Protección a corcholatas
El blindaje
a las dos principales fichas de López Obrador para la sucesión camina frente a
nuestros ojos sin que nos demos cuenta.
Raymundo
Riva Palacio
mayo 04,
2022
https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/raymundo-riva-palacio/2022/05/04/proteccion-a-corcholatas/
Un año después
del colapso de una trabe de la Línea 12 del Metro que provocó la muerte de 26
personas, el presidente Andrés Manuel López Obrador brincó a proteger a sus dos
principales fichas en la sucesión presidencial, Claudia Sheinbaum y Marcelo
Ebrard. La primera, porque la tragedia sucedió durante su gestión como jefa de
Gobierno, y la imputación de falta de mantenimiento como una de las causas del
desplome; y el segundo, quien apresuró su inauguración antes de terminar su
mandato al frente del Gobierno capitalino, sin revisar las posibles
consecuencias. Con un consejo con tufo a amenaza, pidió a la oposición “no
sacar raja” de la tragedia, porque es “de mal gusto”, calificando esa
posibilidad de “ramplona” y “politiquera”.
Tenía que
hacerlo, porque Sheinbaum es la candidata designada a sucederlo, por el
momento, y Ebrard le sirve de señuelo y pararrayos de su protegida. López
Obrador no puede permitirse que una tragedia anule a sus dos corcholatas,
como llama a sus candidatos, ni dejar que Ebrard cargue con toda la
responsabilidad porque arrastraría al líder de Morena, Mario Delgado, quien
como jefe de Finanzas de su gobierno realizó pagos todavía sospechosos y firmó
contratos leoninos de trabajos de mantenimiento.
El blindaje
camina frente a nuestros ojos sin que nos demos cuenta, pese a que hay dos
casos que involucran tragedias similares, donde la forma como la justicia
capitalina se ha aplicado, es antagónica. Se trata de la tragedia en el Colegio
Enrique Rébsamen, donde colapsó uno de sus edificios durante el sismo de
septiembre de 2017, y provocó la muerte de 19 niños y siete adultos. El colegio
se encontraba en Tlalpan, que gobernaba Sheinbaum, y de inmediato se operó una
estrategia para protegerla, encargada por López Obrador a su entonces
consejero, Julio Scherer, y a su primo Hugo, quien manejó los mensajes
distractores en las redes sociales.
Las
tragedias generan empatía, máxime cuando hay niños afectados. En el caso del
colegio, había un contexto político de hartazgo con el statu quo, que
se sumó al fenómeno social de que la gente, en situaciones como la que
presenció a través de la televisión en todo el país, sintió como suyo el dolor
y la angustia de los padres. Aunque no había la polarización que vivimos en la
actualidad, se puede argumentar que la sociedad buscaba castigo, no justicia.
Ese clamor, magnificado por la inteligencia artificial manejada por Hugo
Scherer, benefició a Sheinbaum.
El castigo
se centró en Mónica García Villegas, la directora y dueña de la escuela,
acusada de haber ampliado y construido ilegalmente un piso de 230 toneladas de
peso, y en Juan Mario Velarde, el director responsable de obra en la delegación
Tlalpan, por haber autorizado los trabajos, señalaron las autoridades, sin
llevar a cabo las pruebas necesarias. En julio de 2021, un tribunal lo
sentenció a 208 años de prisión por el homicidio doloso de 26 personas. García
Villegas fue sentenciada a 57 años de prisión por el mismo delito.
El castigo
promovido por la Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México,
encabezada por Ernestina Godoy, y aplicado por el Tribunal Superior de Justicia
de la capital federal, que preside Rafael Guerra Alvarez, fue ejemplar. Pero
ambos, que son cercanos a Sheinbaum, actuaron de manera totalmente diferente al
juzgar la tragedia de la Línea 12 que, de acuerdo con los peritajes de la
autoridad, colapsó por errores de construcción, por lo cual denunció a 10
exfuncionarios y responsables de la obra. Los peritajes mostraron también
deficiencias en la construcción atribuibles a la empresa constructora de Carlos
Slim, el magnate cercano a López Obrador.
En la
tragedia de la Línea 12 también murieron 26 personas, pero a diferencia del
colegio, la empatía no fue nacional por las características del ‘incidente’,
como lo caracterizó Sheinbaum, ni tocó las fibras emocionales en todo el país,
en buena parte porque no hubo niños entre las víctimas, ni tampoco un rescate
dramático de menores transmitido a todas horas por la televisión. El aparato de
propaganda de López Obrador también ayudó a la jefa de Gobierno, disparando
culpas contra exfuncionarios.
Aunque los
dos colapsos son notoriamente similares, con funcionarios y personas privadas
directamente implicadas, el trato que dieron Godoy y Guerra Álvarez a la Línea
12 fue completamente opuesto. Sin la rapidez con la que actuó en el caso del
colegio, Godoy no logró imputar en todo un año los cargos de homicidio culposo,
lesiones culposas y daño a la propiedad, y este lunes se pospuso por cuarta vez
la audiencia de imputación. Pero en paralelo, y ésta es la gran diferencia con
el Rébsamen, el castigo no está en el centro del caso, sino el proceso de
justicia restaurativa alcanzado. El lunes, Sheinbaum y Godoy anunciaron que 91
por ciento de las familias afectadas por el colapso en el Metro había aceptado
el acuerdo reparatorio.
La Fiscalía
optó por ese esquema, explicó Sheinbaum, donde no hay personas en la cárcel, ni
amparos, que “pueden llevar años y años, y lo que se establece es si la víctima
está dispuesta a la justicia restaurativa”. García Villegas y Velarde no
tuvieron esa opción. La justicia de Sheinbaum y Godoy, apoyada por el tribunal de
Guerra Álvarez, buscó el castigo a una privada y a un exfuncionario. En el de
la Línea 12 rescataron de la ignominia pública a dos candidatos presidenciales
y le hicieron el favor a Slim al no tocar su constructora, a la que el gobierno
de López Obrador le ha seguido otorgando contratos de obra pública, tras
compensar económicamente a familiares de las víctimas.
Es muy claro
lo que sucedió, de acuerdo con los expertos. Mientras en el colegio se mostró
la fuerza del Estado y su carga punitiva como reforzamiento de las
instituciones, en la Línea 12 se llegó a un rápido acuerdo para evitar daño a
las aspiraciones presidenciales de Sheinbaum y Ebrard, en esta aplicación
discrecional de la justicia que se ha vuelto costumbre en el actual régimen.
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