las oligarquías”[3], etc.
Ello con el
objeto de que se presenten maniqueamente dos campos en la lucha política y
social, “los buenos” que están con él, y los “malos” que están con sus
opositores. Esa simplificación le ha resultado muy útil con las clases sociales
bajas que no entienden de “geometrías políticas”, ni de ideologías o políticas
públicas; y por lo tanto algo sencillo somo “tú estás con los buenos que te
defienden y ellos son los malos que te quieren dañar”, le ha permitido a AMLO
consolidar una base de apoyo amplia que no hace distinciones ni matices, y por
ello la insistencia de AMLO de que no “hay medias tintas”, o están con él o
contra él.
Para
Sheinbaum, será muy difícil romper con esa retórica maniquea, ya que de hacerlo
entraría al mundo de la política de las negociaciones, los compromisos, las
“medias tintas” con los actores políticos y sectores sociales contrarios a
López Obrador y a ella; por lo que ésta es una de las “manzanas envenenadas”
que AMLO le dejará a su sucesora.
Sexto: Los
programas sociales. La joya de la corona de la “continuidad” son los programas
sociales; ayudas monetarias directas que llegan a 25 millones de personas, y
que constituyen la columna vertebral del apoyo a AMLO y sus políticas, pues las
clases bajas y medias bajas que reciben ese dinero quincenal, mensual o
bimestralmente, completan su gasto con ese dinero, y no llegarían a fin de mes
sin esas ayudas.
A esos
sectores les preocupa poco o nada que el gobierno de AMLO esté tratando de
minar a las instituciones democráticas (desaparición de organismos autónomos,
debilitamiento del árbitro electoral, ataques continuos al Poder Judicial, demonización
de la prensa libre, críticas permanentes a los defensores ambientales y de
derechos humanos, etc.), pues sienten que eso no les afecta en su vida diaria.
En cambio,
el recibir ayudas monetarias que les permiten pagar su comida, renta, servicios
básicos, etc. es muy importante, y de ahí que estén dispuestos a apoyar sin
condiciones al presidente, a su partido (Morena y aliados) y el discurso
polarizante y descalificador del presidente hacia sus adversarios.
Esta es la
continuidad que pretende AMLO heredar a su sucesora, y que la pobre Sheinbaum,
sin contar con una base social y política propia (toda la que tiene se la ha
puesto el presidente), tendrá que asumir íntegramente cuando suba al poder.
Triste y patético.
[1]
Coahuila está en entredicho.
[2]
Los otros precandidatos, el canciller Marcelo Ebrard; el secretario de
Gobernación Adán Augusto López y el senador Ricardo Monreal, son sólo parte de
la escenografía de la decisión ya tomada en favor de Sheinbaum.
[3]
Por más que buen parte de la oligarquía se ha beneficiado enormemente durante
la administración de AMLO.
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