¿MÉXICO COMO LÍDER LATINOAMERICANO?
Parece que
el presidente López Obrador, con su negativa a asistir a la Cumbre de las
Américas en Los Angeles (6 al 10 de junio), pretende situarse como el líder de
Latinoamérica, condicionando el éxito de dicha “cumbre”, a que Washington
invite a los tres países que considera torpedean su hegemonía continental:
Cuba, Venezuela y Nicaragua.
Si bien
existe ya una estrategia “latinoamericanista” de la administración de López Obrador
(AMLO), mediante la cual se pretende debilitar el papel de la Organización de
los Estados Americanos (OEA) y elevar el de la Comunidad de Estados Latinoamericanos
y Caribeños (CELAC), con objeto de que Estados Unidos no se arrogue el derecho
de dictar unilateralmente políticas contrarias a los intereses de los países
del área; también existen otras razones por las cuales López Obrador está
saboteando la Cumbre de las Américas. Y esas razones tienen que ver con las
relaciones bilaterales México-Estados Unidos y con la política interna de
nuestro país.
Así, el
presidente mexicano había llegado a un entendimiento con el anterior presidente
de Estados Unidos, Donald Trump, mediante el cual México haría el trabajo sucio
en materia migratoria, aceptaría la supervisión estadounidense en materia de
seguridad y no cuestionaría las líneas generales de la política exterior de
Washington, a cambio de que el gobierno de Estados Unidos permitiera “manos
libres” a López Obrador en todos los temas de política interna; y especialmente,
a cambio de que Estados Unidos no apoyara a los adversarios de AMLO (medios de
comunicación, grandes empresarios, partidos de oposición).
Como Trump
cumplió su parte del trato, AMLO lo consideró como un aliado suyo y dejó pasar
innumerables políticas y decisiones graves del presidente estadounidense que
afectaron los intereses del país. Pero en tanto no afectaban el proyecto
personal de AMLO, no hubo problema con esas decisiones y acciones de Trump.
Todo cambió
con Biden, quien en ningún momento ha aceptado que Estados Unidos no debe
meterse en la política interna de México.
De hecho,
AMLO le ha exigido públicamente que no financie a organizaciones no
gubernamentales que el presidente mexicano considera opositoras a su gobierno.
Pero
Washington, no sólo no dejó de financiarlas, sino que anunció en su momento,
que dará más recursos.
Esa es una
espina muy honda que AMLO tiene clavada en el costado y que está dispuesto a
hacer pagar de alguna forma a Biden.
Otra espina
fue la abierta intervención de las autoridades de Estados Unidos, para
cabildear en contra de la reforma constitucional más importante del gobierno de
AMLO, la reforma del sector eléctrico, para fortalecer a la empresa pública de
electricidad, por sobre las empresas privadas.
Estados
Unidos puso toda su influencia para presionar al gobierno mexicano en sentido
contrario a dicha reforma y apoyó a los opositores a la misma. La reforma no
pasó en el Congreso, al no obtener los dos tercios de los votos requeridos para
convertirse en parte de la Constitución.
Esto AMLO no
lo ha podido digerir, y está decidido a “hacer pagar a los gringos” por tamaña
afrenta a su proyecto gubernamental.
Así también,
miembros del gobierno de Biden y legisladores de ambos partidos critican
continuamente la política energética de AMLO, señalando que viola los términos
del T-MEC; lo que reiteradamente niega el presidente mexicano; pero esto se
suma a los “agravios” que AMLO tiene contra el gobierno de Biden.
López Obrador
ha seguido haciendo el trabajo sucio en materia migratoria al gobierno de
Biden, como lo hizo con el de Trump, pero en esta ocasión ha sido a cambio de
la promesa de que Estados Unidos invertiría en el sureste mexicano y en
Honduras, Guatemala y El Salvador hasta 4 mil millones de dólares, para mejorar
los niveles de vida de las comunidades que expulsan migrantes hacia la Unión
Americana.
Sin embargo,
no ha llegado un solo dólar de lo prometido, y en cambio el gobierno mexicano
sí está comprometiendo recursos propios en esos tres países centroamericanos,
en donde se han echado a andar los programas “Jóvenes construyendo futuro” y “Sembrando
vida”, aunque a una escala muy modesta.
Para López
Obrador han sido una burla las promesas del gobierno de Estados Unidos, pues
mientras para Ucrania se aprobaron de manera inmediata recursos por cerca de 40
mil millones de dólares, para Centroamérica y el sureste de México, que
constituyen una prioridad en la política migratoria de Estados Unidos, no ha habido
voluntad alguna para aprobar una cantidad 10 veces menor a la que se dará a
Ucrania.
Otros dos
temas que tienen enfadado al presidente de México con el de Estados Unidos, son
las críticas continuas de éste al gobierno de AMLO por su incapacidad para
detener y castigar los asesinatos de mujeres y de periodistas en el país.
En suma, el
sabotaje de AMLO a la Cumbre de las Américas tiene mucho más de fondo, que sólo
el intento mexicano por convertirse en el líder de Latinoamérica que le planta
cara a Washington; tiene mucho más que ver con el papel que AMLO siente que
Estados Unidos está jugando para hacer fracasar su proyecto gubernamental, y el
que pueda jugar en el proceso sucesorio de 2024, en contra de su coalición
gobernante.
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