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Zapata

domingo, 24 de julio de 2022

 LA POLÍTICA ENERGÉTICA MEXICANA Y ESTADOS UNIDOS

El gobierno de Estados Unidos ha solicitado el mecanismo de consultas (así como el gobierno de Canadá), al gobierno de México, en el marco del Tratado México-Estados Unidos-Canadá (T-MEC), debido a que considera que las acciones de política pública y regulatorias del Estado Mexicano han impactado negativamente a las empresas estadounidenses del sector energético, para beneficiar a la Comisión Federal de Electricidad (CFE) y a Petróleos Mexicanos (PEMEX), al violar capítulos como acceso a mercado, inversión y Empresas propiedad del Estado.[1]

El presidente de México, Andrés Manuel López Obrador (AMLO), ha rechazado que nuestro país esté violando el T-MEC en el sector energético, y para ello ha argumentado que el capítulo 8 del mencionado acuerdo, posibilita a México a definir soberanamente su política en materia energética.

“CAPÍTULO 8

RECONOCIMIENTO DEL DOMINIO DIRECTO Y LA PROPIEDAD INALIENABLE E IMPRESCRIPTIBLE DE LOS ESTADOS UNIDOS MEXICANOS DE LOS HIDROCARBUROS.

Artículo 8.1: Reconocimiento del Dominio Directo y la Propiedad Inalienable e Imprescriptible de los Estados Unidos Mexicanos de los Hidrocarburos.

1. Según lo dispone este Tratado, las Partes confirman su pleno respeto por la soberanía y su derecho soberano a regular con respecto a asuntos abordados en este Capítulo de conformidad con sus respectivas Constituciones y derecho interno, en pleno ejercicio de sus procesos democráticos.

2. En el caso de México, y sin perjuicio de sus derechos y remedios disponibles conforme a este Tratado, Estados Unidos y Canadá reconocen que: (a) México se reserva su derecho soberano de reformar su Constitución y su legislación interna; y (b) México tiene el dominio directo y la propiedad inalienable e imprescriptible de todos los hidrocarburos en el subsuelo del territorio nacional, incluida la plataforma continental y la zona económica exclusiva situada fuera del mar territorial y adyacente a éste, en mantos o yacimientos, cualquiera que sea su estado físico, de conformidad con la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos.”[2]

Para el presidente está más que claro que este capítulo le reconoce a México la facultad de modificar su política energética soberanamente, sin que ello implique una violación del tratado comercial y de inversiones firmado con Estados Unidos y Canadá.

Sin embargo, para los gobiernos de Estados Unidos y Canadá, otros capítulos del Tratado restringen la capacidad soberana de los tres países para decidir sobre sus políticas públicas, si con ello se produce un trato discriminatorio contra las empresas de los otros dos.

Esto es, la política energética del gobierno de AMLO pone a la CFE y a PEMEX por encima de las empresas energéticas estadounidenses y canadienses, con lo que viola diversas estipulaciones y artículos del T-MEC, por lo que el capítulo 8 no puede esgrimirse como justificación para ignorar otras disposiciones del tratado.

Obviamente, para el gobierno mexicano esto es debatible, por lo que las consultas deberían ayudar a clarificar si el capítulo 8 da tanta manga ancha al gobierno mexicano como para ignorar y/o violar otras disposiciones del tratado, en las que se especifica que no se pueden dar ventajas a empresas (sean públicas o privadas) de un país, sobre las de los otros dos firmantes del tratado, sin incurrir en violaciones al mismo.

El problema es de origen, ya que el tratado fue negociado por la burocracia neoliberal de la Secretaría de Economía del gobierno de Peña Nieto, que entonces encabezaba el hoy diputado federal del PRI, Ildefonso Guajardo, y que para complacer a Trump, aceptó una serie de cláusulas y disposiciones ampliamente favorables para los intereses de Estados Unidos, en detrimento de México.

Sin embargo, no toda la responsabilidad cae en el gobierno de Peña, ya que el impresentable e incompetente representante de AMLO (que ya era presidente electo) en las negociaciones con Estados Unidos y Canadá, el hoy embajador en China (incluso condecorado por AMLO), Jesús Seade, dejó pasar todas esas disposiciones contrarias al interés nacional, tanto en el capítulo de acceso a mercado, como en inversión, como en empresas del Estado, como en solución de controversias (en donde se quedaron los nefastos paneles, en los que Estados Unidos y Canadá siempre terminan derrotando a México).

Y peor aún, AMLO, no se tomó la molestia de leer todo el tratado (no lleva más de 2 horas), ni de preguntar sobre lo que no sabía o entendía a diversos especialistas en materia de comercio exterior, una vez firmado por Peña Nieto en el último día de su mandato.

AMLO y la mayoría de su partido Morena, en el Senado tenían la obligación de revisar a fondo el tratado, para decidir si se ratificaba o no; y, seguramente durante un análisis prudente y serio hubieran podido identificarse las contraposiciones entre el capítulo 8 y otros capítulos del tratado, con lo que México hubiera podido exigir una renegociación de los capítulos que pusieran en entredicho su facultad soberana de definir su política energética.

Pero AMLO, en su infinita ignorancia y arrogancia, instruyó al Senado mexicano a ratificarlo en sólo ¡2 días! Ni siquiera lo leyeron los patéticos senadores oficialistas y de la oposición, y por lo tanto el tratado fue ratificado con las disposiciones que anulan el capítulo 8; o que por lo menos lo ponen en duda.

Eso de creerse un sabelotodo tiene serias consecuencias para el país; y lo sucedido en el 2018, cuando AMLO disfrutaba de todas las alabanzas y servilismo que concita la llegada al poder, le están pasando la factura al país en estos momentos, lo que podría provocar que México acabe perdiendo el famoso panel de controversias (o dos paneles, si Canadá abre consultas por su parte) con sus dos socios del T-MEC, que podrían costarle a los mexicanos hasta 30 mil millones de dólares en aranceles punitivos para sus mercancías.

Pero AMLO siempre cree que sabe más que todos y asegura que nada malo pasará, y que a pesar de que él y su patético negociador Jesús Seade han puesto al país en una situación gravísima ante Estados Unidos y Canadá, México no sufrirá ningún perjuicio derivado de esta controversia; que ahora AMLO la quiere explotar políticamente como un asunto de defensa de la soberanía, patrioterismo ramplón y para atacar a sus adversarios políticos internos.

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