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Zapata

miércoles, 27 de julio de 2022

 LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL Y MORENA

Este fin de semana el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido en el poder en México renovará sus estructuras internas (menos la presidencia y la secretaría general del Comité Ejecutivo Nacional), con objeto de dejar preparado el terreno para las elecciones del próximo año (Estado de México y Coahuila), y especialmente para la presidencial, la renovación del Congreso federal y 9 gubernaturas en 2024.

Ya han surgido diversas inconformidades con el proceso para elegir a los representantes distritales, que a su vez serán quienes representen a sus distritos en el Consejo nacional a celebrarse en septiembre.

El grupo político identificado con el senador Ricardo Monreal, que no es del agrado del presidente López Obrador (AMLO), ha sido marginado de las representaciones distritales; y al parecer, el grupo del ex secretario particular de López Obrador (cuando este fue jefe de gobierno de la Ciudad de México), y famoso protagonista de los “video escándalos”, René Bejarano, incluso ha acudido al Tribunal Electoral, pues fue eliminado de las listas de consejeros, después de que misteriosamente el sistema de cómputo del partido “se cayó” (ahora Morena también realiza las mismas maniobras que el PRI, cuando el sistema de cómputo se cayó en las elecciones presidenciales de 1988 en las que resultó triunfador Carlos Salinas).

El presidente del partido, el “veleta” Mario Delgado, abrió la posibilidad de que grupos políticos no pertenecientes a Morena se afilien de manera colectiva para esta reestructuración, sin importar su pasado, ni con que ideología o partido político hubieran estado identificados, con lo que se promueve una afiliación masiva, con acarreados, sin ningún antecedente de lucha o movilización en favor de las causas que dieron origen a Morena.

El objetivo de Delgado es doble. Por un lado, tiene la intención de acabar de desfondar al PRI y al PRD, abriéndoles las puertas del partido, sin condiciones, a los jefes y líderes locales y estatales de estos partidos, para que se pasen a Morena; y así, sin más, formen parte del “partido ganador”, con lo cual debilitan a dichos partidos, y por supuesto a la alianza Va por México, que quedaría conformada prácticamente con los esqueletos del PRI y PRD, más el PAN.

Por otro lado, los grupos que de esa forma se incorporen a Morena, obviamente le deberán ello a Delgado, y este tendrá así mayoría en los órganos internos del partido y en el padrón de militantes, por encima de los grupos de izquierda y los más veteranos que han seguido a López Obrador desde hace 30 años.

Una vez logrado lo anterior, Delgado tendrá en sus manos un capital político que lo podrá usar para negociar con los dos precandidatos que están peleando la candidatura presidencial, el exjefe y extutor político de Delgado, el canciller Marcelo Ebrard; y la nueva amiga de Delgado, la jefa de gobierno de la CDMX, Claudia Sheinbaum.

Ebrard sabe que lleva las de perder ante Sheinbaum, que ha sido arropada y apoyada públicamente por AMLO, una y otra vez.

Por ello, en los últimos días ha insistido en que si se va a elegir al candidato presidencial por encuesta, ésta tiene que ser realizada con acuerdo en la metodología y en las encuestadoras, por todos los precandidatos, poniendo así en duda la imparcialidad de la actual dirigencia.

AMLO ya le contestó a Ebrard, al afirmar que quienes ponen en duda la encuesta es que dudan del “pueblo”, o sea de él; y por supuesto el “pueblo” nunca se equivoca, o sea AMLO; por lo que Ebrard ya perdió varios puntos más ante el “gran elector”, que usa a Ebrard como un “sparring” de la preferida (Sheinbaum), quien por cierto es bastante incompetente y no tiene carisma.

De esta forma se están planteando claramente dos grupos dentro de Morena para la sucesión presidencial, por un lado el del propio AMLO que impulsa la candidatura de Sheinbaum, y al que se adscribe también el otro precandidato, el secretario de Gobernación, Augusto López Hernández, quien es el “second best” de AMLO, en caso de que se cayera por alguna causa de fuerza mayor, la candidatura de Sheinbaum; y el grupo de los “sparrings”, es decir de los precandidatos que están ahí nada más para hacer “bulto”, Ebrard y Monreal, que no están en el ánimo del “gran elector”, pero que tienen que jugar el juego de la sucesión, para hacer creer a las bases morenistas que sí hubo una “competencia real” por la candidatura presidencial.

La gran pregunta es qué harán Ebrard y Monreal cuando la candidatura recaiga en Sheinbaum y ellos se queden con un palmo de narices. ¿Negociarán con Sheinbaum posiciones para ellos y los suyos en el gabinete próximo, en el Congreso y en las gubernaturas; o preferirán romper con AMLO, Sheinbaum y Morena e irse con la oposición, ya sea la Alianza Va por México (PAN, PRI y PRD ) o con Movimiento Ciudadano?

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