LA SUCESIÓN PRESIDENCIAL Y MORENA
Este fin de
semana el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), el partido en el poder
en México renovará sus estructuras internas (menos la presidencia y la
secretaría general del Comité Ejecutivo Nacional), con objeto de dejar
preparado el terreno para las elecciones del próximo año (Estado de México y Coahuila),
y especialmente para la presidencial, la renovación del Congreso federal y 9
gubernaturas en 2024.
Ya han
surgido diversas inconformidades con el proceso para elegir a los
representantes distritales, que a su vez serán quienes representen a sus
distritos en el Consejo nacional a celebrarse en septiembre.
El grupo
político identificado con el senador Ricardo Monreal, que no es del agrado del
presidente López Obrador (AMLO), ha sido marginado de las representaciones
distritales; y al parecer, el grupo del ex secretario particular de López
Obrador (cuando este fue jefe de gobierno de la Ciudad de México), y famoso
protagonista de los “video escándalos”, René Bejarano, incluso ha acudido al
Tribunal Electoral, pues fue eliminado de las listas de consejeros, después de
que misteriosamente el sistema de cómputo del partido “se cayó” (ahora Morena
también realiza las mismas maniobras que el PRI, cuando el sistema de cómputo
se cayó en las elecciones presidenciales de 1988 en las que resultó triunfador
Carlos Salinas).
El
presidente del partido, el “veleta” Mario Delgado, abrió la posibilidad de que
grupos políticos no pertenecientes a Morena se afilien de manera colectiva para
esta reestructuración, sin importar su pasado, ni con que ideología o partido
político hubieran estado identificados, con lo que se promueve una afiliación
masiva, con acarreados, sin ningún antecedente de lucha o movilización en favor
de las causas que dieron origen a Morena.
El objetivo
de Delgado es doble. Por un lado, tiene la intención de acabar de desfondar al
PRI y al PRD, abriéndoles las puertas del partido, sin condiciones, a los jefes
y líderes locales y estatales de estos partidos, para que se pasen a Morena; y
así, sin más, formen parte del “partido ganador”, con lo cual debilitan a
dichos partidos, y por supuesto a la alianza Va por México, que quedaría
conformada prácticamente con los esqueletos del PRI y PRD, más el PAN.
Por otro
lado, los grupos que de esa forma se incorporen a Morena, obviamente le deberán
ello a Delgado, y este tendrá así mayoría en los órganos internos del partido y
en el padrón de militantes, por encima de los grupos de izquierda y los más
veteranos que han seguido a López Obrador desde hace 30 años.
Una vez
logrado lo anterior, Delgado tendrá en sus manos un capital político que lo
podrá usar para negociar con los dos precandidatos que están
peleando la candidatura presidencial, el exjefe y extutor político de Delgado, el
canciller Marcelo Ebrard; y la nueva amiga de Delgado, la jefa de gobierno de
la CDMX, Claudia Sheinbaum.
Ebrard sabe que
lleva las de perder ante Sheinbaum, que ha sido arropada y apoyada públicamente
por AMLO, una y otra vez.
Por ello, en
los últimos días ha insistido en que si se va a elegir al candidato
presidencial por encuesta, ésta tiene que ser realizada con acuerdo en la
metodología y en las encuestadoras, por todos los precandidatos, poniendo así
en duda la imparcialidad de la actual dirigencia.
AMLO ya le
contestó a Ebrard, al afirmar que quienes ponen en duda la encuesta es que
dudan del “pueblo”, o sea de él; y por supuesto el “pueblo” nunca se equivoca, o
sea AMLO; por lo que Ebrard ya perdió varios puntos más ante el “gran elector”,
que usa a Ebrard como un “sparring” de la preferida (Sheinbaum), quien por
cierto es bastante incompetente y no tiene carisma.
De esta
forma se están planteando claramente dos grupos dentro de Morena para la
sucesión presidencial, por un lado el del propio AMLO que impulsa la
candidatura de Sheinbaum, y al que se adscribe también el otro precandidato, el
secretario de Gobernación, Augusto López Hernández, quien es el “second best”
de AMLO, en caso de que se cayera por alguna causa de fuerza mayor, la
candidatura de Sheinbaum; y el grupo de los “sparrings”, es decir de los
precandidatos que están ahí nada más para hacer “bulto”, Ebrard y Monreal, que
no están en el ánimo del “gran elector”, pero que tienen que jugar el juego de
la sucesión, para hacer creer a las bases morenistas que sí hubo una “competencia
real” por la candidatura presidencial.
La gran
pregunta es qué harán Ebrard y Monreal cuando la candidatura recaiga en Sheinbaum
y ellos se queden con un palmo de narices. ¿Negociarán con Sheinbaum posiciones
para ellos y los suyos en el gabinete próximo, en el Congreso y en las
gubernaturas; o preferirán romper con AMLO, Sheinbaum y Morena e irse con la
oposición, ya sea la Alianza Va por México (PAN, PRI y PRD ) o con Movimiento
Ciudadano?
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