Otro 19 de julio infame en Nicaragua
Eric Nepomuceno
https://www.jornada.com.mx/2022/07/24/opinion/015a2pol
Con un buen
vino, los tres esperábamos al otro invitado, Regis Debray, figura emblemática
desde su cercanía con el Che Guevara en Bolivia, unos 10 años
antes. La cena de milanesa, todo un lujo ofrecido por un exiliado en una ciudad
cara como París, serviría para que Martha y yo conociéramos a Debray.
Poco
después, él llamó por teléfono. Pedía excusas, pero no podría llegar: estaba
embarcando de última hora para Nicaragua.
Nosotros
tres sabíamos de los avances de los sandinistas en aquel pequeño y hermoso país
centroamericano. Imaginamos que Debray tendría algún compromiso de urgencia con
sus dirigentes.
Al principio
de la noche del jueves 19 de julio de 1979 supimos la razón de tanto apuro del
francés: él quería estar presente cuando el Frente Sandinista de Liberación Nacional
tumbase de una vez a la dictadura de la familia Somoza, instalada desde hacía
décadas en el poder. El sanguinario clan familiar ya no iba más a sofocar a
Nicaragua y a su pueblo, finalmente liberado de las sombras.
Aquel 19 de
julio los sandinistas avanzaron sobre León, la segunda ciudad del país, y luego
sobre la capital, Managua, fulminando un largo tiempo de expoliación, violencia
y corrupción.
Entre los
muchos símbolos de aquella victoria histórica había una joven de 23 años,
flaca, de boina y cabellos cortos, la estudiante de medicina Dora Téllez, la
guerrillera que meses antes había participado de la toma del Palacio Nacional
como la Comandante Dos de la operación encabezada por el Comandante
Cero, Edén Pastora.
Conocí a los
dos en mi primer viaje a la Nicaragua sandinista, algunos meses después de
aquel 19 de Julio. La verdad es que me cuesta el alma recordar aquellas
jornadas plenas de esperanza. Todo quedó congelado en un tiempo traicionado.
Pasados 43
años, en este 19 de Julio de 2021 Dora Téllez sobrevive confinada en
condiciones inhumanas en El Chipote, la cárcel lúgubre especialmente elegida
para ella por la pareja instalada en el poder: el ex guerrillero Daniel Ortega,
también dueño de un pasado que él mismo se encargó de ensuciar a más no poder,
y su señora esposa, Rosario Murillo.
El Chipote
quizá sea el símbolo más concreto de hasta qué punto esos dos supieron hacerse
inmundos con su sed infinita de poder.
Dora vive
aislada, en la más profunda oscuridad. Todo lo que su familia sabe de ella es
que adelgazó de manera asombrosa, que presenta una palidez terrible, pero
mantiene una mirada precisa, certera y aguda. Una mirada que quizá sea el
símbolo más claro de la traición cada vez más sucia de Ortega.
Detenida
desde junio de 2021 junto a otros antiguos guerrilleros sandinistas históricos,
además de opositores, periodistas y los candidatos que disputaron las últimas
elecciones con Daniel Ortega, Dora sobrevive como uno de los símbolos de la
dignidad herida.
Un sinfín de
organismos internacionales de defensa de los derechos humanos denuncian sin
parar las condiciones extremadamente crueles impuestas a los adversarios de la
pareja dictatorial. Son celdas que no tienen luz o quedan iluminadas las 24
horas del día, sin atención médica y con alimentación escasísima.
Uno de los
compañeros de martirio de Dora, el histórico sandinista que fue ministro de
Relaciones Exteriores, Víctor Hugo Torres, murió en la cárcel.
El general
Hugo Torres, Comandante Uno del ataque al Palacio Nacional que
liberó, entre otros presos de Somoza, al propio Daniel Ortega, fue despachado
hacia un hospital, donde murió luego de sufrir un colapso en la cárcel por no
haber recibido atención médica para un grave problema de salud que tenía al ser
encarcelado.
A lo largo
de un año de cárcel cumplido ahora en junio, sólo fueron permitidas a los
presos ocho cortas visitas de familiares. Los 47 opositores han sido condenados
a penas que van de ocho a 14 años de prisión, en juicios en que no tuvieron
amplio derecho de defensa.
Las más
relevantes figuras del traicionado sandinismo murieron, están presas o viven
exiliadas.
La
desenfrenada y cruel persecución de la pareja dictatorial contra los que no se
unieron a su proyecto de toma absoluta del poder empezó en 2018. Desde entonces,
Nicaragua vive una tremenda y trágica vuelta a los peores tiempos de la
dinastía anterior, la de los Somoza.
Y lo más
infame de esa situación es ver a la pareja Daniel Ortega-Rosario Murillo
llevando a cabo semejante distorsión, semejante perversidad, mientras hablan a
nombre de una revolución que ayudaron a llevar a cabo, por cierto, pero que
sepultaron de manera cada vez más abyecta, cada vez más criminal.
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