LA ÚLTIMA ETAPA DEL GOBIERNO DE LÓPEZ OBRADOR
Quedan sólo
dos años y medio a la administración del presidente Andrés Manuel López Obrador
(AMLO) y por lo mismo, ha entrado en una dinámica acelerada de decisiones[1] y acciones[2] en diferentes frentes
políticos, que para muchos de sus detractores pareciera indicar desesperación;
mientras que para sus simpatizantes significa solamente que está cerrando muy
fuerte su sexenio (en realidad 5 años y 10 meses).
Para AMLO su
periodo presidencial debería significar el fin del periodo “neoliberal”
(1982-2018), caracterizado por una corrupción generalizada; altos índices de
inseguridad, violencia, impunidad; extendida pobreza y desigualdad; y el
debilitamiento del Estado Mexicano ante los poderes fácticos (grandes
empresarios y crimen organizado, principalmente); y el exterior (Estados
Unidos, la Unión Europea y China).
Por ello
AMLO denominó a su periodo gubernamental la “Cuarta Transformación”, queriendo
implicar con ello que se iniciaba una nueva etapa en la historia del país, tal
como sucedió con la Independencia (1810-1821), la Reforma (1857-1861) y la
Revolución (1910-1920).
Sin embargo,
AMLO estaba muy consciente de que en un lapso relativamente corto, no sería
posible hacer todos los cambios de fondo necesarios, como para terminar
definitivamente con las políticas neoliberales, ni para reducir y debilitar a
los actores políticos y económicos, y a los sectores sociales que resultaron
ganadores durante los gobiernos del “neoliberalismo”.
Por ello, su
intención ha sido siempre que sus políticas se extiendan, al menos durante un sexenio
más, con objeto de afianzar los cambios que considera darán al país una nueva
fisonomía, y así dejar en la historia del país una etapa identificada con
su nombre, tal como la Independencia se vincula a los de los insurgentes Hidalgo
y Morelos; la Reforma a Benito Juárez; y la Revolución a Francisco I. Madero y
Venustiano Carranza.[3]
Para AMLO,
el hecho de contrastar permanentemente su gobierno con los anteriores, con la
intención de subrayar que el suyo ha sido mejor, es una necesidad casi física.
Lo menciona
todo el tiempo (recordemos que todos los días da una conferencia de prensa en
las mañanas), y el objetivo es que se vea que sólo hay dos vías para el país,
la suya de la “Cuarta Transformación”, que vagamente ha tratado de vincular con
la izquierda; y la de sus opositores, a los que califica sin distinción, de
conservadores y hasta de fascistas, claramente de derecha.
Sin duda, ha
sido una narrativa simplona y maniquea, pero ha tenido como objetivo mantener
el apoyo de las masas populares, que han sido su soporte electoral, ya que sus
principales políticas en materia social han consistido en la entrega de dinero
en efectivo, a través de numerosos programas.
Por ejemplo,
para este 2022, la pensión para personas adultas mayores llegará a 10.3
millones de personas; y el programa Sembrando Vida (que otorga recursos a
campesinos para la siembra de árboles) ya llega a 460 mil personas.[4]
El propio
gobierno calcula que hasta el 65% de los hogares en México, esto es, alrededor
de 23 millones de personas, reciben algún tipo de apoyo gubernamental, de
manera directa.[5]
Pues bien,
AMLO está decidido a demostrarle a la oposición política, a sus muchos críticos
en los medios de comunicación, la academia y los sectores medios y altos del
país; y a gobiernos del exterior (Estados Unidos, España) con los que ha tenido
fricciones por sus declaraciones poco cuidadosas o por ciertas políticas
públicas (como la energética) que se considera afectan los intereses de
empresas de dichos países, que no sólo ha sido hasta ahora el presidente que
más votos ha obtenido en una elección para primer mandatario (30 millones en
2018), sino que aún después de 3 años y 4 meses de una difícil presidencia, que
ha enfrentado a los poderes fácticos, la permanencia de la violencia y la
inseguridad; a la pandemia del Covid-19 y la subsecuente crisis económica, y
ahora los efectos de la inflación internacional (nada de lo cual ha podido
resolver satisfactoriamente); sigue teniendo el apoyo de la mayoría de la
población.
Y para ello,
él mismo lanzó a sus operadores políticos y bases de apoyo a iniciar el
procedimiento de “revocación de mandato” establecido en la Constitución, para demostrar
a sus opositores que no tienen los suficientes votos como para destituirlo, y
por el contrario, los mexicanos “votarán” masivamente por él, el próximo 10 de
abril, “otra vez”.
El asunto es
saber cuál será la capacidad de movilización que tendrán los partidos políticos
que apoyan al presidente, el aparato gubernamental (federal, los estatales y
municipales gobernados por los partidos aliados al gobierno) y los sindicatos, las
organizaciones campesinas y ciudadanas que están siendo animadas a apoyar la
participación para “ratificar” el mandato de AMLO; aunque la Constitución no establece
la ratificación en este mecanismo, sino sólo la posibilidad de revocación.
Pero AMLO,
su gabinete, los legisladores del partido oficial Morena, los gobernadores,
presidentes municipales, etc. que apoyan al presidente, han violado la ley sin
rubor, al destinar recursos públicos para promover la consulta de revocación,
han hecho propaganda abierta en favor del presidente y no han atendido ninguna
de las sanciones impuestas por el Instituto Nacional Electoral, organismo al
que consideran copado por los “conservadores” y al que atacan, empezando por el
presidente, continuamente y de manera feroz.
Este 10 de abril,
AMLO espera que al menos salga a ratificar su mandato la mitad de la población
que votó por él en 2018, es decir 15 millones de personas (el resultado de la
consulta sólo será vinculante si votan más de 37 millones de electores, lo que
se considera casi imposible). Pero de preferencia, espera que los beneficiarios
de sus programas sociales salgan a refrendarle su apoyo ese día, por lo que
espera que voten por la ratificación entre 20 y 25 millones de electores. Menos
que eso, AMLO considerará que su apuesta (para demostrarle a la oposición interna
y externa que su presidencia sigue fuerte) sería un fracaso.
[1]
Espera que antes de Semana Santa se vote favorablemente su propuesta de reforma
constitucional en materia eléctrica, que tiene la oposición de los empresarios,
de las trasnacionales de la energía y de los gobiernos de Estados Unidos,
España y en general de la Unión Europea. Está por enviar al Congreso otras dos reformas
constitucionales más, una electoral y otra en materia de seguridad.
[2]
Acaba de inaugurar el nuevo aeropuerto Felipe Angeles, que sustituye al
proyecto original del aeropuerto internacional en Texcoco, propuesto por el
anterior presidente Peña Nieto, que el propio López Obrador decidió cancelar,
después de una “consulta ciudadana” organizada por su propio partido, Morena.
Ha acelerado los trabajos de la nueva refinería de Dos
Bocas en Tabasco y del Tren Maya en la península de Yucatán, a pesar de las
acusaciones de que la refinería no será un proyecto rentable y de que el tren
está destruyendo la selva y los acuíferos subterráneos de la península
yucateca.
Para AMLO todas las críticas a sus políticas públicas
vienen de los “conservadores” que intentan detener los proyectos de su
gobierno.
[3]
Obviamente en cada una de estas etapas hay muchas otras figuras que adquirieron
renombre, pero incluimos aquí a los que se considera los más importantes de
cada época.
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