En la próxima elección presidencial
En la
próxima elección presidencial, advertidos estamos luego de lo visto en la
consulta de revocación, el régimen se desentenderá de todo ropaje democrático.
abril 13, 2022
Salvador
Camarena
En la
próxima elección presidencial el líder de Morena se empleará en acarrear
votantes, AMLO no dejará de hablar de sus obras y logros, y todo el partido
dirá, con meses de anticipación, que los del INE –o Estados Unidos o Paquita la
del Barrio (para el caso lo mismo)– les quieren robar el triunfo, y por lo
mismo no respetarán las leyes electorales.
En la
próxima elección presidencial, si Adán Augusto López no es el candidato de
López Obrador para sucederle, el secretario de Gobernación dedicará sus días y
sus energías en viajar a los estados para animar a las y los gobernadores de
Morena para que se empleen a fondo en la movilización nacional de votantes,
para que amedrenten a autoridades electorales y para que erradiquen cualquier
prurito –al diablo con eso de que la ley es la ley– que les impida mezclar
labores de partido y de gobierno.
En la
próxima elección presidencial, si Adán Augusto López es el candidato de Andrés
Manuel para sucederlo, la Guardia Nacional –con el pueril argumento de que es
un asunto de máxima seguridad– será la encargada de llevar y traer, en aviones
oficiales y con altos mandos militares como sus edecanes, al segundo tabasqueño
de la nación. La campaña será verde olivo.
Porque en la
próxima elección presidencial, advertidos estamos luego de lo visto en la
consulta de revocación, el régimen se desentenderá de todo ropaje democrático y
no quedará recurso público al alcance de los morenistas que no sea utilizado
para el único fin que se plantearán, para el único escenario que aceptarán:
retener a como dé lugar el poder.
Ese es el
corolario de la revocación, que no fue otra cosa sino ensayo de lo que vendrá
cuando el partido en Palacio Nacional se enfrente a la realidad de que ha
llegado la hora en que los votantes han de decidir si se quedan o se van.
Atestiguaremos
mítines hechizos como el que hizo la jefa de Gobierno en el Monumento a la
Revolución, medios públicos promoviendo sin rubor el voto por las candidaturas
de Morena y toda suerte de presiones a medios privados para que respalden, y
cuiden, al oficialismo.
¿Veremos a
importantes empresarios declarar que los de López Obrador merecen un segundo
periodo? Sí, desde luego. ¿Escucharemos diversos llamados a mantener la ruta, a
dar tiempo para cosechar lo sembrado? Hasta la Iglesia revivirá como
declarante.
Frente a esa
realidad, las y los ciudadanos no cuentan hoy con una organización política de
oposición que parezca preparada para lidiar con un régimen que emprenderá elecciones
de Estado, y que se empleará en ese objetivo desde ya. No se puede descartar un
milagro: que MC, PRI, PAN o PRD, juntos o por separado, se espabilen y logren
reposicionarse como actores incómodos al régimen, piedras en el zapato que
capturen la embestida oficialista, que crezcan como adversarios. Veremos si el
milagro ocurre.
Mientras
tanto, el futuro empezó el domingo. Y en términos democráticos requerirá de las
y los ciudadanos libres, una creatividad y una resistencia sin precedentes.
Porque
además el régimen tendrá a su disposición a las redes sociales para emplearlas
para diseminar noticias falsas, para destruir reputaciones de adversarios y
críticos, y para copar el debate con asuntos que apuntalen sus objetivos o
distraigan de temas que no le convienen.
En la
próxima elección presidencial veremos lo que no se ha visto desde el poder en
generaciones: una maquinaria de Estado volcada en su impúdica intención de
hacer que, para empezar, nadie logre los 15 millones de votos que ellos ya
tienen.
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